Islamofobia. El nuevo tabú
Ilya U. Topper
No vamos a ser menos, se han dicho. Miren ustedes qué fácil lo tiene Israel: a cualquiera que critique sus políticas se le acusa de antisemitismo, y santas pascuas. Que si la ocupación de Palestina, que si el lobby sionista en Estados Unidos, que si fascista Binyamin Netanyahu… ¡antisemita el que lo diga! Hoy leo que el Consejo Representativo de Instituciones Judías (Crif) de Francia pide prohibir el movimiento BDS, ese que pide el boicot a Israel mientras continúe la ocupación. ¡Por antisemita!
La intocabilidad de Israel y sus defensores es una paradoja del sistema democrático europeo y norteamericano, basado en la noción de que todos los ciudadanos son iguales ante la ley: pone por encima de la crítica un país, una religión, un colectivo, en una sociedad que ha adquirido, tras siglos de lucha contra la Iglesia, el derecho de prescindir de lo divino. Hoy en Europa se puede caricaturizar al Papa pero no a Netanyahu. A Dios sí, pero no cuando se llama Jehová.
Miden con doble vara. Hay quien lo denuncia. Y hay quien pide más duplicados
Esto es medir con doble vara. Hay quien lo denuncia. Y hay quien pide más duplicados. Si ellos ¿por qué no nosotros? se han dicho algunos. Tachán: Nació el concepto de la islamofobia.
Todo ciudadano tiene derecho a tener sus fobias, a las arañas, al fútbol, a la música rock, a las misas cristianas, a los libros de autoayuda o a las prédicas islamistas. Ah no, a éstas últimas no. Porque eso es islamofobia. Y es ilegal.
Quienes defienden esa visión – como la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI), dirigida por conversos españoles y generosamente financiada por diversos fondos públicos, que presenta esta semana su “Informe sobre la Islamofobia 2015” – utilizan sin rubor la expresión como si ya se hubiera tipificado tal crimen. En 2015, asegura, “se habían producido aproximadamente 200 denuncias por delitos de islamofobia”.
No creo equivocarme mucho si vaticino que se tratará de insultos, pintadas en mezquitas y alguna agresión ocasional cometida contra musulmanes sólo por tratarse de musulmanes. Es decir, lo que el código penal castiga como racismo y discriminación. No atender a un negro en una tienda porque es negro, o no alquilarle un piso, puede y debe perseguirse como racismo. Ídem si es un chino, un aymara, un maorí. ¿Se necesita una categoría especial cuando el cliente procede de algún país que define el islam como religión del Estado?
Reclaman la pertenencia a una especie de raza superior, un estatus de víctima de categoría deluxe
Esta es una de las dos vertientes de la campaña “contra la islamofobia”, una campaña que lleva años promoviéndose con un inmenso despliegue en redes sociales, prensa y espacios académicos, alimentada con una enorme cantidad de fondos de los que sólo los públicos declaran su origen. (Que Casa Árabe, una institución pública española convertida hoy en herramienta de las diversas embajadas de países árabes, se preste a acoger la presentación del informe demuestra hasta qué punto ha llegado la complicidad entre los Gobiernos europeos y la misión wahabí.
Es una manera de distinguirse de los negros, pobres ellos, que sufren de simple racismo, y de reclamar la pertenencia a una especie de raza superior, un estatus de víctima de categoría deluxe. Casi al mismo nivel que los israelíes judíos, víctimas de aquel delito único, incomparable, inigualable en la Historia que era el holocausto (eso es dogma) y su expresión cotidiana, el antisemitismo.
Si las pintadas fueran una amenaza, en este país no quedaban banqueros ni políticos con vida
Al igual que en la abultada lista de “delitos antisemitas” que cada año se publica en Europa, también en la de “islamofobia” abundarán las pintadas y su versión moderna, Twitter. Si las pintadas y los tuits fueran una amenaza, seguramente en este país no quedaban ni banqueros ni políticos con vida. Pero hay que hacer bulto para ser víctima. Aún con ese inmenso favor que los neonazis le han hecho al islamismo lanzando bengalas contra la Mezquita M30 en Madrid.
