Laicismo moderado
Zineb Elrhazoui
No quiero molestar a nadie, pero Turquía es con diferencia el país musulmán más moderno. Puede proclamarse dueña de una modernidad auténtica, no una fina capa de barniz heredado del colonialismo. El último levantamiento popular contra los islamistas, en el poder, ha demostrado incluso la existencia de una masa crítica de personas dispuestas a defender la ecología, la laicidad, la libertad de expresión…
En suma, el modelo turco es el resultado de la evolución democrática del kemalismo, y no tanto la potencia islámico-oriental en la que lo quiere convertir el AKP, el partido islamista en el poder desde 2003. La revuelta del parque Gezi ha sido, curiosamente, el precursor del crepúsculo de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Y Erdogan, por cierto, socavado por cientos de miles de manifestantes que pedían que se marchara, fue uno de los primeros jefes de gobierno en pronunciarse sobre la destitución de Morsi: afirmaba que para él, representa el único poder legítimo.
El AKP opera dentro de un universo social turco que ante el islamismo puro y duro es más desconfiado que las sociedades de la mayoría de los países árabes. Toda su fuerza reside precisamente en llegar a ser el partido islamisto al que seguirá el conjunto de los movimientos de barbudos del Norte de África. Ni los islamistas marroquíes del partido Justicia y Desarrollo (PJD), ni los de Ennahda en Túnez ni los Hermanos Musulmanes ocultan su admiración: todos aspiran a un éxito comparable.
Los islamistas de Marruecos, Túnez y Egipto aspiran al éxito que han tenido los de Turquía
Paradójicamente el modelo turco laico servirá aún durante mucho tiempo a desdramatizar la llegada de los islamistas al poder. Los barbudos de todas partes del mundo repetían en coro que se les podía votar tranquilamente y permitir que gobernaran, porque «en Turquía todo va bien».
Un matiz: el país de Atatürk es un país laico desde antes de que se convirtiera en un país gobernado por islamistas. Eso es algo que ningún país árabe puede decir de sí mismo, y mucho menos aún partidos como el de los Hermanos Musulmanes, que introducen en la Constitución el respeto a las costumbres islámicas e incluso el deber de las mujeres a realizar las tareas del hogar.
Cuando los islamistas turcos llegaron por fin al poder, tras décadas de espera, la cosa no sucedió como en Egipto o Túnez, donde los barbudos la tomaron en primer lugar con las libertades públicas, aún antes de cumplir la más mínima promesa social. Los turcos, en cambio, han trabajado a favor de una teocratización más solapada de la sociedad, instilando sus sus decisiones liberticidas en un baño de éxitos económicos y diplomáticos.
Turquía fue un país laico antes de ser gobernado por islamistas, algo que no sucede en el mundo árabe
Quién no ha admirado a Erdogan cuando, esperado como un héroe en El Cairo por unos Hermanos Musulmanes recién elegidos, recordó a éstos con firmeza que Turquía es un Estado laico. Sin embargo, es el mismo primer ministro turco que, a través de su partido, el AKP, prohíbe la píldora del día después, introduce impuestos exagerados para el alcohol, autoriza el velo en la Universidad y condena a los intelectuales por blasfemia. ¿Un islamista que utiliza el laicismo a su favor? Si éste se puede vaciar de todo contenido ¿por qué no?
Ésta precisamente es la aspiración del AKP, obligado a convivir con los herederos del kemalismo. En primer lugar vinieron las reformas democráticas para integrarse en la Unión Europea, pero luego, cuando las demandas de adhesión de Turquía fueron expresamente rechazadas, el país ha experimentado un giro político de 180 grados.
En el plano diplomático, Turqía, el aliado preferido del Estado judío en la región, se ha convertido en cabecilla de la resistencia palestina. Al mismo tiempo, el país ha experimentado una vuelta de tuerca conservadora, incluso una deriva a planteamientos de seguridad que han acabado por sacar a la calle a la oposición laica.
El mensaje está claro: el laicismo turco, aunque socavado en gran parte por los largos años de los islamistas en el poder, todavía tiene mucho futuro.
¿Quién sabe? Los islamistas de los países árabes, entre los que hay más de uno convencido de que toda secularización es una abominación de Alá y una señal del fin de los tiempos, comprenderán finalmente, gracias al modelo turco, que no podrán formar partidos políticos como los demás… hasta el día que sus países se doten de una Constitución laica.
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