Crítica

Funambulista sobre un hilo flojo

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 6 minutos
zizek-acontecimiento

Slavoj Zizek
Acontecimiento

 

Género: Ensayo
Editorial: Sexto Piso
Páginas: 182
ISBN: 978-84-15601-55-5
Precio: 18 €
Año: 2014
Traducción: Raquel Vicedo
Idioma original: Inglés
Título original: Event

Hay que ser Slavoj Zizek para ser capaz de explicar el falso complejo anticolonial de la India, o demás países, contando un chiste sobre Jesucristo y el coño de María Magdalena. Muy bien explicado, eso sí.

De la Solaris de Stanislav Lem al Vértigo de Hitchcock y las pelis hollywoodenses que respaldan la tortura –siempre que se aplique al enemigo islamista–, desde el gobierno ficticio de Francia en Sigmaringen a la glorificación del exterminio de civiles en Indonesia, el autor hace un recorrido en zigzag por hechos históricos, novelas, filmes… poniéndolos por testigo de la visión que desarrolla a lo largo del libro. Una especie de comentario ilustrado a la totalidad.

¿Cuál es esa visión? El acontecimiento como base filosófica de lo que ocurre en nuestras vidas. Es decir, la irrupción de algo inesperado, imprevisible, como factor definitivo que impulsa lo que sucede. Un ejemplo muy fácil es el cristianismo.

– ¿Ya ha oído lo último?
– No… ¿Qué ha sucedido?
– Dios se ha encarnado en su hijo, se ha dejado crucificar y nos ha salvado a todos del infierno.
– Ay, ¡qué encantador!

El chiste, titulado “Conversación en el año 90 d.C.” no es de Zizek – me lo contaba mi padre, que lo encontró en algún escrito de los surrealistas franceses, creo – pero bien podría serlo. Porque el cristianismo supone una existencia (distinta) de dios a partir de un lugar y tiempo determinados (la Palestina del año 5543 después de la creación del mundo). Otro ejemplo, dice el filósofo, es el amor. O bien las revueltas de Tahrir. Cosas que ocurren y nadie sabe por qué. Las explicaciones se buscarán a posteriori.

Sin Eva y su pecado de la manzana no habría Caída, y sin Caída no habría hecho falta que Jesucristo salvara a nadie

Zizek propone varias “paradas” en el libro para recorrer aspectos del “acontecimiento”, saltando de su maestro Lacan (al que no he leído) a Hegel, Heidegger y Kierkegaard (a los que tampoco he leído: no soporto la filosofía que necesita, en primer lugar, inventar un lenguaje para luego mostrarnos cómo sería el mundo acorde a ese lenguaje). Pero también de la visión que un islamista australiano tiene de la mujer poco vestida (“la carne que se deja sin tapar se la comen los gatos: la culpa no es de los gatos sino de quien deja la carne sin tapar”) al inmenso mérito de Eva en la teología cristiana: sin ella, sin su pecado de comerse la manzana y seducir a Adán (al igual que en el islam, en el cristianismo siempre es ella la que peca: él apenas deja seducirse) no habría Caída, y sin Caída no habría hecho falta que Jesucristo salvara a nadie, es decir que Dios sería bastante superfluo: el Dios cristiano sólo es Él porque Eva le dio la opción de condenar y salvar a la humanidad).

Y cuando aún nos estamos recuperando, algo boquiabiertos, de esa aguda visión sobre los abismos de la teología cristiana, Zizek ya ha saltado a Chesterton, a Agatha Christie, a las tradiciones inventadas de Eric Hobsbawm, a las fluctuaciones de energía de Heisenberg y a la máquina masturbatoria de Andréi Platónov. Mira, a ése tampoco lo conocía. Uno nunca pasa una página de Zizek sin haber aprendido algo nuevo.

Y aquí tenemos una de esas preguntas muy zizekianas: ¿Qué ocurre si uno mete un consolador de plástico en la máquina masturbatoria de Platónov y le da al botón? ¿Se produce el amor absoluto? ¿Es lo que busca el budismo? [Marginalia: Stanislav Lem se había planteado lo mismo, como es su costumbre en un par de párrafos secundarios y divertidos, en Paz en la Tierra (1986)].

Qué tiene que ver todo esto con el concepto del Acontecimiento, pregunta Zizek tras reflexionar sobre, pongo por caso, la etimología griega de la palabra bárbaro. Todo, se responde. No le crean. El hilo rojo de este libro está cogido con pinzas. Pero ¿qué nos importa? Zizek se revela un funambulista tan fascinante y hace cabriolas tan perfectamente ejecutadas sobre ese hilo que, por muy flojo que esté el hilo, no nos queda más que aplaudir a rabiar. Olvídense del cartel, disfruten del espectáculo, no se arrepentirán de haber pagado el ticket de entrada. Y si en el camino se ven en la necesidad de tragar algún sable, a lo mejor en forma de la palabra “desacontecimentalización”, respiren hondo: ya verán como les entra.

Si se ven en la necesidad de tragar algún sable en forma de la palabra “desacontecimentalización”, respiren hondo

Porque entra: lo que tiene que decir Zizek sobre dónde va nuestra sociedad, cómo se deshacen lentamente en Europa los fundamentos establecidos de golpe y guillotinazo por la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad), ese Acontecimiento máximo de los últimos dos siglos, sin el que no existiría la Europa como la conocemos (seríamos una especie de Asia Menor) y que ahora se está negando retroactivamente… lo que tiene que decir el filósofo bien merece las horas que pasamos con él.

Me he quedado con hambre. Porque cuando Zizek es bueno (libertario, igualitario), es bueno, pero cuando se vuelve malo (y se mete en una escena porno de Romance, Catherine Breillat, 1999) es mucho mejor. ¿Qué significa robar un banco comparado con el crimen de fundar un banco? preguntó Brecht. ¿Qué significa poner los cuernos a alguien comparado con el acto de casarse? replica el filósofo.

En los tres párrafos que tarda en exponernos los “cuatro modos de renegar de esta conjuncion imposible/real de amor y disfrute sexual”, Zizek está mandando al carajo años de dudas románticas y la literatura bécqueriana de unos pocos siglos. Una putada. Ahora quiero más, claro. Si se enteran de un libro de Zizek sobre amor y sexo, avísenme. O me meto a ladrón de bancos.