Opinión

La memoria sin historia

Saverio Lodato
Saverio Lodato
· 5 minutos

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Una vez, en alguna parte, Leonardo Sciascia observó que “Italia es un país sin verdad”. La referencia de actualidad era, en aquel caso, la página negra del secuestro y el asesinato de Aldo Moro a la cual, más adelante, Sciascia dedicaría su libro El caso Moro.

Pero que Italia fuera, haya sido siempre y –como se ha visto– siguiera siendo “país sin verdad” representó siempre el hilo conductor de la lectura del autor de Racalmuto de las páginas más controvertidas de nuestra historia. Es una herencia interpretativa que las décadas sucesivas se han encargado de confirmar más que desmentir.

La masacre de las Fosas Ardeatinas, con la macabra contabilidad del “10 por 1”, llega al teatro

No existen hechos históricos italianos definidos de una vez por todas, siendo interminable el juego de los “favorables” y de los “contrarios”, de los “inocentistas” y de los “culpabilistas”, de modo que puede parecer que nada llega a ser resuelto de una vez y para siempre.

Tomemos por ejemplo la bárbara masacre de las Fosas Ardeatinas, con la macabra contabilidad del “10 por 1” en respuesta al atentado partisano de la calle Rasella. Estamos hablando, ahora, de hace 72 años. En un país “con su verdad”, sería un asunto viejo. Entregado a la historia, cristalizado como cosa juzgada, con culpables e inocentes.

Y sin embargo, basta ir al teatro a ver la evocación de lo que ocurrió en Roma el 24 de marzo de 1944, por efecto de una mortal sinergia entre la ferocidad nazi y la bellaquería militar italiana, para darse cuenta de cuánto queda aún por excavar, por profundizar, antes de pasar la palabra a los archivos. Se titula Tantas caras en la memoria este cuento coral, firmado por Francesca Comencini, en el cual la palabra es para las mujeres, las esposas, las hijas de los hombres cruelmente asesinados en las Ardeatinas, y a las partisanas que perpetraron el atentado de la calle Rasella.

Hay quien depone las armas tras la Liberación y hay a quien, en cambio, le cuesta entregar la pistola

Recuerdo de las féminas, con aquella capacidad femenina de poner el foco sobre los aparentes “detalles” que la Historia no cuenta. Son seis: Lunetta Savino (Ada Pignotti, viuda de Umberto Pignotti), Carlotta Natoli (Gabriella Polli, hija de Domenico Polli), Simonetta Solder (Vera Simoni, hija de Simone Simoni), Chiara Tomarelli (Carla Capponi, medalla de oro de la Resistencia), Mia Benedetta (Lucia Ottobrini, medalla de plata), y Marisa Musu (medalla de plata).

Pero estas seis (voces extraídas de las grabaciones recogidas durante años por el historiador Alessandro Portelli) no piensan en absoluto del mismo modo. No componen un único testimonio dogmático. Hay quien por ejemplo reprocha al padre no haber vestido aquella “camisa negra” que en aquel tiempo hacía todo mucho más fácil. Hay quien, al cabo de los años, se pregunta si la masacre se habría podido evitar si “el culpable se hubiera constituido”.

Y hay quien, por el contrario, hace de contrarréplica recordando que los alemanes habían ya seguido con la masacre incluso antes de imprimir aquel manifiesto que, a posteriori, debía justificar el “simple acto de guerra”. Hay quien, durante décadas, no tuvo el tiempo de llorar, siendo impelida a dejar atrás los recuerdos por amor a sus tres hijas. Hay quien se encontró pasando a ser de esposa joven a viuda para siempre (y rarísimas, de hecho, fueron en realidad los casos de viudas que volvían a casarse). Hay quien depone inmediatamente las armas ante el advenimiento de la Liberación y hay quien en cambio le cuesta entregar la pistola.

“¿Lo de las Fosas Ardeatinas? Pero si en el fondo con el atentado de la calle Rasella se lo buscaron…”

Una escenografía escueta. Como escuetas son en su postura las seis actrices deprimidas en sus sillas como si fueran seis maniquíes inanimados. Gesticulan lo justo, son las palabras que hablan, por un momento una voz se rompe, desentona, y eso se vuelve necesario para explicar que también entonces fueron los romanos quienes dijeron: “¿Aquello de las Fosas Ardeatinas? Pero si, en el fondo, con el atentado de la calle Rasella se lo buscaron…”

Habla de la Italia de hoy Tantas caras en la memoria. Habla de las “medias tintas”. Habla de las verdades válidas para todas las épocas. Habla del innato gusto por el compromiso que no consiente jamás hacer entender qué es blanco y qué es negro. Y miren si fueron interminables las historias en territorio italiano de Kappler y Priebke, con arrestos, fugas, nuevos arrestos, condenas y prescripciones.

Kappler y Priebke estuvieron en las Ardeatinas, vaya si estuvieron. Pero en el país “sin verdad” del que hablaba Sciascia, la culpabilidad de los dos verdugos era como si se destiñera. Bastaba establecer un nexo de causa y efecto entre la calle Rasella y las Ardeatinas y el juego estaba hecho. ¿Verdugos? ¿Víctimas?¿Y quién puede decir eso en la Italia sin verdad?

Será tal vez por esto que las funciones del valiente espectáculo de Francesca Comencini ven acudir a algunos supervivientes de entonces, pero sobre todo a los jóvenes de hoy que en los libros de escuela no encontrarán nunca escrito con letra clara que el atentado de la calle Rasella fue un gesto heroico contra la invasión, y las Ardeatinas el feroz golpe de cola de un tiburón herido.

Las seis actrices de 'Tantas caras en la memoria' (Fotografía tomada de Antimafiaduemile)
Las seis actrices de ‘Tantas caras en la memoria’ y la dramaturga | © Fabio Lovino   

 

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