Opinión

El arte como mediador

Sultan Al-Qassemi
Sultan Al-Qassemi
· 6 minutos

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Sharjah | Marzo 2016

 

En los últimos meses, las relaciones entre Irán y los Estados árabes del Golfo han pasado de malas a peores. En enero, unos manifestanes iraníes incendiarion la embajada saudí en Teherán, después de que Arabia Saudí ejecutara a un influyente clérigo chií. A continuación, Riad, la capital saudí, y otros Gobiernos del Golfo suspendieron o rebajaron sus relaciones diplomáticas con Irán.

Esto coincidió con el levantamiento de las sanciones contra Irán, después de tres décadas. Irónicamente, estas mismas ciudades del Golfo, con su infraestructura desarrollada y sus facilidades logísticas, estaban en una posición excelente para beneficiarse del levantamiento de sanciones. En lugar de hacerlo, están bajo la sombra de un periodo de incertidumbre, no sólo diplomática sino también social y económica.

Dubai es hoy día un vínculo esencial entre las sociedades en ambos lados del Golfo

Un área en la que las relaciones a través del Golfo no sólo han continuado sino que han florecido es la esfera cultural. Algunas ciudades árabes del Golfo, encabezadas por Dubai, se han opuesto al giro regional hacia el sectarismo y la suspicacia, exponiendo públicamente arte de todo Oriente Próximo. Con su comunidad iraní vibrante, compuesta por unas 90.000 almas, activa en los sectores culturales y comerciales, Dubai es hoy día un vínculo esencial entre las sociedades en ambos lados del Golfo. Su rol, sin embargo, se remonta a bastante más que los últimos meses.

Las exposiciones, primero

En 2006 se presentó en Dubai una de las primeras exposiciones y publicaciones modernas que daba cabida tanto a artistas árabes como a iraníes. La muestra, organizada por la casa de subastas londinense Christie’s, juntó a algunos de los mejores escultores de Egipto e Irán y los mayores pintores de Turquía e Siria, así como de Marruecos e Iraq. Incluía a maestros iraníes como el artista de paisajes minimalista Sohrab Sephiri, calígrafos como Hossein Zenderoudi y Mohammed Eshai y al artista de mosaicos de vidrio Mounir Farmanfamian. Sus obras se exhibían al lado de las de la libanesa Saloua Raouda Chocair o su compatriota Chafic Abboud, de las de los iraquíes Shakir Hassan al Said y Dia Azzawi, los iconos sirios Louay Kayyali y Fateh Moudarres, así como las del marroquí Farid Belkahia, entre muchos otros.

En 2010, Abu Dhabi juntó a dos grandes escultores, uno iraní y otro egipcio, que no se conocían

La exposición y el publicación que la acompañaba eran un hito en la historia moderna de la región. Alexandre Kazerouni, investigador en la École Normale Supérieure de Paris, me dijo que “estos catálogos y exposiciones no son las primeras publicaciones que juntan las dos escenas artísticas (la árabe y la iraní) pero son las primeras en hacerlo de forma sistemática y a gran escala, abarcando las producciones modernas y contemporáneas”.

Otras ciudades árabes del Golfo también han acogido grandes exposiciones que incluían arte iraní. La Fundación de Música y Artes de Abu Dhabi exhibió por primera vez en 2010, junto con la Galería Meem, una muestra de los dos principales escultores vivos de Oriente Próximo. No sólo era que el iraní Parviz Tanavoli y el egipcio Adam Henein nunca antes hubieran expuesto sus obras juntos: ni siquiera habían visto el nombre del otro en alguna publicación, según Kazerouni. Y en 2014, el Mathaf de Qatar, el museo de arte moderno árabe, organizó una gran muestra de retratos iraníes realizadas por la fotógrafa Shirin Neshat.

Dubai también ofrece otras oportunidades de interactuar con la cultura iraní. Desde 1990 acoge un club iraní con una librería que contiene miles de obras. El Dubai International Film Festival proyecta regularmente películas iraníes, para no hablar de los restaurantes persas que salpican la ciudad. “Este rol cultural que juega Dubai es importante en el ámbito político”, asevera Kazerouni, “porque ayuda a los iraníes a distanciarse de las ideas nacionalistas radicales que han convertido a los árabes en el paradigma del ‘otro’ desde la primera mitad del siglo XIX, cuando Irán empezaba a considerar su declive político frente a Europa y Rusia”.

“En Dubai, los iraníes se hacen amigos de árabes. Hacen negocios pero también miran su expresión artística»

De hecho, no se debe despreciar el elemento de interacción humana que ofrecen las ciudades. “En Dubai, los iraníes se hacen amigos de árabes. Hacen negocios con ellos, pero también, gracias al mercado de arte, miran su expresión artística durante todo el siglo XX”, dice el investigador de París. “Y pueden darse cuenta de cuántos elementos comunes existen entre estos dos mundos, como la tendencia de la hurufía (letrismo) en Iraq y el naqqashi-khatt (pintura caligráfica) en Irán”.

Unilateral

Hasta el momento, sin embargo, esto ha sido un esfuerzo unilateral por parte de las ciudades árabes del Golfo. El Museo de Arte Contemporáneo de Teherán está dando un paso encomiable al exhibir este año en Berlín su colección de obras maestras occidentales junto con piezas de artistas iraníes. Sin embargo, el diálogo que hoy importa todavía más es el interregional. Hace falta exponer a más iraníes a la cultura árabe y viceversa.

Por eso es esencial que las instituciones en Teherán y otras ciudades iraníes también se abran y exhiban arte de artistas árabes ante una audiencia iraní, de manera que se relación no se vea únicamente a través de un prisma político. Irán y sus vecinos árabes del Golfo están unidos tanto por la proximidad geográfica como por lazos culturales y familiares.

Los nubarrones negros de suspicacia y desconfianza que actualmente se han descargado en forma de guerras por delegación en Yemen, Iraq y Siria tendrán que disolverse en algún momento. Lo esencial es que las futuras generaciones de árabes e iraníes sigan estando expuestas cada una a la cultura y el arte del otro lado, para así fortalecerse contra los prejuicios que podrían desarrollar como adultos, resultado de una atmósfera política tóxica.

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