Cambian las reglas
Aïcha Zaïmi Sakhri
Nuestro dossier de junio está dedicado al difícil encuentro entre hombres y mujeres. Frente a este espacio vacío entre los sexos, muchas mujeres jóvenes parecen gritar al unísono: «¡¿Dónde están los hombres?!» Tras la sempiterna búsqueda del cónyuge se esconde otra cuestión no menos esencial: ¿de qué hombre hablamos? De un hombre moderno y abierto de espíritu tras su apariencia. Sólo que este homo urbanitus será un ser esquizofrénico, forzado a combinar la postura individual del ‘rayel’ (macho) insensible y orgulloso con la obligación de asimilar los nuevos códigos vinculados a un espacio público donde se mezclan de nuevo hombres y mujeres.
Desde luego, muchas líneas de separación han desaparecido de nuestra sociedad, donde la diferencia entre sexos está marcada con nitidez. Pero otras muchas siguen ahí, tan invisibles como lamentablemente reales, aunque no estén respaldadas por las desigualdades de la legislación. Un esfuerzo institucional a favor de la igualdad ciudadana aclararía las reglas de juego y acompañaría el cambio de mentalidad, tan obvio en la generación joven.
Son las propias mujeres las que mantienen el privilegio de la masculinidad
Tal y como estamos, nuestra sociedad sigue siendo un espacio dedicado a una implícita virilidad masculina, que adopta la forma de una autoridad «natural» sobre lo femenino. Cuántos espacios existen aún en nuestras ciudades, donde la ‘homosensualidad’ campa a sus anchas: cafés, partidos de fútbol, negocios, zocos… Lo femenino allí apenas se asoma. Como ejemplo, llevar el velo, aunque siga siendo un acto religioso para muchas mujeres, es también para otras muchas, de forma innegable, una especie de visado de salida «igualitario», porque crea un aura de respetabilidad en la calle.
Lamentablemente son las propias mujeres las que mantienen el privilegio de la masculinidad, caracterizada por la dominación y el autoritarismo respecto al sexo femenino. Son las madres, evidentemente, quienes lo transmiten al educar a los niños. Son las mujeres quienes refuerzan este concepto de la virilidad cuando le piden al marido que cumpla su papel protector de aportador de fondos. Sin embargo, sea sin querer o queriendo, Marruecos ha entrado en una modernidad económica liberal. Y eso exige refundar las relaciones humanas. Porque los estereotipos tradicionales que perduran son inadecuados y contraproducentes. Sin un concepto más horizontal de las relaciones humanas, los vínculos ya no parecen funcionar bien.
Los hombres deben tomar consciencia de que tienen todo por ganar
«¿Dónde están los hombres?» se preguntan las mujeres. Si se trata del hombre galante, protector, tierno y solícito de la mitología, este hombre ya no existe ni puede ya existir, porque le faltan los medios económicos para mantener la relación de fuerzas tradicional. Afortunadamente. En 2013, las atribuciones vinculadas al sexo ya parecen más que caducadas. Durante una sola jornada, una mujer tan pronto puede estar dulce, sensible y tierna como poderosa y autoritaria, incluso dura, según la situación que se encuentre. Y, sorpresa sorpresa, exactamente lo mismo vale para los hombres.
En otras palabras, el abanico de la masculinidad se ensancha por fin. Eso sí, los hombres deben tomar consciencia de que tienen todo por ganar – sobre todo el apoyo por parte de las mujeres – si aceptan esa parte de la feminidad que llevan dentro. En cuanto a las mujeres, para ellas es ahora o nunca cuando deben aprender a no esperar nada de nadie que no sean ellas mismas, y de construir su personalidad sin pedirles a los hombres otras necesidades que no sean las del afecto.