Proposición indecente en Teherán
Ilya U. Topper
Shahriar Mandanipour
Una historia iraní de amor y censura
Género: Novela.
Editorial: Lumen.
Páginas: 382.
ISBN: 978-84-2641-771-8.
Precio: 25,90 euros.
Año: 2008 (2010 en España).
Idioma original: Farsi (inédito), inglés.
Título original: Censoring an Iranian Love Story.
Traducción: Sara Khalili (del farsi al inglés), Ignacio Gómez Calvo (del inglés al español).
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Si Shahriar Mandanipour (Shiraz, 1957) hubiera escrito la historia de amor que siempre quiso escribir, jamás habría visto la luz, en todo caso no en su país natal: son largas las tijeras de la censura iraní, y cualquier mención al cuerpo humano, o a un amor que no se agota en disquisiciones sobre pétalos de rosa, es sospechoso de depravación.
Evidentemente, un escritor iraní lo sabe y extirpa de antemano las frases peligrosas para no condenar a su editor a quedarse con toneladas de papel para reciclar (se permite imprimir libros, pero no distribuirlos, sin pasar por el censor). El público iraní habría rellenado las escenas ausentes, los gestos apenas insinuados, con una bien entrenada imaginación, pero usted, lector, se aburriría mucho y no se enteraría de la misa la mitad.
Mandanipour podría haber publicado su novela íntegra en el extranjero, por ejemplo en Estados Unidos donde vive desde 2006, y a usted le gustaría, pero sería en cierto sentido falsa: ningún iraní puede escribir ni leer desde hace exactamente 30 años una novela así.
Los iraníes han aprendido a tomarse con humor ese pequeño infierno diario de normas absurdas
Shahriar Mandanipour optó por hacer todo a la vez: escribió la historia tal y como la concibió, se dedicó a tachar todas las frases que la censura le quitaría e intercaló todas las explicaciones sociológicas y políticas necesarias, para que usted, lector no iraní, entendiera el conjunto, e hizo imprimir el resultado, tachones (legibles) incluidos, en América. Una idea genial, para empezar.
Pero no se paró ahí: primero cobra vida propia el personaje que representa la oficina de censura iraní, un tal señor Petróvich (no me pregunten por qué tiene nombre ruso). Luego, la tierna historia de amor de una estudiante y un joven vendedor clandestino de películas, Sara y Dara, se prolonga en las explicaciones intercaladas, donde usted aprenderá todo aquello sobre su relación que un lector iraní se puede imaginar, pero ningún editor puede (ni necesita) imprimir.
La risa se cuela a menudo entre las costuras: los iraníes han aprendido a tomarse con humor ese pequeño infierno diario en el que convierten la vida las mil y una normas del régimen, tan absurdas como ineludibles.
El extraño coro a dos voces llega a enredos cada vez más atrevidos: el señor Petróvich y el autor pasan a convertirse en antagonistas de una historia paralela y finalmente Dara y Sara cobran una vida propia que pronto no podrá controlar ni el propio autor ni el señor Petróvich. Un asesinato flota en el aire como última solución…
Es una historia en imágenes como pensadas para una película que nadie puede rodar en Irán
Esta es una historia compuesta por imágenes. Imágenes poderosas como pensadas para una película que nadie podrá rodar en Irán: Dara y Sara sentados en una triste sala de Urgencias de un hospital porque sólo allí podrán hablar a salvo de la policía moral. El censor de cine ciego, al que sus ayudantes le describen los centímetros de muslo de la actriz para que decida si pasar o no la tijera.
La cumbre, tal vez, ese remedo tan inverosímil y tan convincente de Una proposición indecente, con el viejo poeta convertido en buhonero de libros en el papel de Robert Redford y Sara en el de Demi Moore: un manuscrito centenario por quitarte el pañuelo en plena calle…
Mandanipour ha conseguido unir con esta novela, su primera obra traducida al inglés, una poderosa historia de amor ―cercana, destructiva y esperanzadora como todas las historias de amor― y una mordaz sátira contra el régimen teocrático iraní. Ha superado el reto de hacer que el hilo que cose ambas historias sea aún más fascinante que las piezas originales.
No sé si ustedes saldrán sanos del laberinto, pero no se arrepentirán de haberse metido, se lo prometo..