Una opereta en 5 actos
Uri Avnery
Tel Aviv | Mayo 2012
El maestro de la magia ha vuelto a sacar un conejo de su chistera; uno muy real y vivaz.
Ha desconcertado a todo el mundo, incluidos a los líderes de todos los partidos políticos, a los mayores expertos y a su propio consejo de ministros.
También nos ha enseñado que en política todo puede cambiar, literalmente, de la noche a la mañana.
A las 2:00 de la madrugada, la Knéset da los últimos retoques a una ley que la disuelve y condena a la mitad de sus miembros al olvido político.
A las 3:00 de la madrugada se forma un gobierno de coalición. Sin elecciones, muchas gracias.
Una opereta en 5 actos.
Acto primero: Todo está en calma. Los sondeos de opinión pública muestran el control absoluto de Benjamin Netanyahu: su popularidad alcanza el 50 %, mientras que nadie más se acerca siquiera al 20 %.
La primera fuerza en la Knéset, Kadima, cae en picado de 28 a 11 escaños en los sondeos, y todo indica que continuará en declive. Su nuevo líder, el ex jefe de Estado Mayor Shaul Mofaz, obtiene si cabe menos puntos como candidato a primer ministro.
Netanyahu podría simplemente dedicarse a tomar el sol en la azotea de su villa de lujo mientras contempla con ecuanimidad el futuro. Todo va bien en el mejor de los Estados judíos.
Segundo acto: el cielo se oscurece de forma repentina.
Expira la ley que exime a los estudiantes de las escuelas yeshivá ultraortodoxas del servicio militar
El Tribunal Supremo, encabezado por un nuevo presidente escogido por los colonos israelíes y la extrema derecha, dicta el derribo de una nueva barriada en el asentamiento de Bet El en un plazo de dos semanas. No hay peros que valgan, la decisión es definitiva. Y lo mismo ocurrirá en un plazo de dos meses con el asentamiento de Migrón.
Netanyahu se enfrenta a varias posibilidades de desastre: llevar a cabo las órdenes de la corte, lo cual acabaría con la coalición; decretar una nueva ley que eluda al tribunal y sea, por tanto, inconstitucional o ignorarlo por completo, marcando el fin de “la única democracia de Oriente Próximo”.
Como en el libro de Job, desastre sobre desastre se anuncia. Se ha puesto fin al plazo de vigencia de la ley que exime a los estudiantes de las escuelas yeshivá ultraortodoxas del servicio militar (aproximadamente 7000 este año). Sin embargo, la inmensa mayoría del país exige que se derogue de una vez por todas, lo que daría pie a la irremediable disolución de la coalición.
Entonces ocurre algo inesperado: Netanyahu acude a la reunión inaugural de la convención del Likud. Esta asamblea tiene fama de derivar en un espectáculo duro y tumultuoso, similar al que daban los gladiadores en la arena. Netanyahu es un maestro de esta clase de asamblea. En esta ocasión también, y tras una cálida bienvenida, se dirige a la nación a través de la televisión en directo para pregonar todos los magníficos logros obtenidos a lo largo de sus tres años en el gobierno. Procede así a presentarse candidato a presidente de la asamblea, lo que le otorgaría control absoluto sobre la lista de candidatos en las próximas elecciones.
Y es entonces cuando sucede lo verdaderamente inverosímil: la mitad de los miembros en la sala se ponen en pie y comienzan a gritarle. Netanyahu mira perplejo a sus subordinados, como hiciera Nicolae Ceausescu en cierta memorable ocasión.
La ultraderecha encabezada por los colonos va cobrando fuerzas dentro del Likud, el partido de Netanyahu
Parece ser que durante la reciente campaña de inscripción del Likud, los colonos aunaron fuerzas para que el partido estuviera abarrotado de su gente. No tenían intención alguna de votar al Likud, ya que su voto siempre es para la derecha más radical, pero sí de coaccionar a Netanyahu. Legan pronto para atestar de gente el pequeñísimo salón en el que se va a realizar la asamblea. Puesto que todos llevan kipá, es fácil reconocerles. Vociferan y exigen que se escoja al presidente de la asamblea mediante votación secreta, a lo que el primer ministro israelí cede y la asamblea se pospone.
Dolido por tal humillación pública, Netanyahu promete vengarse.
Tercer acto: Netanyahu anuncia de la nada su decisión de disolver la Knéset y convocar elecciones anticipadas. Esto deja a todos atónitos, ya que aún falta un año y medio de periodo legislativo. Y en un giro de los acontecimientos, ahora son los líderes de la oposición quienes se oponen a dichas elecciones, pero la decisión del líder del Likud es clara.
El panorama es desolador: no existe un candidato convincente que opte al cargo de primer ministro, por lo que una victoria aplastante de Netanyahu resulta inevitable; se esperan pequeños avances sin importancia por parte del Partido Laborista, y el nuevo partido de Yair Lapid (de nombre “Hay Futuro”) ronda solo el 10 % de los votos en los sondeos. Es más que improbable que vaya a haber una oposición real en la próxima Knéset.
Para la izquierda política esto supone un completo desastre; otros cuatro años de coalición entre derechistas, ultraortodoxos y colonos.
Cuarto acto: aún con la envidia de todos y la certeza de una victoria aplastante, el ceño de Netanyahu continúa fruncido. Se ve obligado a desalojar a los colonos de sus asentamientos en Bet El y Migrón en mitad de la campaña electoral. A su vez, la ultraderecha encabezada por los colonos va cobrando fuerzas dentro de su propio partido, lo que pone en peligro su intento de guiar al Likud más hacia el centrismo. Además, el tema de los holgazanes ortodoxos eludiendo el servicio militar es una bomba de relojería, lista para estallar en cualquier instante.
