Opinión

Hijos entre barrotes

Amira Hass
Amira Hass
· 5 minutos

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No se pierde ni una manifestación, y participó también en la que se llevó a cabo el 22 de enero pasado en el centro de Ramalá. Es un palestino de unos setenta años con un gorro blanco en la cabeza y pelo que alguna vez debió de ser rojo. Aquel día llevaba una kefía roja al cuello, tenía los ojos llenos de lágrimas y le temblaban los labios. En la mano llevaba un cartel con la foto de su hijo Rami, bajo detención administrativa en las cárceles de Israel. La foto mostraba a un chico joven. Pero era una foto antigua, muy probablemente hecha antes de que fuera procesado y condenado al inicio de la segunda intifada por haber formado parte del Frente Popular por la Liberación de Palestina y por haber fabricado una bomba colocada en un autobús de Jerusalén, que no llegó a explotar.

Hoy, Rami tiene treinta y nueve años. Después de que fuera puesto en libertad en 2014 se le encarceló de nuevo, sin proceso judicial, solo porque un cargo del ejército israelí dictaminó que representaba “un peligro” y porque algunos funcionarios del servicio secreto Shin Bet les habían susurrado algo al oído de un juez militar que se apresuró a confirmar la orden de detención.

Al igual que Rami, otros 470 palestinos se encuentran hoy en lo que los israelíes llaman detención administrativa. Sin proceso. Sin derecho a saber de qué se les acusa. Sin pruebas. Es una condición opresora que no se sabe cuándo termina: a la mayoría de los detenidos se les prorroga la orden varias veces.

Hay 470 palestinos en detención administrativa: sin proceso, sin derecho a saber de qué se les acusa

El 22 de enero, el viejo llegó a Ramalá, a la plaza Al Manara, junto a los padres de otros prisioneros palestinos, también ellos con la fotografía de sus hijos en la mano. En el pasado, a algunas de estas personas se les procesó por acciones contra la ocupación y acabaron en la cárcel. El miedo por los hijos, sin embargo, es siempre mayor que el miedo por uno mismo.

El mismo día, las fuerzas de élite del servicio de prisiones israelí irrumpieron en las celdas de la prisión de Ofer, que dista menos de siete kilómetros del lugar de la manifestación. Irrupciones similares ya se habían registrado el 20 de enero en Ofer y en otras dos cárceles. Las autoridades aseguran haber confiscado material escrito e “instrumentos de combate” no precisados, así como teléfonos móviles (a diferencia de los los presos de delitos comunes, los detenidos políticos palestinos no tienen acceso a los teléfonos públicos y por eso intentan procurarse móviles, a menudo gracias a que los guardias de la cárcel hacen la vista gorda).

Según los palestinos, en cambio, el motivo de esta intervención violenta y del empeoramiento general de las condiciones reservadas a los prisioneros palestinos es el deseo del ministro de Seguridad israelí, Gilad Erdan, de congraciarse con los miembros del partido nacionalista Likud con la vista puesta en las elecciones de abril.

Se dice que una o dos personas de cada familia palestina han ido la cárcel por oponerse a la ocupación

El servicio de prisiones de Israel ha publicado imágenes y grabaciones de las fuerzas especiales que irrumpen en un ala de la prisión de Ofer, donde hay 1.200 palestinos detenidos. Los agentes van armados con porras y fusiles, tienen la cara oculta bajo máscaras de gas, llevan uniformes negros y grises y van acompañados de perros adiestrados. Con esto bastaría para provocar un infarto a los padres de los prisioneros, que todavía no saben cuánto de verdad hay en las noticias que han publicado los medios de información palestinos: más de cien heridos entre los detenidos, fracturas a causa de los golpes recibidos, uso de gas lacrimógeno, gas pimienta y proyectiles de goma, entre veinte y veinticinco detenidos tratados en el hospital, pero luego otra vez trasladados a su celda. ¿A quién hay que creer?

Algunos abogados se han reunido con los prisioneros que se encontraban en los bloques en los que los agentes no irrumpieron. Todos habían tenido problemas respiratorios a causa del gas lacrimógeno, pero no han confirmado los demás detalles porque no estaban en contacto con los detenidos del ala en el que entraron las fuerzas especiales. Luego, un abogado escribió en Facebook que no había habido tiroteo. El abogado no hablaba de fracturas pero escribió que la mayor parte de los prisioneros tratados en el hospital había experimentado dificultades respiratorias. Deberán pasar algunos días antes de que se esclarezcan todos los detalles. Entre tanto, las familias de los presos están cada día más angustiadas.

Solidaridad tibia

A la manifestación de Ramalá se adhirieron pocas decenas de personas. La esperanza de los organizadores, entre los que destacan el partido Fatah, Hamas y las organizaciones de la izquierda, era la de espolear el público palestino a manifestarse en solidaridad con los presos, que hoy suman unos 5.500.

Se dice que al menos una o dos personas de cada familia palestina han acabado en la cárcel por oponerse a la ocupación. Sin embargo, pocos se unieron a los manifestantes. Los transeúntes los miraban con una mezcla de tristeza y extrañeza o bien continuaban recto sin siquiera mirarlos. Preferían aprovechar el último día de las vacaciones escolares para ir de compras con sus hijos.

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© Amira Hass  | Primero publicado en Internazionale | 4 Feb 2018 | Traducido a partir de la versión italiana de Federica Giardini por Ilya U. Topper

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