Una utopía entre anaqueles
Alejandro Luque
Jeremy Mercer
La librería más famosa del mundo
Género: Novela
Editorial: Malpaso
Páginas: 336
ISBN: 978-84-1599-618-7
Precio: 22 €
Año: 2005 (2013 en España)
Trad del inglés: Rubén Martin Giráldez
Título original: time was soft there (en Europa: Books, Baguettes & Bedbugs)
¿Otra maldita novela sobre librerías? ¿Un eslabón más en la cadena de los Hanff, Morley, Cossé, Penelope Fitzgerald, Sá Moreira, Coppens, Vecchioni, Banerjee…? Bueno, en descargo del escritor Jeremy Mercer, hay que señalar que la Shakespeare and Company, escenario principal de esta historia, no es una librería cualquiera.
El establecimiento concebido por Sylvia Beach –a la sazón editora del Ulises de Joyce– y más tarde adoptado por el estadounidense George Whitman en una nueva sede fue, desde sus orígenes, un rincón legendario: primero un hogar parisino para Hemingway, Pound, Gertrude Stein o Francis Scott Fitzgerald, luego centro de reunión de los beatniks, hasta el punto de inspirarle a Lawrence Ferlinghetti el proyecto de su librería City Lights; finalmente, se hizo famosa en todo el mundo por acoger entre sus paredes no solo libros fabulosos, sino a un considerable número de viajeros sin recursos a los que nunca se les negaba un tazón de sopa, y que a veces incluso se instalaban allí por un período indefinido.
Mercer fue al parecer uno de esos inquilinos, y La librería más famosa del mundo se presenta como el relato novelado de aquella experiencia, a la que se vio empujado cuando, siendo cronista de sucesos escabrosos en Canadá, recibió una amenaza lo bastante seria como para animarle a hacer la maleta.
Como es lógico, el autor se demora en contar la historia del mítico local, recopila regocijantes anécdotas y glosa la peculiar figura de George, jefe de esa tribu de bohemios tardíos y letraheridos dispuestos a compartir techo, jergón y puchero, y de paso echar una mano. No ha sido Mercer, desde luego, el único en plasmar estas vivencias: el colombiano Juan Gabriel Vázquez, por ejemplo, hizo lo propio en una rareza titulada A la cama con Shakespeare.
Pronto se advierte que la librería no es la protagonista del libro, parábola de la naturaleza humana y manifiesto sobre el dinero
Sin embargo, muy pronto se advierte que la librería, como tal, no es la verdadera protagonista de esta obra, y que el objetivo del autor no es tanto el bibliófilo como el gran público. De hecho, ni siquiera se mencionan demasiados títulos, no cede a la tentación de explayarse en las joyas que encontró en medio de la morralla, en aquella primera edición que le hizo temblar antes de estampar el célebre sello de caucho en la página de respeto. La intención de Mercer es, por el contrario, demostrar que una librería puede ser algo más que una tienda de libros.
Una vez desgranadas las razones por las que la Shakespeare es única, el esfuerzo del canadiense se dirige a contar cómo funciona ese microcosmos, el modo en que se desenvuelve la gente que llega a la capital francesa con su valija de sueños y de miserias: cómo se organizan las rutinas, se establecen lazos de amistad y se arreglan los desencuentros, cómo puede surgir el amor entre anaqueles. “No es la mejor librería de viejo del mundo (ni siquiera de París), aunque sin duda es la más especial”, escribió de ella Fernando Iwasaki, añadiendo a renglón seguido: “Y para colmo, además se folla”.
A partir de lo que parecía otra maldita novela de librerías, el escritor ensaya una parábola de la naturaleza humana, pero también un manifiesto –desapasionado, pero rotundo– sobre el dinero. Porque si Shakespeare and Company ha sido lo que ha sido, un pésimo negocio y a la vez un lugar de ensueño, se debe en gran medida a esa cabeza llena de ideas comunistas que recorrió el mundo antes de abrir una librería a dos pasos de Notre Dame. Un refugio para todos, incluida esa tal Utopía, esa dama menesterosa a la que hoy nadie parece dispuesto a dar cobijo.