Matteo Messina, mudo en vida, mudo en la muerte
Saverio Lodato
Palermo | 25 Sep 2023
·
Una máscara se marcha.
Ahora él también tendrá su pedestal.
Ahí va Matteo Messina Denaro, tan rápido en morir como, por el contrario, increíblemente prolongada había sido su vida en clandestinidad. Y se va con la boca cerrada, sin derramar el saco negro de sus secretos, como un enfermo terminal que no ha tenido tiempo para un rapto de conciencia humana. Sólo tuvo raptos notariales, para poner las cartas en orden. El caso es que su máscara ya había sido profusamente retocada.
Su retrato ya había sido hábilmente preparado para la eternidad, para ese panteón de estatuas de cera que desde hace más de siglo y medio reviste los rostros de aquellos capos de la Cosa Nostra que han tiranizado perennemente Italia entre fábulas y leyendas, sangre real y crímenes atroces, encubrimientos insospechados y misterios sólo aparentes, masacres perfeccionadas en los laboratorios de un poder que nunca ha desdeñado la ayuda de las mafias de turno.
Llevó algún tiempo dar forma a una estatua plausible para la posteridad. Una posteridad que, como sucede con sus contemporáneos, no debería ser perturbada demasiado.
Lo que queremos decir es que su captura, el 16 de enero de este año, había entregado a los investigadores un criminal un tanto engorroso. Alguien difícil de domar, de engatusar o presionar para lograr acuerdos con la Fiscalía. Y nos atrevemos a decir a prueba de arrepentimientos, porque tiene que arrepentirse el mafioso que en su delirio de omnipotencia hizo la guerra al Estado, no el mafioso que actuó, voluntaria o involuntariamente, en nombre del Estado.
Matteo Messina Denaro.
Treinta años de matón.
Alma oculta de las masacres de 1992-1994.
Hijo de un gran criminal, Francesco, el «don» Ciccio de un Castelvetrano de tiempos pasados; pero es un Castelvetrano que sigue ahí, inmóvil, indiferente a la frenética sugestión de los tiempos, donde con omertà y falsas identidades sigue siendo un juego de niños proteger a los Padrinos.
Tampoco hay que olvidar nunca que su padre, muerto de muerte natural, fue encontrado por su familia tendido y vestido de fiesta a la sombra de los olivos, para que todos supieran que a «don» Ciccio solo le había llegado la mano de Dios, y no la del Estado. Hijo pero también ahijado, habría que decir en el caso de Matteo.
Matteo Messina Denaro no era un gigoló anciano de la Riviera francesa
Ahijado, en efecto, de Totó Riina, que de niño lo estrechó amorosamente entre sus brazos, vislumbrando en él —como sucedería más tarde— al heredero designado del viejo «don» Ciccio.
La noble sangre mafiosa, Matteo la tenía, y mucha.
Y esa sangre la había honrado a lo grande. Con algunos caprichos humanos, por supuesto, pero sin desviarse nunca del camino que era su destino.
Falcone y Borsellino formaban parte de su lista de premios. Como sus escoltas. víctimas también. Como las víctimas civiles en Florencia y Milán, en lugares sagrados tanto para la Iglesia como para la cultura. Como la repugnante eliminación del pequeño Giuseppe Di Matteo, culpable de ser hijo de un padre mafioso y arrepentido.
Y habiendo entrado en posesión, tras la muerte de Bernardo Provenzano, de los archivos secretos de Via Bernini, a disposición de Totò Riina y nunca encontrados por los Carabinieri, los ha custodiado diligentemente. Y quizás, en la misma caja, guardaba al menos una copia de la agenda roja de Paolo Borsellino, una caja negra que todavía hoy asusta a muchos.
Con semejante historial, ¿por qué habría de sorprendernos que hubiera llegado a lo más alto de la Cosa Nostra en nombre de aquella negociación no relevante desde el punto de vista criminal —como quiso explicarnos el Tribunal de Casación para tranquilizarnos— entre el Estado y la Mafia? En cuyo caso sería lógico su interés personal en el plan para asesinar, al son del TNT, al fiscal Antonino Di Matteo, principal acusador en aquel proceso.
Decimos que se va una máscara.
Decimos esto porque durante los ocho meses que estuvo vivo y en prisión, la historia general sobre él hablaba de mujeres y novias, escondites y selfies con enfermeras, relojes y jerséis de ochos, envoltorios de condones y una vida relajada en Castelvetrano. Eran los retoques que se hacían a su auténtica efigie criminal. Una lástima.
Matteo Messina Denaro no era un gigoló anciano de la Riviera francesa.
Tuvimos ocasión de decir, en Otto e mezzo de La7, la misma noche de su captura, que esa misma captura había sido un excelente tanto anotado por los investigadores. Pero eso habría dependido en gran medida de lo que hubiéramos aprendido de su voz en directo. De lo contrario, nos habríamos encontrado ante una gran oportunidad perdida por parte del Estado.
Desgraciadamente, eso es lo que ha ocurrido. Además, la saga no termina aquí.
·
© Saverio Lodato | Primero publicado en: Antimafia Duemila | 25 Sep 2023 | Traducción del italiano: Alejandro Luque