Opinión

Lia Pipitone, víctima culpable

Saverio Lodato
Saverio Lodato
· 5 minutos
Opinion Mgf

Palermo | Abril 2024

Cuarenta años después, lo dice el Tribunal Supremo: a Lia Pipitone la mató la mafia. Los tiempos, a veces, son estos.

¿Lia Pipitone? Pero, ¿quién era?

Quizás la mataran porque se lo buscó. Es lo que pensaríamos, vista la decisión que tomó Sicilia hace un mes de poner negro sobre blanco que Lia Pipitone “no tiene la condición de víctima inocente de la mafia”. Entiendo, pues, que según los refinados juristas del Palacio de Orleans, sede de la presidencia de la Región Siciliana, hay “víctimas culpables”.

Por tanto, ningún reconocimiento institucional en nombre de su memoria. Ningún nombre grabado en el granito de una lápida; ninguna fecha de nacimiento ni de muerte.

Lia se rebeló por amor contra las leyes del clan, una causa no prevista por los ministerios que se ocupan de la financiación destinada a las víctimas afectadas por la crueldad de la mafia.

Una mancha en el historial de la antimafia. Estamos escribiendo sobre una gran historia que grita venganza.

Lia era culpable, a los ojos de sus familiares de Cosa Nostra, de una relación extramatrimonial

Lo que ocurrió —y que ha sido bien recapitulado en nuestra revista por el periodista Jamil El Sadi— puede resumirse así: Lia Pipitone fue asesinada el 23 de septiembre de 1983, con 25 años, durante un atraco fingido en la calle Papa Sergio, en Arenella, el barrio costero de Palermo donde vivía, a manos de los mafiosos del barrio, y con el consentimiento tácito de su padre, el antiguo capo Antonino Pipitone. 

Lia era culpable, a los ojos de Cosa Nostra y a los ojos de sus familiares de Cosa Nostra, de una relación extramatrimonial.

Era la época de la gran guerra de las mafias, cuando había decenas de víctimas por las calles de Palermo, y ni hablar de encontrar los auténticos motivos de las ejecuciones individuales.

Años y años de investigaciones confusas, abiertas, cerradas y reabiertas, de engaños, rumores filtrados por los colaboradores de la justicia, hasta que, el 17 de julio de 2018, la jueza Maria Cristina Sala, en un procedimiento breve, condena como instigadores del delito a los capos Vincenzo Galatolo y Antonio Madonia a 30 años de prisión. 

La jueza escribe en la sentencia: “El homicidio de Lia Pipitone se gestó en Cosa Nostra… de manera que la muerte de la chica pareciera el trágico epílogo de un robo, con la finalidad de ocultar las motivaciones reales y efectivas del delito”.

Palabras análogas, asimismo definitivas, utilizó el 10 de junio de 2020 la segunda sección del Tribunal de Apelación de Palermo, presidida por Fabio Marino, confirmando las condenas de primera instancia. Finalmente, el veredicto del Tribunal Supremo, en 2022, confirma de nuevo las condenas. El padre de Lia, sin embargo, fue absuelto del cargo de consentir el asesinato de su hija decretado por los capos.

Llegados a este punto, el proceso de investigación y judicial finaliza después de décadas. Ya era hora. Lo lógico sería que donde Lia fue asesinada, en la calle Papa Sergio 1, en Arenella, se pusiese una placa en memoria de la víctima. Y así lo habían propuesto los chicos de la asociación Libera, del párroco don Luigi Ciotti.

Parece fácil poner una placa en Italia.

La presencia del nombre de Lia Pipitone perjudica el valor de mercado del inmueble. ¿Era un fantasma?

El propietario del inmueble es ahora Giovanni Benfante, un oficial de los Carabinieri ya jubilado, que declara: “Podría sufrir un gran daño económico por la placa. Es un almacén que estoy reformando para intentar sacar beneficio vendiéndolo o alquilándolo. Y ya tengo una propuesta de alquiler para este verano”. En resumen, pretende beneficiarse de su derecho a oponerse a la colocación de la placa.

Los chicos de Libera, llegados a este punto, propusieron poner una placa en el suelo. Nada que hacer. La historia es siempre la misma: se causaría un daño económico. La presencia de ese nombre —Lia Pipitone, nacida en Palermo el 16 de agosto de 1958, asesinada en Palermo el 23 de septiembre de 1983— perjudica el valor de mercado del inmueble. Un poco como las casas que, según las leyendas, están habitadas por fantasmas. Historias que siempre se han escuchado, desde tiempos inmemoriales. Se quedan vacías durante años. Nadie quiere vivir en ellas. La gente tiene miedo. Periódicamente los propietarios bajan los precios, tal vez tratando desesperadamente de venderlas por debajo de su coste real. Nada que hacer. Esas casas nadie las quiere y terminan por derrumbarse.

¿Lia Pipitone era un fantasma? Depende bajo qué punto de vista. En la Italia de hoy en día, quizá sí. En la Sicilia y la Palermo de hoy en día, quizá sí. Para la Italia de ciertos periódicos y de ciertos intelectuales, quizá sí. ¿Y qué piensan de todo este asunto, por ejemplo, el presidente de la región siciliana, Renato Schifani, o el alcalde de Palermo, Roberto Lagalla?

Díganlo. Nos gustaría escuchar sus palabras. Quizá, simplemente, podrían tomar la iniciativa de pagar el valor del inmueble a Giovanni Benfante, el “propietario”, y reconocer a Lia como víctima de la mafia. Su hijo, Alessio, tenía cuatro años el día del delito. Desde entonces no ha visto rehabilitada la memoria de la madre. 

En mi opinión, tiene pleno derecho. Exactamente como tantos otros familiares de víctimas de la mafia más ilustres que Lia, que cuando salen a la calle para los aniversarios quizá se encuentran al lado justo de Schiafani e Lagalla, siempre por ejemplo.

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© Saverio Lodato · Publicado en Antimafiaduemile · 1 Abril 2024 | Traducci´ón del italiano: Azahara Mengual Monteagudo