Los protocolos de los sabios de Anti-Sion
Uri Avnery
Yo estaba temblando de miedo.
Un señor muy bien arreglado apareció en la televisión. Se le identificó como el jefe de una asociación llamada Re’uth (‘Visión’), cuyo objetivo es hacer un seguimiento a los grupos que niegan la legitimidad del Estado de Israel.
Lo que han descubierto es realmente aterrador. Los enemigos de Israel, nos cuentan, ya no creen que pueden destruir Israel por la fuerza de las armas. En vez de eso han adoptado una nueva estrategia: provocar el colapso de Israel negando nada menos que su legitimidad.
Las iniciativas de pequeños grupos locales en diversos países no son lo que parecen. ¡En absoluto! Son parte de una conspiración, organizada y coordinada a nivel mundial, que utiliza todo medio a su alcance para conseguir su malvado objetivo. A diferencia de los “Protocolos de los Sabios de Sion”, esos documentos falsos fabricados hace cien años, ésta es una conjura verdadera, algo así como los “Protocolos de los Sabios de Anti-Sion”.
¿Quiénes son los agentes secretos de la conspiración que está amenazando la legitimidad de Israel?
Sólo faltaba un detalle en el descubrimiento: ¿dónde están los secretos cuarteles generales de esta conspiración internacional?
Afortunadamente, yo puedo aportar esta información ausente. Por muy chocante que pueda sonar, los cuarteles de los Sabios de Anti-Sion se hallan en Jerusalén.
La organización Re’uth es un grupo de aficionados y sólo se ocupa de síntomas superficiales. A diferencia de ellos, yo me he dedicado a una investigación en profundidad.
¿Quiénes son los agentes secretos de la conspiración que ahora está amenazando la legitimidad de Israel? ¿Quiénes son los que entregan una munición letal contra nosotros a todos los grupos antiisraelíes del mundo?
Aquí viene una lista preliminar de los conspiradores más peligrosos:
A la cabeza de la lista aparece, por supuesto, Avigdor Ivett Lieberman, que empleó su astucia para alcanzar el cargo de ministro de Exteriores de Israel. En menos de año y medio, Lieberman ha conseguido minar la legitimidad de Israel en muchos países hasta un límite irreparable.
El que haya conseguido ser nombrado ministro de Exteriores es, ya de por sí, un éxito asombroso para alguien con su trayectoria. En todo el mundo se le considera un racista desenfrenado, a cuyo lado el francés Jean-Marie Le Pen y el austríaco Jörg Haider parecerían devotos demócratas. Desde que fue nombrado en su cargo, muchos de sus homónimos internacionales rechazan dejarse ver en su compañía. Lo evitan como a la peste.
Desde que fue nombrado ministro, Lieberman ha conseguido que a Israel se le odie en muchos países
Desde entonces, Lieberman ha conseguido que a Israel se le odie en muchos países. Ha llamado antisemitas a los suecos y a los noruegos. Insultó a los turcos, cuando su obediente viceministro humilló públicamente al embajador turco, sentándolo en un nivel más bajo que el suyo propio. Le ha dicho al presidente de Egipto que se vaya «al infierno”. Parece que se sienta en su oficina cada mañana, dándole vueltas a un globo terráqueo y preguntándose: “¿A qué país puedo insultar hoy?”
Ahora no queda casi ningún país en el mundo dispuesto a recibirle, excepto bajo presión. Su actividad como ministro de Exteriores se limita sobre todo a los cuatro países conectados con sus orígenes: Moldavia, Bielorrusia, Ucrania y Kazajistán. Ningún ministro de Exteriores israelí podría haber dañado más la legitimidad de su país.
Pero Lieberman compite con un rival muy serio: el ministro de Defensa, Ehud Barak.
En los últimos días, éste ha conseguido lo imposible: convertir el ejército de Líbano, también, en un enemigo.
