Ser madre… o no ser
Sanaa El Aji El Hanafi
Según un artículo en el diario belga La Libre, titulado “No quiero tener hijos. ¿Y que?”, un 13 por ciento de personas en la franja de edad de 25 a 35 años en Bélgica no quieren tener hijos.
¿Quiénes son? Pues mujeres y hombres que han elegido y han decidido no traer hijos al mundo. Pero – y esto ocurre hasta en Bélgica, más abierta de mente que nuestras sociedades – las mujeres sufren una mayor presión que los hombres a causa de esta elección. Es como si la mujer no pudiera ser otra cosa que madre. Por necesidad…
Toda existencia diferente, simplemente por elegirla, se convierte en una estación en el proceso de un enorme acoso de la sociedad. Hay quien se empeña en convencerlas de que cambien de opinión, porque “ser madre es algo maravilloso”, y hay quien afirma, con total convicción, que o bien cambien de opinión o se van a arrepentir mucho y muy pronto de esta decisión.
Eso ocurre en Bélgica… Imaginemos cómo es la realidad en una sociedad como la nuestra, bastante menos capaz de aceptar las diferencias y las elecciones individuales.
La maternidad y la paternidad son, de hecho, sensaciones maravillosas… pero lo son, con certeza, para quienes realmente desean traer hijos al mundo. ¿Por qué les cuesta tanto a tante gente figurarse que existen personas, casadas o no, que que tienen deseos y elecciones vitales distintas? ¿Y que la maternidad o paternidad no entran ni en sus cálculos ni en sus deseos? Y sobre todo ¿en qué molesta esta elección personal a los demás? ¿Será que la elección de un hombre o una mujer de no tener hijos afecta al deseo de los demás de tenerlos?
La elección de un hombre o una mujer de no tener hijos ¿afecta al deseo de los demás de tenerlos?
Esa persona que asegura que la maternidad o paternidad es algo maravilloso… ¿en qué le molesta que otra persona no quiera tener hijos? Una elección distinta a la suya ¿le impide a ella disfrutar, personalmente, del esplendor de la maternidad o paternidad?
Cuando escribí sobre este asunto en anteriores ocasiones, no tardaron en llegar los comentarios: “Si tus padres hubieran decidido no tener hijos, tú no habrías llegado a este mundo”.
¡Esto ya es de coña! Porque la elección de unas personas determinadas a no tener descendencia no significa que impongan esa decisión a todos los demás, ni que se prohíba al mundo tener hijos. Es una decisión in-di-vi-du-al. Siempre habrá hombres y mujeres que tengan hijos, porque aman a los niños, y otros que los tendrán sin haberse puesto a pensar en serio en qué prefieren, simplemente porque es “ley de vida”.
También habrá personas que sueñan con tener hijos y no pueden, por causas sociales o de salud u otras, y habrá mujeres que descubren, una vez embarazadas, que no están preparadas para tener hijos.
Todas las probabilidades están abiertas… todos los caminos de la vida están ahí… mientras nosotros existimos por miles y millones. Así siempre tendrá cada uno de nosotros sus elecciones, sus orientaciones y sus condiciones vitales, y estarán también todos esos accidentes imprevistos que nos cambian el curso de la vida.
Pero lo más importante es que sepamos que la persona que elige no tener hijos está tomando una decisión que le afecta personalmente. Y que no incide en absoluto, de ninguna manera, en la elección de los demás. De manera que no hay motivo para pedirle que cambie de opinión.
Y respecto a lo de arrepentirse: nadie sabe cuáles son las decisiones que tomamos hoy y de las que quizás nos arrepentiremos mañana. Al igual que tal vez se arrepienta mañana la persona que decidió no tener hijos, se puede arrepentir tambien aquella que decidió tenerlos (o que los tuvo simplemente por fuerza de la costumbre).
Por eso, lo esencial sigue siendo que respetemos las elecciones de toda persona y que nos convenzamos de una cosa: es mejor que una persona se arrepienta de una decisión tomada a toda conciencia que el que se arrepienta de una decisión tomada bajo la presión de los demás.
Muchos tienen hijos simplemente porque no se pueden imaginar lo contrario
Y otro punto que no debemos pasar por alto: no todos hemos sido creados para ser madres maravillosas o padres radiantes. ¿Esperamos de los demás que tengan hijos solo por nuestro personal disfrute, y que nos parezca equivocada toda decisión que no sea esta? ¿No es eso simple y llanamente pisotear los derechos ya no solo de los demás, sino sobre todo de los hijos afectados?
También debemos ser conscientes de que mucha gente a nuestro alrededor traen hijos al mundo sin haber pensado seriamente en qué significa esa decisión y las consecuencias que tiene, para ellos y para sus hijos. Tienen hijos simplemente porque no se pueden imaginar lo contrario. Llegan a una edad determinada, se casan y piensan que el siguiente paso “natural” es tener hijos.
¿Tenemos claro, pues, que estamos criticando a alguien que se ha planteado seriamente una cuestión de extrema importancia, que afecta a su vida y a la de su hipotético hijo o hija, y que ha tomado una decisión consciente que le incumbe a él o ella, y no nos afecta a nosotros… cuando, por otra parte, nos contentamos con un poco de cotilleo malvado sobre aquellos que sí traen hijos al mundo y no les ofrecen las condiciones (materiales, emocionales o educativas) que merecen? ¿Quién vulnera más un derecho humano?
La respuesta a esta pregunta debería sacudir un poco nuestras convicciones más arraigadas, especialmente respecto a la maternidad y paternidad “obligada”.
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Marayana · 9 Oct 2018 | Traducción del árabe: Ilya U. Topper
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