La normalidad de la violencia
Amira Hass
“Llévame a un lugar impresionante”, me dijo Robert Fisk, el periodista del Independent, recién llegado de Siria. El mismo huso horario, pocos kilómetros de distancia. Un lugar y una misión periodística que no me atrevo a imaginarme.
Qué impresionante puede ser Ramalá un día de sol, con la calle llena de coches y comerciantes, con los niños saliendo del colegio que se ríen como si no hubiera una torreta militar al lado del muro que separa sus campos de refugiados de un lujoso asentamiento de colonos? El listón de lo que es impresionante no para de subir, mientras el de la “normalidad” sigue deslizándose hacia abajo. Corremos el riesgo de tornarnos insensibles ante toda esta crueldad. He tenido cuidado en no escribir “sufrimiento”. El sufrimiento, en el caso que nos ocupa, es la consecuencia de los actos y de las políticas de Israel.
“Parece una zona en guerra”, me dijo Robert Fisk en Bir Nabala, Ramalá
Creo que conseguí impresionar a Fisk. Me parece que él no simplemente fingía estar impresionado por la tranquila violencia del muro que rodea el bantustán de Ramalá, ni por las piedras que los hijos de los colonos habían lanzado contra el techo de una casa en la periferia de la ciudad, ni por los comercios cerrados y los apartamentos vacíos en un barrio que ha quedado aislado por el muro. “Parece una zona en guerra”, me dijo Fisk, referiéndose a Bir Nabala, al sur de Ramalá. Sobre una torre militar alguien había escrito “Fueron los judíos los que hicieron el 11-S”. Fisk parecía ofenderse con tanta estupidez. Yo me eché a reir y me di cuenta de lo insensible que me he vuelto.
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© Amira Hass | Primero publicado en Internazionale | 14 Sept 2018 | Traducido a partir de la versión italiana de Andrea Sparacino por Ilya U. Topper
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