La otra vertiente es más preocupante: nace de la conciencia de que el rechazo contra personas de fe islámica no se puede considerar racismo cuando se trata de españoles conversos o, simplemente, de personas que en nada se distingan de un español salvo por su religión. Aquí debemos precisar: salvo por mostrar públicamente su religión, en condiciones normales tan invisible como el Espíritu Santo. Hay discriminación porque el ciudadano ha tomado la decisión de exhibir su fe.
Digo ciudadano, pero léase ciudadana. Porque en el islam de nuestros días, o lo que se hace llamar islam, los hombres, salvo contados ejemplares, no asumen la molestia, física y social, que implica caminar por la calle en túnica, zaragüelles, barba poblada y turbante, con tal de parecerse a una ilustración de la biografía de Mahoma. Dejan a las mujeres esta tarea ingrata de exhibición pública de un dogma, como todas las tareas ingratas.
Es a las mujeres a las que corresponde, en la visión del colectivo islamista que hace campaña a favor del concepto de la “islamofobia”, exhibir la presencia de la fe en el espacio público mediante, ustedes lo imaginaban, el pañuelo. El hiyab.
Si el velo es obligatorio, una musulmana velada no es responsable de esta decisión
A nadie se le escapa que el hiyab es una exhibición voluntaria de un uniforme ideológico moderno estandarizado en las últimas décadas para identificar a las mujeres desde Indonesia a Marruecos y más allá bajo un signo distintivo único. Sólo algunas conversas, escudadas en una ignorancia a prueba de lecturas, mantienen que se trata de una “prenda tradicional islámica” (¿cuál es la prenda tradicional cristiana?), concepto imposible porque las tradiciones pertenecen a las culturas y el islam es una religión y como tal tiene teología.
La teología que hoy se ha hecho con el monopolio de ese abanico de creencias llamado islam es la wahabí. La que preconiza tapar a la mujer lo máximo posible, a poder ser hasta la cara, pero afirma (sin que se le caiga la ídem de vergüenza) que “en el islam” es obligatorio taparle al menos el pelo. Y si es obligatorio, por supuesto, una musulmana velada no es responsable de esta decisión porque no puede actuar de otra manera, y entonces criticarle que lleve velo es una discriminación, es islamofobia.
Si fuera una decisión voluntaria, el porte del velo caería bajo la categoría de ideologías
Porque si fuera voluntario, si exhibir el velo fuese una libre decisión de adherirse a una secta que proclama que la visión del pelo de una mujer incita a los hombres a violarla, y que por eso debe taparse, dado no se puede exigir a los hombres que controlen sus impulsos violadores (no se rían: esta es la explicación teológica oficial), entonces decirle a una conversa con velo que nos da asco su ideología, no sería un delito, no sería peor que gritarle cuatro borderíos a los Testigos de Jehová cuando llaman a tu timbre. Que tampoco se llama cristianofobia.
Si fuera una decisión voluntaria, y no un mandamiento divino sobre toda mujer nacida musulmana y de cumplimiento automático y obligado, el porte del velo caería bajo la categoría de ideologías, y como tal formaría parte del debate público, con defensores y detractores. También es legal llevar una chapa con hoz y martillo, ondear la bandera de la CNT, coserse la rojigualda preconstitucional con aguilucho en la manga, tatuarse una cruz gamada, desfilar con la insignia de los Legionarios de Cristo o colgar la estelada del balcón.
Y a tenor de lo que todos los días se publica en la prensa española es igualmente legal llamar a los comunistas basura y quemaiglesias, a los sindicalistas mamarrachos y rufianes, a Franco asesino en masa, a los nazis, genocidas, a los obispos, cómplices de pedófilos y a los independentistas catalanes, idiotas de mierda. Porque si bien puede ser un delito de injurias dedicarle tales adjetivos a una persona, descalificar una ideología no lo es. No existe el delito de cristianofobia, comunistofobia, anarquistofobia, falangistofobia, nazifobia (sí el de judeofobia, llamada antisemitismo y asemejada al racismo gracias a la secular confusión entre la religión judía y la etnia asquenazí).
Las ideologías no tienen protección jurídica. Pueden enaltecerse, defenderse, criticarse, descalificarse. Es una parte esencial del debate democrático y de la libertad de expresión. Y si es legal exigir a los empleados de un negocio o los funcionarios que no exhiban sus ideologías en horas de trabajo, también se puede rechazar el porte del velo.
