Cuidar las apariencias
Alejandro Luque
Dirección: Mehmet Can Mertoğlu
Género: Largometraje
Intérpretes: Sebnem Bozoklu, Murat Kiliç, Muttalip Mujdeci, Müfit Kayacan, Riza Akin.
Produccción: Arte France Cinéma, Asap Films, Kamara, Parada Film
Guión: Mehmet Can Mertoğlu
Duración: 105 minutos
Estreno: 2016
País: Turquía
Idioma: turco
Adoptar niños en Turquía es algo menos difícil que en España, donde según las últimas informaciones la media de demora es de unos cinco años. Sin embargo, los prejuicios sobre la infertilidad, que aquí creemos o deberíamos creer venturosamente superados, allí son un estigma. El temor a ser señalados de ese modo, o a dejar esa señal a su hijo como una herencia infamante, lleva a la pareja protagonista de Albüm a hacer todo un paripé, incluyendo el uso de una prótesis a modo de tripa de embarazada.
Desde la maquinaria burocrática a los prejuicios raciales, el examen de Mertoğlu es afilado y mordaz
El director, Mehmet Can Mertoğlu, aborda esta cuestión desde una perspectiva social, que no excluye cierta comicidad. Pero el desarrollo del filme está orientado sin duda a radiografiar la sociedad turca a partir de ese tabú. Desde la maquinaria burocrática, desesperante como está mandado, al profundo arraigo de los prejuicios raciales –“¡parece kurda!”, exclaman con horror los adoptantes cuando se les muestra su primera candidata–, pasando por el cuestionamiento de los hábitos de consumo televisivo, el examen de Mertoğlu es afilado y mordaz.
El ritmo de la narración resulta a menudo plúmbeo, transmitiendo muy bien la lentitud de los trámites en contraste con la urgencia que sacude a la pareja. Las imágenes iniciales de una vaca inseminada, y el posterior parto del ternero, tan asombrosas para el espectador que haya vivido alejado del campo, parece decirnos con ironía: “¿A que parece fácil?” Incluso se recurre a la exageración poética, como en la imagen de los empleados de Hacienda durmiendo con la frente clavada en sus escritorios, para reforzar la imagen de indolencia e inoperatividad.
Por otra parte, el cineasta exhibe su gusto y pericia con los planos largos, como una invitación a mirar con paciencia, y también con perspectiva. En los despachos que visitan, por ejemplo, conforme se abre el plano, afloran los símbolos, y con ellos se suma información para perfilar a los distintos personajes. Sin duda, cuanto más familiarizado esté el espectador con las claves de la sociedad turca, más punta sacará al filme.
Es una obra de factura técnica impecable, pero en la que cuesta empatizar con los personajes
Pero resulta también interesante otra lectura, que podríamos llamar universal: el modo en que la fotografía –también la predigital, pues la pareja viaja con una cámara antigua, y no se nos escatima el sonido del carrete al avanzar– está revolucionando el modo de entender la memoria en este siglo XXI. La proliferación de cámaras en los teléfonos celulares, la fiebre del selfie y el exhibicionismo de las redes sociales, conllevan también un cambio en el modo de narrar, y de narrarnos a nosotros mismos nuestras propias vidas.
Para más información, sugiero leer el último ensayo de Joan Fontcuberta, La furia de las imágenes, pero sin necesidad de entrar en tantas honduras Albüm nos enseña que el viejo “cuidar de las apariencias” ha cobrado una nueva dimensión, de alcance todavía insospechable.
El trabajo de Mehmet Can Mertoğlu –apadrinado nada menos que por Calin Peter Netzer y Danis Tanovic, y premiado ya en varios festivales importantes– es una obra de factura técnica impecable, pero en la que cuesta empatizar con los personajes y mantener el interés en sus pasajes más lentos, por suerte aliviados con salidas humorísticas. En todo caso, se agradece, y mucho, la aproximación a la realidad turca, que presumimos expuesta en nuestros días a cambios vertiginosos, esperemos que alguno para bien.
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