Una victoria con sabor a derrota
Mansoura Ezeldin
Morsy se ha convertido con esta victoria en el primer presidente no militar que gobierna Egipto desde que el Ejército tomara el poder tras la revolución de 1952. Es, también, el primer presidente del partido de los Hermanos Musulmanes y el único en obtener un porcentaje de 51,73 % cuando durante décadas los presidentes árabes han monopolizado la falsa cifra del 99,99%.
Los egipcios prorrevolucionarios se han alegrado por el resultado electoral o mejor dicho, la mayoría se ha alegrado por la derrota de Ahmed Shafik, el último primer ministro de época de Mubarak, pero no necesariamente por la victoria de Morsy. Así ha ocurrido hasta el punto de que muchos han acuñado con una rapidez increíble el eslogan que reza: “Mi alegría por la derrota de Shafik sólo la enturbia mi tristeza por la victoria de Morsy”.
Morsy es el primer presidente en obtener un 51% en lugar del 99,99% monopolizado por los presidentes arabes
Es cierto que una gran parte de las fuerzas revolucionarias de izquierdas y liberales han estado de parte de Morsy en la segunda vuelta electoral. Ha sido una manera de limitar las oportunidades de Shafik cuya victoria supondría volver al régimen de Mubarak con un “felul” al frente. No obstante, este apoyo ha estado condicionado por ciertas garantías, siendo la más importante la formación de un gobierno de coalición encabezado por un político no islamista.
Otras dos condiciones han sido que Morsy sea el presidente de todos los egipcios sin discriminar a nadie y que mantenga el carácter civil (es decir, no religioso) del Estado durante su gobierno.
Junto a estos sectores, otra parte de los revolucionarios ha pedido el voto nulo para forjar un movimiento revolucionario que no reconoce la legitimidad de unas elecciones que han tenido lugar en un ambiente autoritario y sin transparencia. Para ellos, Shafik se ha mostrado como un representante de la autoridad militar mientras que Morsy lo ha sido de la religiosa. Por eso han rechazado la elección entre quien, según sus propias palabras, los “ha matado” y quien “ha sido cómplice de las muertes”.
Esta opción quizá sea la más revolucionaria. Sus partidarios pretenden continuar la lucha hasta el último aliento para que se cumplan los objetivos de la revolución y la resistencia al fascismo, sea cual sea su origen, sin someterse a los juegos de la política ni a su tira y afloja.
Shafik se ha mostrado como representante de la autoridad militar mientras que Morsy lo ha sido de la religiosa
Cabe destacar el posicionamiento a favor de Shafik de otros sectores dentro de los liberales, izquierdistas y nacionalistas (algunos a favor de la revolución) que han cerrado los ojos a la relación del candidato con el régimen de Mubarak, a su confianza casi incondicional, como indica su discurso, en los antiguos dirigentes del difunto Partido Nacional y al apoyo secreto que recibía de la Junta Militar. El argumento de éstos ha sido el temor a una pesadilla que convierta Egipto en un Estado religioso. Por eso han visto en Ahmed Shafik (el militar) ¡“el garante de un Estado civil»!
Todo ello nos lleva a los mecanismos de propaganda llevados a cabo por cada candidato en la lucha contra su rival. Los organizadores de la campaña de Shafik han escenificado una batalla entre el Estado civil y el religioso. De esta manera, todos los que se niegan a convertir a Egipto en un Estado religioso tendrían que ingresar en las filas de Shafik, independientemente de su hostilidad hacia la revolución. La campaña de Morsy, en cambio, se ha centrado en plasmar la cuestión como si fuera un conflicto entre la revolución, representada por Morsy, y el régimen de Mubarak, representado por Shafik.
Es una división que carece de exactitud y exige, en ambos casos, un alto grado de condescendencia para ser aceptada. Shafik ha sido el representante del Consejo Militar y del régimen anterior. Morsy, en cambio, no es representante de la revolución sino de unos Hermanos Musulmanes que recogen ahora los frutos de una revolución que no han impulsado y que además, han dejado de lado en cada encrucijada en la que se les ha necesitado.
Hoy al vino, mañana al destino
Muchos revolucionarios han celebrado la victoria de Mohamed Morsy / derrota de Ahmed Shafik en diferentes plazas del país. Han bebido la copa de la victoria hasta los posos sobre los restos del antiguo régimen y el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas. La mayoría ha alzado el lema “Hoy al vino, mañana al destino” o lo que es lo mismo: hoy la celebración de la elección del primer presidente civil de Egipto y mañana tiempo de oposición y resistencia en caso de que Morsy incumpla las promesas. Igualmente habrá oposición si representa, con su partido, una amenaza para la democracia y las libertades públicas y privadas.
La alegría se disipó por el desconcierto ante la falta de éxito de los candidatos de la revolución
Sin embargo, la alegría se ha disipado por el desconcierto ante la falta de éxito de algunos candidatos importantes de la revolución. Otro factor para el descontento ha sido el golpe militar blando del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas al disolver el Parlamento y emitir un anuncio constitucional que delimita las competencias del presidente y deja obrar libremente a las Fuerzas Armadas formándose así un estado dentro de otro.
Además, se ha transferido a los oficiales del ejército y de los servicios de inteligencia los poderes de la policía judicial, asunto que amenaza a miles de civiles que son perseguidos y deben comparecer ante los tribunales militares. Dicha transferencia hace que Egipto sea una celda cuyos presos sufren opresiones de todo tipo. Es como si los militares suspendieran con la mano derecha la ley de emergencia para imponer, con la mano izquierda, una decisión que se acerca a la ley marcial.
