Las venas abiertas de la Magistratura
Saverio Lodato
El poder judicial italiano, a la intemperie. Las venas abiertas, cabría decir mencionando un antiguo libro de Eduardo Galeano, de la magistratura italiana, duramente tocada pero no hundida por el escándalo Palamara. ¿Sirven para algo las inauguraciones regionales del año judicial? Si y no. Con su carácter anual, llevan una carga inevitable de glorificación de las formas, de opulencia de togas rojas y capas de armiño, que subraya escénicamente la separación de los jueces de los abogados, de los jueces de los imputados, de los jueces de los ciudadanos comunes.
Pero cuando un país como Italia explota por contradicciones criminales, fuertemente ligadas al poder y a su corrupción, el ritual languidece, palidece en tiempo real, se revela claramente inadecuado para la barbarie de hoy en día. Y nunca antes como en este 2020, los ojos de la opinión publica han mirado hacia la inauguración de un año judicial para sacar pistas de reflexión sobre el estado de un poder que, muchos, demasiados, quisieran derribar o por lo menos humillar; denigrar o por lo menos mutilar.
Teniendo en cuenta solo los ejemplos mediáticos más clamorosos, ¿qué demostraron las intervenciones de Piercamillo Davigo o Nino Di Matteo, Nicola Gratteri, Sebastiano Ardita o Roberto Scarpinato, escrupulosos en el diagnóstico, sin piedad a la hora de enumerar las responsabilidades?
Que estos magistrados caigan mal a los poderosos y corruptos es toda una medalla de honor
Han demostrado que hay vida en el planeta de las togas.
Que hay cabezas pensantes, que se preocupan de corazón por el destino de una mejor Italia.
Que hay magistrados que, por su competencia ampliamente demostrada, sabrían dirigir bien el Estado, mucho mejor que ciertos políticos de profesión.
Que estos magistrados caigan mal a los poderosos y corruptos, que estén en la mirilla militar de los criminales, que los machaquen en primera plana ciertos periódicos mantenidos por fondos públicos, y no por los lectores, son todas medallas de honor, pergaminos de enmarcar, palmarés del que sentirse orgulloso.
¿Y la abogacía? La abogacía que también se decora con toga y gallardetes, ¿qué hace?
Como ocurrió en Milán, el noble gesto de dar un portazo.
Me pregunto si entre los deberes morales de un abogado, al margen de defender a su cliente, no esté también lo de luchar por un mejor futuro de Italia.
En Milán han aparecido en su mayoría los clientes y los imputados para ser representados. Una ocasión perdida para una abogacía que quisiera ser moderna y estar al día con los nuevos tiempos.
Que lastima.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 2 Feb 2020 | Traducción del italiano: Valeria Guerriero
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