Opinión

Salvad al alfaquí

Sanaa El Aji El Hanafi
Sanaa El Aji El Hanafi
· 5 minutos

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En menos de un mes, dos asuntos de abuso de menores han tenido ocupados las redes sociales

El primer caso es el del niño Adnan, de diez años, al que violó y mató un vecino del barrio en el que vivía para luego enterrarlo no lejos de la casa de su familia, el mismo día en el que lo secuestró. El segundo caso es el de un alfaquí, un maestro religioso que enseña el Corán, que confesó haber abusado sexualmente de seis menores de edad, tanto niños como niñas, durante diez años. El número es probable que aumente.

Estos crímenes arrojan dos preguntas fundamentales que debemos plantearnos. La primera tiene que ver con el abuso sexual de los niños; la segunda con esta tendencia casi natural de los colectivos que pertenecen a la corriente islamista de salvar a los suyos, sea cual sea la acusación que afrontan.

En primer lugar debemos reconocer que los casos de abuso sexual infantil representan una realidad social muy presente, no son simples anécdotas ocasionales. Cuando denunciamos un crimen de abuso infantil en nuestra sociedad no debemos fingir que nos sorprende, que estamos chocados porque algo así exista o que lo descubrimos por primera vez.

Debemos cuidar que el “escándalo” no persiga a los niños víctimas del abuso sino a los criminales

No digo que no estemos reaccionando con toda sinceridad y honradez al ocuparnos del tema… pero esto no debe hacernos olvidar la realidad social predominante que las familias ocultan para evitar el escándalo: la mayoría de quienes cometen esos abusos son figuras con poder en la familia (el padre, el hermano, el abuelo etcétera) o bien figuras religiosas (el alfaquí, el maestro del colegio coránico). Es más, existe un proverbio popular en Marruecos que dice así: “A aprender anima tener el maestro encima”. Hace referencia a los aprendices de un taller que, se dice, no aprenderán el oficio hasta que no los “monte” uno de rango mayor, el maestro.

Lo mismo pasa con lo que en Marruecos se conoce como ‘msid’: unos libritos religiosos que se distribuían en los barrios populares de forma no oficial para que los niños aprendiesen el Corán. Era prácticamente conocido —aunque en secreto, en silencio y con complicidad— que algunos de los que enseñaban los ‘msid’ abusaban sexualmente de los niños.

Por eso, lo que más necesitamos hoy día no es tanto criticar el delito sino reconocer esta realidad y el silencio que lo rodea. Debemos cuidar que el “escándalo” no persiga a los niños víctimas del abuso y sus familias, sino a los criminales que han abusado de ellos: es a ellos a quienes debemos desacreditar y castigar, y de nosotros depende. Porque si seguimos en silencio, se seguirán multiplicando las víctimas sin fin. Y solo en algunos casos concretos, cuando la violación se transforma en asesinato o cuando concurren algunas circunstancias concretas en la víctima (si es muchísimo más joven de lo habitual o si es de una clase social determinada, por ejemplo) denunciaremos el crimen durante unos días en las redes sociales… para luego olvidar el asunto y seguir con la vida de siempre. Hasta que salga a la luz un nuevo caso.

El segundo punto del que debemos hablar, y que no reviste menos importancia que el primero, tiene que ver con la solidaridad absoluta entre los alfaquíes, los hombres religiosos y los seguidores del islam político, sea cual sea la naturaleza del delito del que se acuse a alguno de ellos.

Veamos cómo el jeque convierte por arte de birlibirloque el abuso sexual en “fornicación”

En el caso del alfaquí acusado de abusos sexuales salieron a la palestra numerosos jeques salafistas, apóstoles del islam político y cuentas de las redes sociales de sus seguidores para absolver al presunto criminal. Aseguraban que únicamente se trataba de un “ajuste de cuentas”… ¡cuando el propio alfaquí había confesado sus crímenes! Imagínenselo: el acusado confiesa, pero su clan lo declara inocente.

Uno de los jeques que menos de un mes antes había exigido la pena de muerte para castigar al violador y asesino del pequeño Adnan, ahora pontificaba sobre el caso de alfaquí acusado: afirmaba que para demostrar que hubo fornicación hacen falta cuatro testigos presenciales. Vayamos a pararnos un momento en un detalle: cómo el jeque convierte por arte de birlibirloque el abuso sexual en “fornicación”, un término que sugiere que las víctimas estaban participando en una relación sexual libremente consentida entre adultos… simplemente porque el acusado es un alfaqui.

¿Cómo se puede definir un crimen de pedofilia como “fornicación”, término que en el derecho islámico describe una relación consensual entre adultos fuera del matrimonio? Y veamos: la próxima vez que se airee un caso de relación sexual entre adultos no casados ¿ese mismo jeque insistirá en que haya cuatro testigos presenciales antes de tratarlos como “unos corruptos y degenerados”?

Estas situaciones muestran claramente la diferencia entre quienes defienden valores e ideas en los que creen de verdad, y quienes trafican con estos valores y denuncias, amparados por la religión… hasta que les toque a sus propios intereses y beneficios o los de su clan: entonces los absuelven por todos los medios. Vaya forma más extraña de ser “devoto”.

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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 24 Sep 2020 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper

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