Lo que oculta la fotografía
Mansoura Ezeldin
Hay una fotografía. Muestra una pizarra de madera verde, en la que lo primero que llama la atención son las palabras escritas sobre ella: “La educación es un derecho de todos”.
Quien lleva la pizarra en la mano es un chico vestido de negro, que oculta su rostro con la otra mano. Tras él se observan los postes rotos de un portería de un campo fútbol y un soldado de la Seguridad Central sentado sobre una silla; el fuego consume la otra portería, tirada lejos de su emplazamiento original. A la izquierda de la imagen, la cámara ha congelado el movimiento de unas siete personas.
El lugar es el patio de una escuela en llamas, aunque el incendio sólo aparece en la imagen como un atisbo de llamaradas, en su mayor parte tapadas por la pizarra y el chico que la lleva. El patio nos hace recordar que el juego, al igual que la educación, es un derecho de todos.
Justo detrás de las siete personas se observan las palabras “El castigo o el caos” y como no ha habido castigo hasta ahora, deducimos que es el caos que aquí hace acto de presencia. El estado del patio nos indica que lo que hay escrito en el muro es una advertencia o amenaza que se ha convertido en una realidad.
“El castigo o el caos”… y como no ha habido castigo, deducimos que es el caos
Hay otras imágenes, que muestran con más claridad el incendio que arrasó los dos colegios veteranos “Liceo de la Libertad” y “Al-Huiati” el pasado día 26 de enero. Algunas muestran trozos que han sido devorados por completo por el fuego, o libros y cuadernos convertidos en combustible. Sólo que esta foto en concreto, por las palabras escritas en la pizarra verde, se ha convertido en un icono momentáneo en facebook, habiéndose publicado más de quinientas veces en sólo dos días, antes de desaparecer antes de desaparecer – como es habitual en este medio – y ceder el espacio a nuevos conflictos que tampoco tardarán en ser olvidadas a su vez.
Algunos, seducidos por lo bien que encajaba lo del “Derecho a la Educación” con los objetivos de la Revolución, fueron suponiendo que al joven se le había impedido concluir sus estudios y que por eso se había unido a las manifestaciones, levantando esta pancarta en la cara de los tiranos que le habían robado sus derechos. Una interpretación romántica, que se repite en la mayoría de las páginas de Facebook, con adornos imaginarios que varían de una persona a otra.
Como reacción a ese ardor revolucionario, otros – entre ellos algunos que dicen haber estado presentes en el momento del incendio de los dos colegios – afirman que el héroe de la instantánea era un baltaguí [sicario] que estaba participando en el saqueo de los bienes del colegio El Liceo y lo que portaba no era una pancarta de protesta sino parte de su botín.
¿Un rebelde o un baltagui? No lo sabemos pero casi diría que no tiene importancia. Lo importante es que, en este preciso momento, hay estudiantes a los que temporalmente se les priva de su derecho a la educación no sólo por causa del incendio, sino porque la policía se enzarzaba en los dos colegios para pegar a los estudiantes durante los días siguientes.
La fotografía es un agujero trampa, que oculta más de lo que muestra
¿Rebelde o baltagui? La pregunta se irá desvaneciendo y desaparecerá con el tiempo. Quedará una moraleja que nos avergüenza por su obviedad, y una fotografía cargada de significado, a la que no le quita ni le resta impacto la idea de que muestre a un supuesto ladrón. Más bien al contrario: esto le añade a la imagen sorna y carga interpretativa; parece como si nos sacara la lengua, mofándose de nuestra simpleza que nos impide ver los espacios intermedios, burlándose de los clichés sobre los que algunos nos apoyamos en el intento de simplificar el mundo y dividirlo en dos bandos enfrentados.
La fotografía es, así, un agujero a través del cual atisbamos una visión fascinante de la realidad, pero es un agujero trampa, que oculta más de lo que muestra.
“Basta con una breve señal para entender el aviso”, según dijo el poeta Buhturi en otro contexto diferente. La idea en este caso no es lo que dice la imagen, sino aquello que esconde y aquello que calla y oculta el humo del incendio.
El portador de la pizarra de madera permanecerá atrapado por la cámara en un tiempo muerto que nunca avanza. Seguirá insistiendo en ocultar su rostro con la mano, protegido por una ambigüedad a la que favorece la naturaleza del momento actual. Seguirá insistiendo en ocultar su rostro con la mano, protegido por una ambigüedad a la que favorece la naturaleza del momento actual.
Mientras tanto, nosotros observamos un mundo momificado en un álbum de fotos que se nos escapan de pronto y se adentran en la confusión y el enigma.