¡Escándalo!
Nuria Tesón
Podría decirse que lo de la Comisión Electoral egipcia no tiene nombre, pero lo tiene: escándalo. Si usted, lector que desgrana estas líneas, ha superado la treintena, no habrá podido evitar un rayo fulminante de acordes que hayan traído a su memoria al insigne Raphael. Una tiene sus filias. Lo mismo le ha ocurrido a la que teclea, esta mañana tras consultar con la almohada la última decisión del órgano regulador de las elecciones presidenciales de Egipto. Y ese soniquete me ha impelido a soltarles mis últimos pensamientos a la sazón sobre la susodicha.
Tras varios desmentidos los pasados días, de nuevo con nocturnidad y alevosía, el órgano electoral decidió extender el período de votación un día más de los dos previstos. Hasta aquí los hechos. Ahora los antecedentes. El 26 y 27 de mayo (los pasados lunes y martes) se han estado celebrando elecciones en el reino de los faraones (no está elegido al azar el término por lo que leerán). Por los carteles que cuelgan por todo Egipto podríamos pensar erróneamente que sólo el exmariscal Abdelfatah al Sisi concurre a los comicios. Como en aquellos buenos tiempos en que Hosni Mubarak se enfrentaba en soledad a tamaño reto. Pero lo cierto es que en algún rincón que yo no he sido capaz de encontrar, quizá en su despacho, debe de colgar algún poster con el rostro del candidato nasserista Hamdeen Sabahy. El único que se ha prestado a la pantomima o, siendo benévolos, el único que se ha atrevido a plantar cara a la farsa y a intentar abanderar la causa de los revolucionarios.
El candidato nasserista Hamdeem Sabahy es el único que se ha atrevido a intentar plantar cara a la farsa
Con la romana calibrada (como bien me prevenía mi abuela, que conocía bien el gremio de comerciantes) a favor del militar, parecía que todo el pescado estaba vendido. Los meses previos, nueve, como si de una gestación, o precisamente por eso, se tratara, el engranaje mediático del régimen había blanqueado al sol del amor a la patria los cerebros egipcios. Si amas tu país apoyarás al mariscal Abdelfatah al Sisi. Le darás un “mandato” para luchar contra el terrorismo y le pedirás que nos salve convirtiéndose en nuestro nuevo presidente.
Pero parece que no todo estaba asegurado. Con las neuronas bien aseadas, el terreno está abonado para la candidatura del mariscal que en julio lideró contra Mohamed Morsi el golpe de Estado (sigue siendo pecado llamarlo así en Egipto, pero cada vez menos dado el desarrollo actual de la situación). Sin embargo, en su soberbia, nadie se paró a pensar en el importante porcentaje de la población que respalda a los Hermanos Musulmanes, ideológicamente o porque dependen de su caridad; en los que han sido condenados como militantes sin serlo (y sus familias); en aquellos que apoyan los principios de la revolución del 25 de enero; en los activistas o los periodistas encarcelados y sus familias.
Desde julio, un total de 41.163 personas han sido detenidas en Egipto por motivos políticos o por actuar contra el régimen
Si quieren cifras les diré que un total de 41.163 personas han sido detenidas en Egipto por motivos políticos o por actuar contra el régimen durante los once meses posteriores al golpe, según un informe de la base de datos de la revolución egipcia Wiki Thawra. Es difícil echar cuentas de todos los chavales de movimientos como el 6 de Abril que detestan al régimen que Sisi encarna. Algunos de ellos han decidido votar por Sabahy. Los menos. La gran mayoría ha optado por el boicot para no dar legitimidad a unos comicios que consideran amañados.
Esta decisión y sus consecuencias fue desdeñada por los que manejan el cotarro. El resultado ha sido una constatada baja participación que ha forzado a la Comisión electoral a dar piruetas en el aire para lograr que la elección tenga legitimidad. Con la particularidad de que dichas acciones son inapelables gracias a la polémica ley electoral que se encargó de eliminar cualquier vía para recurrir las actuaciones de la Comisión, con la connivencia del Tribunal Constitucional, el rechazo del Consejo de Estado y parte de la arena política, lo cual no fue óbice.
