Misa a domicilio para mafiosos
Saverio Lodato
A veces vuelven.
Veinte años después, hubiéramos pensado de todo menos volver a tener que hablar – en el ámbito de la crónica, claramente – de tal Mario Frittitta, carmelita y párroco de Santa Teresa alla Kalsa, que esparcía incienso y páginas de las vidas de los santos en honor al jefe mafioso Pietro Aglieri, asesino, según la sentencia del Tribunal de Casación, y que fue fugitivo durante dos años. Hoy en día Aglieri está condenado a cadena perpetua, y allí lo hubiéramos dejado con mucho gusto. Si nos vemos obligados a volver a sacar a la luz su nombre, no es por nuestro afán de persecución sino por el pésimo gusto, –para definirlo de alguna manera– de su sacerdote de confianza de aquella época. El carmelita Frittitta, por supuesto.
Él mismo, en 1997, esposado por los agentes de la policía de Palermo acabó en las páginas de los periódicos de todas partes del mundo, por haber tenido la costumbre de celebrar misa a domicilio, es decir, en la cueva secreta del mafioso fugitivo Aglieri, con la justificación –usando sus palabras– de querer “convertirlo”.
Frittitta celebraba misa en la cueva secreta del mafioso fugitivo Pietro Aglieri
El sacerdote pasó unos días en la cárcel, fue exiliado, por precaución, a parroquias del Norte, condenado en primer grado durante unos años por encubrimiento, luego la apelación y el Tribunal de Casación lo absolvieron y le devolvieron la aureola. Porque un sacerdote – así sentenció la Corte Suprema – no tiene la obligación de informar a las fuerzas de policía de los eventuales delitos que descubre a la hora de confesar a los criminales.
Aplausos para Frittitta por parte de los creyentes de su parroquia nada más volver a su rebaño, un guiño del obispo de aquella época, elogios exagerados que pretendían defender la presunción de inocencia de Padre Mario, firmados por los columnistas “equidistantes” que nunca faltaron.
No nos acordábamos de él.
Ni siquiera sospechábamos, veinte años después, de volver a encontrarlo en el mismo sitio. Pero, evidentemente, los obispos van y vienen, solo Frittitta es inamovible. Y él, de manera provocativa, dan ganas de decir astuta, vuelve a ser el centro de la escena acercándose a otro nombre principal de Cosa Nostra, es decir Masino Spadaro; uno de los mayores traficantes de heroína durante la época de Falcone y Borsellino, fallecido en Perugia hace un mes, mientras, por motivos de salud, cumplía su condena de prisión domiciliaria: treinta años por el homicidio del comandante de los carabineros Vito Ievolella.
La Jefatura, por motivos de orden público, había prohibido oportunamente el funeral. Pero la parroquia de Santa Teresa alla Kalsa, evidentemente, es “cosa suya”: de Frittitta. De hecho, el párroco el jueves por la tarde se explayó en otro sermón bien elaborado en honor de la enésima ovejita desaparecida. Y hasta aquí, el benévolo vicio de Frittitta, que parece ser siempre el mismo. Y acerca del cual no tenemos nada que decir.
La novedad está en el hecho que, esta vez, se le ha ido la mano, como se suele decir. Y a la pregunta del periodista de Repubblica, Salvo Palazzolo, acerca de cómo se puede beatificar a los mafiosos cuando pasan a mejor vida, él le ha contestado, con un tono no propiamente religioso: “Cuidado a cómo utiliza sus palabras, porque si no lo va a pagar. Porque el Señor castiga estas cosas”. Palabras fuertes.
Un exorcista, por razones de su ministerio, alguna vez deberá estar cara a cara con el demonio
El arzobispo de Palermo, Carmelo Lorefice, subrayando “la incompatibilidad de pertenecer a organizaciones mafiosas con la anunciación del Evangelio” ha condenado tajantemente las afirmaciones de Frittitta. Bonitas palabras de un alto cargo eclesiástico. Pero muy insuficientes.
Y nosotros aún no estamos satisfechos.
Que quede claro: la Iglesia puede permitirle a Frittitta llorar todos los mafiosos que quiera, y él, por lo visto, conoce y, por motivos religiosos, ha tenido relación con muchos de ellos. Incluso un exorcista, por razones de su ministerio, alguna vez deberá estar cara a cara con el demonio, y por eso no nos atreveríamos a echarle la culpa.
Pero amenazar a un periodista por sus preguntas, eso no. Eso no está permitido a nadie.
El derecho canónico no tiene nada que ver. A lo mejor sí el derecho eclesiástico que, imaginamos – desconociendo el tema– obliga a la Iglesia a respetar el Estado italiano, con todas sus leyes, incluyendo aquella que prohíbe amenazar a alguien. En el caso de sacerdotes “prestados” a Cosa Nostra, es la ley italiana la que tiene que hacerse cargo. Pero cualquier referencia al tema en cuestión es pura casualidad.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 19 Mar 2019 | Traducción del italiano: Carolina Pisanti
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