Vergüenza de madres solteras
Sanaa El Aji El Hanafi
Desde hace algunas semanas, la red marroquí de Facebook está inundado de mensajes de apoyo a Aicha Chenna, fundadora de Solidarité Fémenine [una asociación de apoyo a madres solteras], a la que Hamad Kabbaj [un predicador salafista, candidato electoral del partido islamista PJD], se dice, ha acusado de incitar a la depravación. En realidad parece que Kabbaj no ha dicho nada sobre el particular, ni Chenna parece haber tenido noticia del tema tampoco.
Entre 2003 y 2009, en Marruecos nacieron 340.000 hijos de madres solteras
Ahora bien, seamos objetivos y miremos las cosas como son. ¿Cuántos Kabbaj han atacado a Chenna desde que ella inició su lucha en los años ochenta? ¿Cuántos insultos reciben cada día las madres solteras y, con ellas, Chenna? Entre 2003 y 2009, unos 340.000 niños nacieron en Marruecos fuera de la institución del matrimonio. ¿Qué destino los espera en una sociedad que los condena de por vida?
Reconozcámoslo: importa muy poco si Kabbaj ha atacado a Chenna o no. No es el problema individual. Sabemos que importantes sectores de la sociedad, formen parte o no de los movimientos islámicos, condenan a las madres solteras y consideran que Chenna y su asociación efectivamente incitan a la depravación.
Y paradójicamente, nadie habla del padre. Si ha tenido lugar una relación sexual que transgrede las normas (de las violaciones no hablamos), y de esta relación ha surgido un embarazo no deseado, tenemos por un lado a la madre que conserva a su hijo, a la vez que paga el precio frente a su familia y a la sociedad, y tenemos a un niño que también pagará, ante la sociedad, buena parte de este precio. Por otro lado tenemos a un hombre que ha tenido una relación sexual y quien, muy a menudo, sabe que esta relación ha desembocado en un embarazo. Y quien, muy cobarde él, decide abandonar a la madre y al niño a su suerte, que será desgraciada.
Al padre no se le condena jamás. Ni siquiera de forma tácita
¿A quién condenamos? A la madre. Aunque es ella quien ha decidido conservar al hijo, y es quien trabaja para criarlo, y quien sufre el dictado severo de la sociedad. Mientras tanto, al padre no se le condena jamás. Ni siquiera de forma tácita. La prohibición de las relaciones sexuales ¿solo se conjuga en femenino?
Dejemos de agarrarnos a las apariencias del problema: aquí, en nuestra sociedad, hay un auténtico problema de valoración desigual del mismo acto, según el sexo de quien lo comete. También hay una condena casi sistemática de todo actor social, humanitario o intelectual que decide afrontar los auténticos problemas de la sociedad. Es como si el problema desapareciera en cuanto atacamos a las personas.
Atacamos a Nabil Ayouch y Loubna Abidar y no habrá más prostitución. Condenamos a Chenna, y no existirán ya las madres solteras. Pero entonces, si ponemos en la picota a Kabbaj ¡igual desaparece el islamismo!
© Sanaa El Aji | Primero publicado en Din wa Dunia · 12 Octubre 2016 | Traducción del francés: Ilya U. Topper
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