La primera cabriola oficial fue amenazar con aplicar la ley que considera penas de multa de hasta 500 libras (55 euros) por no ir a votar. Algunos egipcios cobran menos de 400 libras al mes y un profesor de universidad cobra unas 1.500. Sólo para poner las cosas en contexto. El artículo a aplicar es el número 43 y según declaraciones de Abdel Aziz Salman, secretario de la Comisión electoral, se implementará remitiendo a los infractores a la fiscalía y los juzgados.
La segunda oficial fue dar vacaciones a los funcionarios públicos el segundo día de votación y prorrogar el horario de sufragio hasta las diez de la noche. Una decisión que hicieron pública pasadas las once de la noche del lunes, intuyo que tras recabar datos de los colegios.
La tercera ha sido extender el período de votación un día y se barajaba la posibilidad de permitir votar fuera del distrito asignado aunque de momento han considerado que “podría tener implicaciones legales que invalidaría el proceso”. Sería apropiado incluir aquí uno de esos emoticonos de cara perpleja.
Ayer se rumoreaba que Sabahy podría retirarse. ¿Qué pasaría entonces con la legitimidad de Sisi?
Hamdeen Sabahy ha remitido una protesta a la Comisión que ha sido desestimada y a la cual se le ha respondido que la prórroga “responde al deseo popular y no obedece a los deseos de los candidatos. Ayer, además se rumoreaba que podría retirarse. ¿Qué pasaría entonces con la legitimidad de Sisi?
Por mencionar una cuarta, por primera vez en Egipto (y seguramente en el mundo) aquellas papeletas electorales que incluyan corazones o mensajes de “Te quiero” no serán invalidadas porque muestran amor por un candidato concreto (Sisi).
La cabriola no oficial es una estimación personal basada en evidencias empíricas. Si la memoria no me falla esta es la séptima cobertura electoral que he realizado en Egipto, así que he adquirido algunas rutinas que les confío. Me gusta introducir barrios y lugares representativos. Un colegio en Imbaba cerca de donde acaba de haber un atentado; uno en mitad del feudo de los Hermanos Musulmanes cuando Morsi echaba un pulso al régimen. Y un larguísimo etcétera. Otra de mis manías adquiridas es visitar los colegios que ya he visitado en elecciones previas para comparar.
De ese modo, durante las dos jornadas electorales pude comprobar que en los colegios en los que normalmente están abiertas hasta cuatro clases con urnas electorales en dos pisos diferentes (haciendo un total de ocho por colegio), esta vez se habían reducido a una sola clase en un piso. Es decir, donde antes había ocho urnas ahora había una. El resultado inmediato el primer día eran colas de gente apelotonada (se habían dispuesto sombrillas para sobrellevar el trance), peleas para entrar y salir. Una imagen muy ilustrativa de la alta participación de cara a los medios que cubrimos los comicios. El segundo día la imagen no era tan idílica. En uno de los colegios el goteo era incluso insignificante. De una o dos personas cada cinco o diez minutos. Nada que ver con lo que recuerdo de votaciones previas.
La victoria de Sisi parece un hecho. Pero ¿qué sucedería si el cacareado apoyo al exmariscal no fuera tal?
¿Es esta exhibición de circo de tres pistas necesaria con el evidente apoyo que tiene Sisi de los electores que acuden a votar? Los votantes de Sabahy susurran su decisión o mienten y te lo indican por gestos. Los que boicotean eluden reconocerlo , pero a muchos se les ve tomar fotos de las papeletas que luego cuelgan en las redes sociales. A pesar de lo cual la victoria de Sisi parece un hecho.
Sin embargo, ya aquí está la pega, ¿qué sucedería si el cacareado apoyo al exmariscal no fuera tal? ¿Y si ganara las elecciones con un abrumador porcentaje del 97% como el que señalan las encuestas pero el número de votantes fuera pequeño? Aún más, ¿y si fuera inferior al número de votantes que apoyaron a Morsi en 2012, cuando logró la presidencia con un 52% de los sufragios? Eso sería, muy a su pesar, otro auténtico escándalo.
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