Sí, es legal. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo respaldó en 2004 (Leyla Sahin vs. Turquía) la decisión del Ministerio de Salud de Turquía –demandado por una estudiante turca criada en Austria– de imponer a los estudiantes en prácticas un uniforme sin hiyab. Rechazó la pretensión de que el Corán imponga el uso de este velo y negó que desterrarlo de un espacio profesional o educativa fuera una discriminación. Porque eso es lo que pretendía la demandante: establecer como discriminación contra las creyentes el que no se permita diferenciar visualmente entre creyentes e infieles.
Las víctimas de la campaña de la “islamofobia” no son las mujeres europeas: son las musulmanas
Por eso, la finalidad de la campaña “contra la islamofobia” no es un intento –como creen los supremacistas cristianos– de subyugar Europa por leyes islámicas: es un intento de subyugar a todas las personas nacidas como musulmanes. Las víctimas de la campaña de la “islamofobia” no son las mujeres europeas: son las musulmanas.
Porque se pretende anclar en el consciente colectivo que el hiyab es una parte indispensable de toda mujer musulmana, que tapar a las mujeres y distinguirlas de la masa de las no creyentes, las impuras, es un derecho “humano” y que esta ideología moderna islamista que ha usurpado el nombre de una antigua y diversa religión, debe blindarse jurídicamente contra toda crítica racional.
Si el rechazo del porte del hiyab se incluye en el informe de la “islamofobia” es porque sus promotores desacatan la jurisprudencia de la máxima institución de derechos humanos de Europa y poner por encima de la ley las fetuas de ciertos jeques islamistas de su preferencia.
Dirán ustedes que tengo obsesión: hablamos de islam y no paro de sacar la dichosa prenda. Pero no soy yo: ahí tienen ustedes la web de Twist Islamophobia, financiada y difundida por la antes citada FUNCI y La Caixa. ¿En portada? “Todas veladas”. Una exhortación a todas las mujeres a ponerse durante un día el velo islamista para protestar… para protestar contra las laicas que han pedido un boicot de las marcas que lo venden. Es decir, el velo como campaña de respaldo a empresas que buscan hacer negocio mediante la “moda islámica”. Porque “las diferencias suman”.
¿Son los atentados lo único que a los dirigentes de los musulmanes españoles les molesta del Daesh?
Lástima que eso de las diferencias no vale para países que tengan como religión oficial el islam, y donde ese mismo velo se va imponiendo mediante ley o mediante una enorme presión social. Ni la FUNCI ni ninguna otra agrupación musulmana de España ha pedido jamás que todas las musulmanas se quiten durante un día el velo para apoyar el derecho de las musulmanas a no llevarlo si no quieren. Eso nunca. Dios no lo quiera.
En la misma web destaca un vídeo con “Diez mentiras acerca del islam”, recopilación de las estupideces más apabullantes desenterradas en Estados Unidos: para combatir la islamofobia, primero hay que difundirla, evidentemente. Pero interesa el punto 5: Le han contado a usted que el ISIL (Daesh) representa el islam. Y eso es totalmente falso.
Estoy muy de acuerdo. Llevo una década diciéndolo (“Confundir las proclamas de Al Qaeda y sus semejantes con el islam es confundir la matanza de Waco con una misa dominical y a David Koresh con Juan Pablo II”). Sólo que los dogmas del Daesh y los de Arabia Saudí, esos que se enseñan en la Mezquita de la M30, son indistinguibles, salvo por el detalle de que el Dáesh pone bombas, y el Gobierno saudí no. ¿Son los atentados lo único que a los dirigentes de los musulmanes españoles les molesta del Daesh?
Si no es así, si la FUNCI y sus semejantes, aparte de rechazar la violencia, están en desacuerdo con la ideología del Daesh, espero de ellos que muestren coherencia y denuncien que la religión oficial de Arabia Saudí, las autoridades de Al Azhar y prácticamente todo lo que se difunde en internet hoy día, no representa en absoluto el islam. Espero que dejen de difundir la falsedad de que Charlie Hebdo “vilipendia y desdeña el islam” y respalden la revista en su esfuerzo por combatir una ideología – la del Daesh, la saudí – que “no representa en absoluto el islam”.
Pero claro, si la ideología saudí no representa el islam, entonces lo del ataque contra la Mezquita de la M30 tampoco se puede llamar islamofobia…
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