Y así, de repente, se le ocurre una idea brillante; algo que deja a todos en la estacada y transforma por completo el panorama político.
Durante lo que resta de mandato, Netanyahu puede hacer lo que le plazca, incluso enfrentar a unos con otros
En alguna parte hay 28 miembros de Kadima que se están desaprovechando en manos de un ansioso exgeneral y que van rumbo a un olvido político. En estos momentos, su apoyo se da casi regalado; basta con la promesa de 18 meses más de vida política.
Para sorpresa de todos, mientras un grupo de miembros del Likud terminan de elaborar la ley que disuelve la Knéset, otro grupo firma un acuerdo con Kadima. Esta coalición ampliada englobará al 75 % del parlamento: nadie de la antigua alianza se marcha, pero sí se unen 28 nuevos miembros. Eso deja a la oposición con 26 integrantes solamente (8 laboristas, 3 de Meretz, 7 de los partidos árabes, 4 comunistas y 4 de Unión Nacional).
Quinto acto: la situación cambia por completo. El brazo político de la ultraderecha ha perdido el derecho de veto, tanto dentro como fuera del partido dominante, al igual que los partidos religiosos. Yair Lapid, la brillante antorcha (eso es justo lo que su nombre significa) de alentador futuro, se ha consumido antes siquiera de empezar a arder.
Durante lo que resta de mandato, Netanyahu puede hacer lo que le plazca, incluso enfrentar a unos con otros. La facción más progresista de la oposición es hoy aún más impotente que antes si cabe y el “rey Bibi” gobierna con supremacía.
Fin (por el momento).
En un principio había quien temía que toda esta maniobra fuera una táctica contra Irán.
(Por lo general, los gobiernos de unidad nacional se forman en época de guerra, como ocurrió con Reino Unido en 1939 o Israel en 1967. Sin embargo, Mofaz ha negado en redondo la posibilidad de un ataque a Irán, al igual que la mayoría de los generales y exgenerales. Aunque bien es sabido que cambia de opinión más que de camisa).
Hay quien afirma que existe esa posibilidad. La inmensa mayoría de la Knéset apoyará cualquier decisión que Netanyahu tome. Además, Barack Obama no se atrevería a rebatirle nada durante su crucial campaña de reelección, y el partido republicano respaldará a Netanyahu contra viento y marea.
Muchas decisiones arriesgadas en Israel se han hecho coincidir con la víspera de las elecciones en Estados Unidos
Tratándose de Israel, esta hipótesis estratégica tiene razón de ser. Muchas de las decisiones arriesgadas que ha tomado este país se han hecho coincidir con la víspera de las elecciones a la presidencia de Estados Unidos. Por poner ejemplos, el país se fundó en 1948, mientras Harry Truman luchaba por su vida política, y la guerra del Sinaí estalló en 1956, durante la campaña de reelección de Dwight D. Eisenhower. Pero con esta última estratagema les salió el tiro por la culata, dicho sea de paso, y Eisenhower, colérico, al no necesitar votos ni dinero de los judíos, los expulsó de los territorios recién conquistados.
No obstante, podemos afirmar casi con absoluta certeza que esta maniobra de Netanyahu no tiene relación alguna con Irán, a pesar de que allí naciera su antihéroe. Puede que Mofaz no tenga mucha pinta de general, pero sí que recuerda a un vendedor de bazar.
Quizás los políticos estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, tiendan a decir imprudencias, pero si es la seguridad o el interés nacional lo que está en juego, decir no es hacer. Estados Unidos no permitirá que Israel los arrastre a un conflicto a escala mundial, ni siquiera cuando la campaña electoral se encuentra en pleno apogeo.
Cada vez más parece que Netanyahu haya aceptado la realidad de no tener una guerra a la vista. A lo largo de toda esta opereta, apenas se ha mencionado Irán; en el primer acto, no había ningún rifle colgado en la pared.
Muchos entendidos y políticos izquierdistas desaprobaban la alianza entre Netanyahu y Mofaz tachándola de detestable; “juego sucio” puede que sea el término más suave usado para describirla. En este caso, no me uno a la protesta. En política el juego sucio está a la orden del día, y este acuerdo no es peor que muchos otros.
En líneas generales, este gobierno ampliado es más moderado y está menos sometido a los chantajes de los colonos y los ortodoxos de lo que lo estaba el más reducido gobierno anterior. Esto hace menos probable que se aprueben leyes fascistas y que la postura del Tribunal Supremo se vea amenazada. Así mismo, a partir de noviembre, puede que la reelección de Obama como presidente ejerza una gran presión por alcanzar la paz.
Pero lo más relevante es que se hayan pospuesto las elecciones. Ahora depende de los partisanos de la paz y la justicia social el hacer un buen uso de ese tiempo extra y poner a punto una auténtica fuerza política. Después de haber salido ilesos por muy poco de un desastre electoral, ahora deben unir fuerzas y prepararse para la batalla. Tienen una oportunidad que no deben desperdiciar.
Y SI alguien quisiera ponerle música al libreto de esta opereta, bienvenido sea.
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© Uri Avnery | Primero publicado en Gush Shalom · 5 Mayo 2012 | Traducción del inglés: Marta López de Alda