Metales movedizos
Alejandro Luque
La portada no engaña: un camello sobre una suerte de desierto alfombrado, una muchacha encaramada sobre el animal, rodeada de viejos objetos, y enfrente, destacando en la bruma, una especie de poblado semiderruido…
Por si no fuera suficiente, el título Tales of the sand –Cuentos de la arena– promete un viaje sin salir de casa a ese imaginario oriental tan recurrente como llamativo aún en nuestros días. Y aunque se trata de la cubierta de un disco de rock duro, y más concretamente de esa rama conocida como rock progresivo –caracterizado sobre todo por una peculiar complejidad rítmica– su contenido no defrauda las expectativas.
Con este tercer álbum, los tunecinos Myrath [Leyenda] se confirman como una de las propuestas más serias y estables que ha dado un país no precisamente dotado de tradición metalera. Ya habían mostrado sus excelentes credenciales en dos discos anteriores, Hope (2007) y Desert call (2010). Pero, a la espera de su inminente salida del estudio con nuevo material, podemos decir que este Tales of the sand confirma su línea ascendente y su absoluto despojamiento de complejos.
Para el público español, y más si es sureño, resulta imposible escuchar una propuesta como esta sin recordar el auge del llamado rock andaluz, especialmente uno de sus principales representantes, todavía en activo: los cordobeses Medina Azahara. En el fondo, se trata de un empeño similar: llevar al terreno de la música anglosajona por excelencia, el rock, elementos de la propia identidad musical de un modo armónico, sin que se noten las junturas de la aleación.
Es un empeño similar al de los cordobeses Medina Azahara: llevar al rock elementos de la propia identidad musical
Así es como Myrath, desde un más que aceptable nivel técnico, desliza escalas de innegable sabor arábigo, melodías afines y ritmos de darbuka camuflados en las baterías, todo ello impregnado de la épica grandilocuente que es tan cara a los amantes del género.
El resultado es, antes que nada, un producto eminentemente rockero, pero bien perfumado de aromas especiados y ahumado de sándalos para dar ambiente, más o menos tunecino. Cabe destacar los buenos oficios del potente vocalista Zaher Zorgati, que se echa sobre los hombros la mayor parte del peso del repertorio, así como los teclados de Elyes Bouchoucha, frente a una guitarra de Malek Ben Arbia más escondida que lo que cabría desear.
Eso sí, justo es señalar que a los no iniciados, los 55 minutos largos de fusión rockero-oriental pueden resultar demasiados. Los seguidores de bandas como Simphony X o Dream Theater, en cambio, disfrutarán de un trabajo cuidado, rotundo y adulto como no podían soñar hace apenas unos años los músicos meridionales. Una puerta abierta, también, para que los sonidos propios vayan ganando espacio a los importados, pues por esa vía saldrán ambos enriquecidos.
Si algún día se deciden a interpretar su repertorio íntegramente en árabe -aunque teman cerrarse puertas en el extranjero aparcando el inglés- lo lograrán aún más.