No necesitamos flores
Virginia Mendoza
Me tembló algo por dentro cuando varios agentes de policía me pararon en el centro de Yereván, la capital de Armenia. Quién no se inquieta cuando la policía le interrumpe sin razón aparente. Sin la menor explicación, uno de los agentes se dirigió al coche, volvió con una rosa gigante y se dejó la seriedad en el maletero. Yo iba a trabajar y era ocho de marzo, como hoy. A veces no sabes si es peor que te detengan o que te regalen una rosa de tu tamaño. No es ingratitud. Nunca sé qué hacer con las flores. Y no es que las deje morir: me las entregan muertas.
El ocho de marzo, el mundo se vuelve tan rojo y tan rosa que por momentos parece San Valentín. Tan rojo y tan rosa que resulta difícil aceptar una flor sin cuestionarse si un tapiz no estará ocultando la realidad. Las rosas no nos han traído donde estamos, que tampoco es Jauja. Fueron mujeres; reales y ficticias. Por supuesto, las princesas Disney quedan descartadas en la segunda categoría, en la que sí entraría la Maga de Julio Cortázar.
El ocho de marzo, el mundo se vuelve tan rojo y tan rosa que por momentos parece San Valentín
Si hoy vivimos en relativa igualdad es gracias a mujeres que se enfrentaron a su tiempo y que, entre todas, y poco a poco, hicieron y hacen que el mundo sea algo mejor y menos rosa. No lo hicieron con flores: lo hicieron con palabras y con acciones. De todas ellas, quizá las más infravaloradas sean las rockeras. Mujeres que se lanzaron de cabeza a un mundo de hombres y lo hicieron suyo.
Pienso en Janis Joplin, quien tuvo que soportar que la conociesen como “el chico más feo del instituto”. Decía Joplin que todas las noches hacía el amor con miles de personas y se iba a casa a dormir sola. Pienso en Nancy Sinatra y en sus ansias de volar sola cantando “These boots are made for walking”. Pienso en Patti Smith, tan alejada de los cánones femeninos. De la “madre del punk” y miembro del movimiento musical feminista Riot Grrrl, se ha dicho que alguna vez ha lanzado compresas al público en sus conciertos.
“Me gusta ser una zorra” provocó el suficiente revuelo como para acabar con Caja de ritmos
Pienso en Las Vulpes y en la irreverente escena que protagonizaron en TVE versionando “I wanna be your dog”. Tan suya hicieron la canción de los Stooges que “Me gusta ser una zorra” provocó el suficiente revuelo como para acabar con Caja de ritmos, el programa musical más importante de la Movida. Emitido en horario infantil, el debut de las bilbaínas supuso una oleada de críticas que llevaron al presentador, Carlos Tena, a abandonar el programa.
Pero lograr una igualdad real no es solamente asunto de mujeres. Y si hablamos de rock, no podemos olvidar que Kurt Cobain no aceptaba entre su público a quien no respetase a mujeres y homosexuales. Si bien criticó el machismo en varias ocasiones, “Very ape”, “Territorial pissing” e “In bloom” son algunas de las canciones de las que Cobain se valió para lanzar sus alegatos feministas.
No necesitamos flores: necesitamos que sigan existiendo mujeres (y hombres) capaces de lograr que el día de la mujer deje de tener sentido. Necesitamos que todos los días se conviertan en el día de las personas. Y que las rosas y el rosa dejen de tener sentido.
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