Opinión

No todo está cumplido

Nuria Tesón
Nuria Tesón
· 9 minutos

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Resulta difícil, casi doloroso escribir estas palabras. Es como si la realidad no lo fuera tanto hasta que se convierte en tinta… o en bits. Como si aún se pudiera hacer algo al respecto. Pero una vez escrito… ya está, todos pueden verla, es la realidad viniendo a estrellarse contra nuestra idea de cómo debe ser el mundo: justo, equitativo… Es como un puñetazo en el estómago que te roba el aliento y al tiempo te recuerda quién gobierna el mundo… y cómo.

Una vez en el papel no habrá marcha atrás. He de hacerlo. Lo haré; pero sólo cuando no quede más remedio, si me lo permiten. Cuando haya recordado cómo y por qué cosas como la de hoy no pueden impedirnos como individuos seguir creyendo que podemos construir el mundo que queremos y no el que nos brindan.

Aquel enero de 2011, miles de almas gritaban Pan, Libertad, Justicia Social

Por dónde empezar. Quizá por el principio. Aquel enero de 2011 cuando miles de almas gritaban Pan, Libertad, Justicia Social. Así, con mayúsculas. Desde el más humilde al acomodado. Un clamor que movió no sólo los cimientos de un país anclado en dictaduras militares desde 1952. Un grito que despertó las conciencias de Oriente Próximo e inspiró a Occidente a creer que los árabes compartían esas ansias democráticas que ellos sólo han intentado instaurar avivando conflictos que han devenido en lo que ahora observamos con una distancia soez: países desmembrados, dictadores, más guerras, más muertes, menos libertades…

Esas palabras a las que tanto les cuesta aterrizar han dejado sin aliento a Egipto hoy, aunque pocos han mudado el gesto. Los acucian problemas más inmediatos, como los recortes económicos, la devaluación de la moneda que se cotiza 18 a uno frente al euro, casi un 120 por ciento más que hace siete años. La noticia de que el precio del metro sube hoy en El Cairo de 1 a dos libras les quitará más el sueño que ese urgente que empezaba a recorrer las cabeceras de las webs de los medios egipcios a media mañana de ayer. Aún no lo diré.

La sociedad civil agoniza bajo nuevas leyes que la atan de pies y manos, la amordazan

Hace tiempo que ese clamor que mantuvo en las calles a los egipcios hasta 2013 no se oye en las calles. Lo han silenciado mediante la tortura, desapariciones forzosas, condenas a muerte y detenciones. Hay más de 60.000 prisioneros políticos, periodistas (como Shawkan), activistas de derechos humanos. La sociedad civil agoniza bajo nuevas leyes que restringen sus movimientos; que la atan de pies y manos; que la amordazan. La Ley antiprotesta ha llevado a jóvenes como Alaa Abdel Fatah a prisión.

Pero el nuevo régimen aún quiere más. Abyecto como ni siquiera lo fue su predecesor, el régimen del presidente Abdelfatah Sisi teme más a las ideas que a los individuos y, no contento con encerrar los cuerpos de aquellos que le desafían, también quiere limitar sus mentes. Su última prohibición impide a Alaa el acceso a sus libros. Aún debe cumplir la mitad de su condena de cinco años. Una mente brillante, inspiradora, confinada por las fobias de un dictador. Una vez alguien me dijo que el régimen teme más a Alaa y lo considera más peligroso que los Hermanos Musulmanes a los que persigue, encierra y condena a muerte, porque Alaa Abdel Fatah representa todos los principios y valores que ninguno de ellos tiene (ni el régimen ni la Hermandad): la Libertad, la Justicia Social y la Democracia. Yo añadiría la integridad.

Los corresponsales conviven con la limitación de no poder trabajar sin el acoso de la policía

Mientras, el fundador del Movimiento 6 de Abril, Ahmed Maher, sobrevive al tercer grado penitenciario obligado a pasar el día en una comisaría cercana a su domicilio. Obligándolo a permanecer alejado del mundo, de la política, del pensamiento. Otros, como el abogado Gamal Eid, fundador de la Red Árabe para la defensa de Derechos Humanos, tienen prohibido viajar fuera del país y congelados sus activos. Su organización ha tenido incluso que cambiar de oficina para tratar de disminuir la presión policial sobre los trabajadores que constantemente sufren intentos de hackeo en sus cuentas de correo o son investigados. El Centro Nadeem, el único que trabajaba para la rehabilitación de víctimas de tortura, ha sido cerrado por orden judicial cuando es más necesario.

