Recuperemos el Corán
Aïcha Zaïmi Sakhri
Los atentados cometidos a principios de enero en París contra periodistas en nombre del extremismo religioso musulmán no pueden dejarnos indiferentes. Más allá del contenido de la revista satírica en cuestión –que puede ser chocante–, nada puede justificar que se aniquile el debate y se sustituya por el asesinato. Este acto constituye un ataque al aspecto más universal de la integridad humana.
En este conflicto entre extremismo religioso y universalidad, las mujeres van, por desgracia, un paso por delante. Desde hace algunas décadas, son el blanco de este endurecimiento de libertades, que se manifiesta en la instrumentalización con fines políticos de las religiones. Ninguna religión las protege. Todas conciben el estatus de la mujer como el de una “ciudadana de segunda categoría”, como si un “orden natural” asignara a los hombres y a las mujeres la jerarquía que ya todos conocemos.
El integrismo religioso -islámico, cristiano o judío – es un retroceso al machismo, a la falocracia y a la misoginia
Desde la cruzada que mantienen los evangelistas estadounidenses contra la interrupción voluntaria del embarazo hasta la ley religiosa judía que se aplica a las mujeres, pasando por las exacciones actuales del Estado Islámico contra las mujeres yezidíes o los secuestros de adolescentes nigerianas por Boko Haram, las mismas causas producen los mimos efectos: el integrismo religioso reduce la libertad de las mujeres. Estas restricciones se reflejan en la educación, en el acceso a asistencia médica o en el respeto a la integridad de sus cuerpos. Es un retroceso masivo al machismo, a la falocracia y a la misoginia, los cuales obstaculizan cualquier proyecto de sociedad igualitaria y progresista.
Hay un contexto internacional de tensión. El clima es de guerra generalizada contra estos extremismos. Marruecos participa activamente. Sin embargo, hay vías que, paralelamente, merecen ser estudiadas. En nuestra lucha contra el extremismo musulmán, resulta fundamental repensar la secularización del texto sagrado y reabrir la iytihad, la reinterpretación del Corán, para situarla en su historicidad y su finalidad primera, que es la equidad. La igualdad entre mujeres y hombres es una de las finalidades del Corán. Permitió la Reforma del Código de la Familia en 2003. El artículo 19 de la Constitución de 2011 refuerza este punto crucial.
Es hora de que los ulemas y los intelectuales consoliden una interpretación nueva del islam
Entonces, ¿a qué se debe esta sensación de bloqueo de la igualdad? Las prédicas difundidas por la televisión vía satélite constriñen el respeto por la diferencia, piedra angular de cualquier proyecto de sociedad constructivo. Un clima extraño de regresión perjudica a todo el mundo, pero más a las mujeres: Khadija Rouissi, amenazada de muerte; Mina Bouchkioua, apartada por haber publicado mensajes e imágenes consideradas indecentes; la cantante Daoudia, demandada por incitación al vicio. El hecho de que todo el mundo use gratuitamente conceptos como la libertad de expresión, la libertad de conciencia, la laicidad, la secularización, el ateísmo, el agnosticismo y el deísmo provoca confusiones que llevan al espíritu humano a lo más bajo, a la intolerancia y al rechazo de las identidades abiertas.
En un Marruecos constitucionalmente musulmán y plural, ya es hora de que los ulemas y los intelectuales consoliden ese corpus teórico a través de una interpretación nueva del islam y acaben con los versículos sacados de contexto. Ya es hora de reafirmar que la modernidad secularizada no es incompatible con la religión. Ya es hora de recuperar el Corán, que no es una mera “compilación de prescripciones autoritarias”, como pretenden los extremistas. La esencia del texto tiene que detener definitivamente esta visión simplista, que va en contra de una dinámica de desarrollo. ¡Mujeres y hombres libres y modernos, es hora de asumir esta tarea!
Primero publicado en illi | 3 Feb 2015 | Traducción: Idaira González León