La asesina del sueño
Mansoura Ezeldin
En mi lucha contra el insomnio, me veo como si estuviera perforando mi corazón con una aguja en búsqueda de la nada. Mi insomnio se convierte en un espejo malvado que me devuelve, cuando lo miro fijamente, todo lo que he intentado esconder, todo aquello de lo que he intentado huir.
Este insomnio fue la maldición de Macbeth que la expresó con su famosa frase: “¡Maté al sueño!” Aquí, el insomnio es un delito que se acerca al asesinato y el que no puede dormir es un delincuente que le arrebata la vida al sueño.
Macbeth mató no sólo a Duncan mientras estaba durmiendo, sino también al sueño, así pues, se convirtió a un esclavo da las noches en las que no hay somnolencia.
En mis horas sin dormir, me viene a la mente Macondo, el pueblo imaginario de García Márquez, contagiado por la plaga del insomnio. Cojo un libro de Emil Cioran pero aunque intente ocuparme con la lectura, me veo como Macbeth.
En mis horas sin dormir me viene a la mente Macondo, contagiado por la plaga del insomnio
Me siento como una asesina del sueño y de la serenidad. Los remordimientos aúllan en mi interior. Se me ha negado el derecho a los sueños que consideraba como ventanas abiertas sobre los espacios de la imaginación. Mis ansiedades toman cuerpo delante de mí y casi puedo verlas ante mis ojos. ¿Que sucedería si me convertiera en otro Macbeth y sufriera el castigo de estar eternamente despierto? La terrible pregunta se hace gigantesca en mi cabeza.
Soy la hija del día y mientras éste dure rehuyo la noche. He empezado a ponerle coto a mis días y a domarlos, a recortarles las uñas en espera de una noche en la que no dormiré.
Mi noche empieza con la convicción en el alma de que el sueño llegará con toda certeza. Me abandono a la cama con los ojos cerrados. Y cuando el sueño flirtea conmigo, empiezo a parecerme a una cebolla a la que le han despojado de su piel. Comienzo a quitarme cáscara tras cáscara en la esperanza de llegar a alguna esencia, y al final no hay sueño ni esencia alguna.
Llego a la conclusión de que toda la cuestión se reduce a los pensamientos que van y vienen como el péndulo del reloj sin llegar a ningún resultado concreto. Arrancar las cáscaras me lleva tan solo al vacío. Porque el vacío es la única esencia, el único significado del insomnio.
Hay quien dice que somos todos prisioneros del sueño de un dios que duerme
Me consuelo con que Cioran consideraba al insomnio una característica del ser humano, pues no hay animal que eche en falta el sueño o no pueda dormir cuando desee. Me reconforta pensar que el insomnio de Harun Rachid y sus paseos nocturnos por las callejas de Bagdad desembocaron en algunas de las mejores historias de las Mil y Una Noches. Pero todo esto no hace más que aumentar mi alerta forzosa.
Hay quien dice que somos todos prisioneros del sueño de un dios que duerme. Y si no podemos dormir es porque debemos formar parte de su ensoñación eterna. Oh dios que estás durmiendo, despierta de una vez para que yo me libere de mi insomnio y de tu descuido. No dejes que pase hora tras hora sin poder hacer otra cosa que repetir con Macbeth: He matado el sueño.
Me convierto en un eco triste del héroe de Shakespeare mientras espero a la lechuza de Minerva, que sólo vuela de noche para conversar con los insomnes y traerles inspiracones. Así dijo Hegel, y a Hegel le creo.