Crítica

Cartografiar el alma bosnia

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 4 minutos

Marc Casals
La piedra permanece

Género: Ensayo
Editorial: Libros del K.O.
Páginas: 304
ISBN: 978-84-1767-884-5
Precio: 19,90 €
Año: 2021
Idioma original: castellano

 

Marc Casals no es periodista. No es un plumilla independiente cobrando la pieza en un viaje por los Balcanes, ni tampoco un reportero que cubre unas elecciones o unas protestas y, de paso, se saca un libro de la manga. Casals vive al margen del frenesí del fast food mediático porque él no va y viene, sino que vive en Sarajevo desde hace más de una década. Es en el prólogo donde entendemos qué lleva a un chaval de Girona de 25 años a viajar a los Balcanes y quedarse allí hasta hoy. Una vez aclarado, el catalán se echa pudorosamente a un lado para dar paso a un tren de dieciséis vagones, dieciséis personajes singulares que construyen un fascinante relato coral. Lo desgrana desde Bosnia, ¿se acuerdan? Es ese rincón balcánico al que la Historia ha deformado hasta un extremo que ya resulta imposible de cartografiar: con dos administraciones (serbia y croato-bosniaca) y un distrito autónomo (Brcko) que hace de “colchón” entre ambas, la Bosnia independiente tuvo que enarbolar una bandera imposible para no molestar a nadie.

Recuerda Casals que, a pesar de las trampas de la geopolítica más maquiavélica, el agua sigue fluyendo generosa en un país de interior por las cuencas del Drina, el Neretva o los veinte kilómetros de costa adriática; que cada corriente de agua cincela sus propias identidades. El autor las busca precisamente entre caudales de rakija o café turco con los que ha engrasado cientos si no miles de horas de conversación. Y da voz a todos, desde fascistas croatas hasta los titistas más nostálgicos. Hay cineastas que buscan partisanos perdidos hasta en el Círculo Polar; hay pilotos capaces de hacer aterrizar (hasta dieciséis veces en un día) un avión ugandés para evacuar a sarajevitas al límite; incluso está la mismísima reina del sevdah, ese género endémico que nace en la intimidad de las cocinas del canturreo provocado por el desconsuelo de las mujeres que las habitan.

Gestiona entrevistas empañadas por lágrimas, antes o después de que estas se desplomen por un silencio

La palabra es “desconsuelo”, como el de esa generación nacida a mediados de los setenta que quedó atrapada entre un mundo que ya no existe y otro al que no llegará a pertenecer. Es el “con Tito vivíamos mejor”, aunque nunca llegaran a entenderlo del todo. El de Girona lo intenta, se atreve a desgranar la complejidad de Yugoslavia a través de sus supervivientes y más allá de nostálgicos fetiches que compra aún parte de la izquierda. Están esos desconsuelos generacionales, y otros tan íntimos como el de David, uno de los últimos sefardíes de Sarajevo, casi el último de su estirpe quien no vaciló en afearle al monarca español una recepción en Zarzuela para volver a casa tres días antes del inicio del conflicto en el 92.

La palabra también es “trauma” porque la guerra se escucha siempre de fondo. Cuando no se han cumplido ni treinta años desde que Srebrenica o Jasenovac se convirtieron en sinónimos de “exterminio”, Casals gestiona entrevistas empañadas por lágrimas, antes o después de que estas se desplomen por un silencio de los que solo se sale con un chiste. Algo muy bosnio, dicen.

Marc Casals no es periodista, y quizá por eso ejecuta el oficio en su sentido mas chestertoniano: el de contar que lord James ha muerto a gente que nunca supo de su existencia. Sus notables se llaman Semsudin, Dobrila, Mirko, Fazila… Son dieciséis en total y casi todos siguen vivos. Habla con ellos en su propio idioma, entiende guiños y dejes y los desmenuza para todo aquel que quiera entender no tanto qué es lo que pasa en Bosnia hoy y ahora, sino por qué. A pesar de la Historia, la piedra permanece. Aunque esta se dinamite demasiado a menudo en aquel rincón del mundo.

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