Los corresponsales extranjeros conviven con la limitación de no poder hablar, no poder trabajar sin el acoso de la policía, siempre bajo vigilancia y cuidando de no vulnerar la Ley Antiterrorista que podría llevarlos a la cárcel si se considera que lo que publican es una amenaza para la seguridad de Egipto. El espacio para la interpretación es muy amplio. Y está también ese organismo, FactcheckEgypt, que llama cuando el periodista publica algo para ponerlo en cuestión o desmentirlo y forzarlo a ceñirse a la versión oficial. El gran Hermano siempre vigilando.

Peor lo tienen los locales. Los que no se han marchado viven en una nebulosa que les fuerza a plasmar sólo aquello que dicta el nuevo faraón desde el Palacio de Heliópolis. Desde su llegada al poder en un golpe de Estado en 2013 que acabó con el hermano musulmán Mohamed Morsi, ha quedado claro que Sisi sabe cómo utilizar sus marionetas en los medios de comunicación para difamar, denostar o promover el acoso de los que se enfrentan a él. Su brazo es largo. Larguísimo. En la universidad, 1.181 estudiantes han sido detenidos; 65 remitidos a juicios militares, 21 asesinados en sólo tres años, según datos de la Asociación Libertad de Pensamiento y Expresión.

Un tribunal declaró la inocencia del último inculpado. Todos habían salido ya de prisión

Mientras tanto no queda nadie que pague por los crímenes de aquella revolución, de aquel régimen que hicieron caer las protestas de enero. Pronto lo diré. A principios de marzo un tribunal declaró la inocencia del último inculpado. Sin posibilidad de apelación. Todos habían salido ya de prisión. Incluso Habib el Adly, el ex ministro del Interior, el brazo ejecutor, el que durante años se había servido de esas herramientas que el Estado tiene para hacer la vida de los egipcios invivible. La Seguridad del Estado. Los torturadores. Todos han sabido hacer buen uso de ella. También Mohamed Morsi, aunque al final le saliera el tiro por la culata.

Las familias de los mártires han quedado huérfanas de derechos; las manos vacías de justicia; el corazón enajenado. Los revolucionarios se debaten entre la frustración, la depresión y las ganas de seguir peleando. Se ganó mucho en aquellos días del 25 de enero. Los egipcios callan, pero no olvidan. Cada día como un murmullo las quejas contra las políticas de Sisi medran. Sus megalómanos proyectos, como la ampliación del Canal de Suez o el nuevo Cairo que busca construir en mitad del desierto no engañan a nadie. Una inversión de 45.000 millones de dólares, esta última, con más del 30% de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza. El Emperador está desnudo, y ya hay manos que empiezan a apuntarle. Las recientes protestas del pan así lo indican.

Han abandonado la idea romántica de la revolución, saben que además de la sangre vertida les queda mucho sudor

No es que quede mucho espacio para la esperanza, pero el espíritu sigue ahí. Todavía hay quien lucha porque los principios de aquella revolución del 25 de enero que hizo caer a un dictador sigan ardiendo. Son los guardianes de la llama; los jóvenes de Enero; son el futuro. Aunque muchos se sientan en pasado. No es fácil convivir con la derrota y ellos se sienten derrotados. Esta última noticia (ya casi lo digo), los deja fríos. Como si fuera algo que esperaban desde hace tiempo. De hecho lo esperaban. Ponerlo en voz alta los hace interrumpirse, tomar aire y pensar, darse cuenta de que quizá aún no saben cómo pueden seguir luchando, al tiempo que se reafirman en la idea de hacerlo.

Aún queda mucha lucha por delante. Y aún quedan muchos jóvenes de Enero. Jóvenes que a diario nacen al inspirarse en aquellos que mantienen el pulso con la dictadura, con la injusticia; a pesar de todo. Aquellos que aún escriben, que aún trabajan, que aún se organizan para defender a los de abajo y que van a seguir haciéndolo. Ya han abandonado la idea romántica de la revolución, saben que además de la sangre que ya han vertido les queda mucho sudor, muchas lágrimas, mucho esfuerzo. Trabajo, organización política, educación… Lo que ha ocurrido hoy sólo les recuerda el camino que queda por recorrer.

Y cada conversación con uno de esos chavales de dieciocho, de veinte años, esos que eran niños cuando sus hermanos mayores hicieron caer un dictador y se enfrentaron a un Ejército y unos islamistas que secuestraban sus principios, recuerda que este régimen no va a tenerlo fácil para doblegar el espíritu del 25 de enero. Lo que ha ocurrido hoy (al fin lo diré: Mubarak es… un hombre libre. No. Un hombre inocente, dice el juez), sólo les recuerda que no todo está cumplido.

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