Para valorar la envergadura de esta hazaña, uno tiene que recordar que, hace sólo cuatro años, Israel prácticamente dio un ultimátum, exigiendo que el ejército libanés se desplegara a lo largo de la frontera israelí. Era una de las condiciones de Israel para poner final a la Segunda Guerra de Líbano. Sólo el ejército libanés podía garantizar la calma en la frontera, según decidieron los maestros estrategas en Jerusalén. A la fuerza de Naciones Unidas, UNIFIL, la trataron con un desprecio apenas velado.
Ehud Barak ha conseguido lo imposible: convertir el ejército de Líbano, también, en un enemigo
Esta semana, el ejército libanés abrió fuego sobre tropas israelíes y mató al comandante de un batallón. ¿Cómo pudo ocurrir eso? En varios lugares hay minúsculos enclaves entre la valla fronteriza israelí y la frontera internacionalmente reconocida. Si hablamos de soberanía, estos enclaves pertenecen a Israel. Los terrenos, sin embargo, los cultivan campesinos libaneses. El ejército israelí decidió “podar” los árboles en estas zonas para facilitar la observación.
Los libaneses anunciaron de antemano que se oponían a esto. UNIFIL pidió a Israel que esperase hasta que su comandante regresase del extranjero, para que pudiera mediar. El ejército israelí se negó a esperar y envió una excavadora. Cuando el brazo de este monstruo sobrepasó la valla, los soldados libaneses, tras unos cuantos gritos de advertencia, abrieron fuego.
¿Una persona normal habría puesto en peligro las relaciones con el ejército de Líbano por algunas ramas de árbol? Por supuesto que no. ¿Hacen falta más pruebas para demostrar que Barak actúa bajo las órdenes de los Sabios de Anti-Sion?
Pero éste es sólo el último ejemplo. Queda eclipsado por el caso de la guerra de Gaza (‘Plomo fundido’). No hace falta repetir los detalles de la operación: la matanza generalizada de civiles, entre ellos centenares de mujeres y niños, la demolición de edificios, incluyendo colegios y mezquitas, el uso de armas crueles, como el fósforo blanco, la negativa a dar asistencia médica a los heridos, el bloqueo de las rutas de escape etcétera etcétera.
‘Plomo fundido’ causó conmoción en todo el mundo. En muchos países, los grupos antiisraelíes salieron como setas tras las lluvias de otoño. La tan lejana Gaza se convirtió en el centro de la atención mundial.
‘Plomo fundido’ causó conmoción en el mundo: los grupos antiisraelíes salieron como setas tras la lluvia
A Barak no le pareció suficiente. Convenció al gobierno para que boicoteara la comisión de investigación nombrada por Naciones Unidas, encabezada por un juez judío sionista, Richard Goldstone. La comisión hizo su trabajo de todas formas y sus resultados detallados acusaban a Israel de crímenes de guerra. En lugar de investigar, admitirlo, disculparse y pagar compensaciones, Barak lanzó una campaña de difamación personal contra el juez, que únicamente incrementó el daño a Israel. De forma tardía, el ejército israelí inició una investigación por su cuenta, que recientemente confirmó los resultados del informe Goldstone. ¿Qué luz arroja esto sobre Barak?
Pero ni siquiera con esto le bastaba. Lo que reveló toda su capacidad de deslegitimar Israel era el incidente de la flotilla de Gaza. Si se les hubiera permitido a los barcos entregar su cargamento pequeño, simbólico, a Gaza, el asunto se habría olvidado en un par de días. La operación militar de Barak consiguió lo contrario: desde hace meses, el mundo está revuelto, el bloqueo a Gaza permanece en el centro de la atención mundial, nuestra importante relación con Turquía ha sido dañada de forma irreparable.