No es ningún secreto que con estas decisiones simultáneas en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se pretenda que el nuevo presidente sea un funcionario al servicio del Consejo Militar y que se vacíe la idea de la entrega del poder a los civiles de todo su contenido. Esto anuncia un conflicto prolongado entre los militares y los Hermanos Musulmanes, que unas veces puede apoyarse en la negociación, el trato mutuo y en juegos de tira y afloja, y otras en la confrontación.
Las fuerzas civiles deben continuar la revolución lejos de la polarización militares / Hermanos Musulmanes
En la misma línea, las fuerzas civiles revolucionarias y liberales se ven obligadas a organizar sus filas para continuar la revolución lejos de la polarización militares/Hermanos Musulmanes, especialmente porque ambos trabajan en llevar a cabo su propia agenda que puede que no coincida con la revolución sino que entre en conflicto con ella y sus objetivos.
Los Hermanos, que permanecieron durante décadas como una organización secreta y cerrada en si misma, trabajan en la realización de su proyecto particular de “la Nahda”, “el Renacimiento”, y en el sueño del supuesto “Califato Islámico”. Mientras, los militares trabajan duro en cambiar la revolución por un golpe militar total que les permita controlar cada uno de los asuntos del país, por muy pequeño que sea, así como conservar la red de sus intereses económicos y financieros y escapar de su responsabilidad por la sangre derramada en los meses pasados.
Una Penélope malvada
A lo largo de un año y medio, Egipto ha sido testigo de masacres sucesivas de las que han sido víctimas decenas de revolucionarios, desde la masacre de Maspiro a la de Mohamed Mahmud y la del Consejo de Ministros. Miles de civiles han sido sometidos a juicios militares y a encarcelamientos en la Prisión de Guerra. La tortura y la violación de los derechos humanos no han cesado. Los jueces han absueltos a los responsables de las matanzas de manifestantes como si éstos hubiesen muerto a manos de seres de otro planeta y no por los aparatos de seguridad egipcios.
Incluso el Parlamento, cuyas elecciones fueron consideradas por el Consejo Militar como uno de los logros más destacados de la etapa de transición, ha vuelto a disolverse por decisión de la Corte Constitucional debido a la inconstitucionalidad de la ley en la que se basaron las elecciones. Como si los militares no hubieran podido recurrir a jurisconsultos expertos en constitución y leyes antes de las elecciones parlamentarias para asegurarse de la constitucionalidad de la ley sobre la que se basarían. En vez de eso, han gastado esfuerzos y dinero y han metido al país en inútiles laberintos constitucionales.
Así actúa el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, como una nueva Penélope que destruye lo anterior para luego tejerlo. Pero se parece a una Penélope malévola con deseos de venganza que insiste en hacer un tejido anudado y enredado en el que haya laberintos y trampas donde caiga todo el que se rebele.
El Consejo de las Fuerzas Armadas actúa como una nueva Penélope que destruye lo anterior para luego tejerlo
Esta nueva Penélope solo es fiel al régimen anterior con sus redes de intereses y herramientas de represión y a condición de conservar la posición más destacada. Liberándose de esta fidelidad ha intentado una y otra vez en los últimos ocho meses tejer la mortaja de la revolución y de los revolucionarios, ahogarlos, a través de maquinaciones y manipulaciones de la ley, capturando a todos los que se han rebelado contra ella.
Se levantaron por la libertad y la dignidad y los hicieron caer en una trampa de juicios militares y restricciones de las libertades. Exigieron un estado de derecho y unos fueron asesinados y otros apresados por el bien de una constitución que garantiza las libertades. La ley ha pasado a ser el títere con el que juegan y se ha hecho la vista gorda ante la discriminación contra los coptos y las mujeres, ante la pérdida de derechos y ante la falta de seguridad en las calles. Posteriormente, se ha acusado a todo aquel que objetara de alterar el orden público y violar la ley y la legitimidad de las urnas.
El apoyo de las fuerzas revolucionarias al candidato de los Hermanos ha esparcido la baraja de los militares
El apoyo de las fuerzas revolucionarias al candidato de los Hermanos Musulmanes ha esparcido por un tiempo la baraja de los militares y los hilos de su tejido. Sin embargo, contar con estas fuerzas es otra iniciativa que exige, más que un reparto de cartas, una nueva composición de los papeles y el escenario como un todo, de acuerdo con las metas de la revolución y al ritmo de su movimiento.
De lo contrario, la dispersión entre las dos partes en conflicto por el poder será inevitable. Los primeros pasos después de organizar las filas tienen que consistir en renunciar a la arrogancia y al desprecio que se tiene a la política, así como empezar a moverse más sobre el terreno y entre la gente común para hacer llegar la idea de la revolución y su significado a las masas que todavía están lejos de ella.
Quizá sea la batalla de redacción de la nueva Constitución el primer reto al que se enfrenten estas fuerzas. La principal apuesta tiene que ser por esta batalla ya que la existencia de una Constitución garantiza las libertades públicas y privadas, promueve los derechos de la mujer y de las minorías y apoya los derechos humanos. Es la verdadera garantía para una transición democrática, que todavía se halla estancada en Egipto.