Cuando Naciones Unidos solicitó a Israel que colaborara con una investigación internacional, Barak reaccionó con desprecio. Y en lugar de nombrar al menos un Comité Estatal de Investigación con plenos poderes, el gobierno israelí anunció una comisión carente de poder, sin credibilidad alguna y sin un mandato serio. Y tras causar todos estos perjuicios, esta semana el gobierno israelí aceptó colaborar, después de todo, con la comisión de Naciones Unidas. Es la historia clásica del criado que le trae a su patrón un pescado podrido del mercado. Cuando se le da a elegir entre comerse el pescado él mismo, ser azotado o ser desterrado, elige comer el pescado pero no consigue acabárselo. Al ser azotado no lo soporta y elige el destierro. Así que se comió el pescado podrido, le azotaron y fue desterrado.
Sin duda, los Sabios de Anti-Sion deberían otorgar a Barak el título de ‘héroe de la deslegitimización’.
El tercer puesto en la lista corresponde, desde luego, al ministro de Interior, Eli Yishai.
Todo el mundo sabe que Israel es el Estado de los supervivientes del holocausto, un Estado que encarna los valores básicos del pueblo judío. Ésta es la pieza central de nuestra ‘hásbara’ (literalmente ‘explicación’, en realidad propaganda).
La prueba eminente para esta pretensión debería haber sido nuestra actitud hacia los refugiados lastimeros, los supervivientes de masacres que llegan a nuestro país y piden asilo.
Si eso es así ¿por qué el ministro de Interior hace todo lo que está en su poder para demostrar justo lo contrario?
El gobierno expulsa a 400 niños refugiados nacidos en Israel, que hablan hebreo y no conocen otra patria
Desde hace años, el Ministerio maltrata a los refugiados de África y otros lugares. Los escuadrones del Ministerio, especializados en la caza del hombre, detienen a los supervivientes de Darfur, que arriesgan su vida para alcanzar Israel tras atravesar el desierto del Sinaí, los encarcelan y luego los deportan.
Esta semana, el gobierno decidió expulsar a 400 niños refugiados que han nacido en Israel, hablan hebreo y nunca han conocido otra patria. Esto evoca las memorias trágicas de los años 30 del siglo XX, cuando los refugiados judíos de Alemania no podían encontrar asilo en ninguna parte y se les devolvía al infierno nazi.
Es verdad que Israel no es el único país del mundo que maltrata a los ‘inmigrantes ilegales’. Muchos países, desde Estados Unidos hasta Francia, hacen lo mismo. Pero Israel pretende ser El Estado Judío, y el maltrato de niños refugiados es un golpe mortal a la base de su legitimidad.
La lista es larga.
El otro pilar central de la legitimidad de Israel es su pretensión de que somos “la única democracia en Oriente Medio”.
Si eso es así, ¿qué decir del juez de Jerusalén que declaró culpable y condenó a un hombre por violación únicamente porque el acusado y su nueva novieta israelí tuvieron sexo de mutuo acuerdo a los pocos minutos de conocerse y él le ocultó que era ―¡cielos!― un árabe?
¿Qué decir del ministro de Policía que apoya públicamente a un policía que le puso la pistola en la cabeza a un ladrón y le disparó a bocajarro, mientras el hombre estaba sentado en su coche intentando escapar, porque era árabe?
Todas estas cosas, y muchas más, contribuyen cada día a la conspiración mundial que aspira a deslegitimizar el Estado de Israel. Pero ¿quién es el cabecilla de la conjura?
Todas las pruebas señalan en la misma dirección: en la del hombre que nombró a todos estos agentes en sus cargos, donde causan daños irreparables: Binyamin Netanyahu. Un magistral conspirador que se esconde tras la fachada de un político incompetente.
Como todos sabemos, los ‘Protocolos de los Sabios de Sion’ fueron fabricados por la policía secreta del Zar ruso, basándose en un tratado del siglo XIX que originalmente fue escrito contra Napoleón III.
Los ‘Protocolos de los Sabios de Anti-Sion’ los están componiendo en estos momentos Binyamin Netanyahu y sus compinches.