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El Mediterráneo ¿desde Mauritania hasta Crimea? ¿desde Lisboa hasta Yibuti? ¿No es un concepto geográfico un tanto extraño? Numerosos países que trata M’Sur no son ni remotamente ribereños del Mare Nostrum…

La definición del ‘espacio mediterráneo’ que utiliza M’Sur va más allá de la definición geográfica e incluye aspectos sociólogicos, culturales, políticos e históricos. En primer lugar incluye todos los países que son ribereños del Mediterráneo o del Mar Negro. A menudo, no obstante, las fronteras de estos países sólo fueron trazadas en el siglo XX por razones políticas concretas, y no reflejan la evolución de las sociedades locales durante los últimos siglos.

La iniciativa abarca todo la Península Arábiga porque no se puede separar de uno de los conjuntos culturales y políticos que más han marcado la historia y la actualidad de los países mediterráneos: el árabe. Sería impensable analizar el futuro político de toda la región sin tener en cuenta el papel que juega la guerra de Iraq o sin hacer referencia a la región petrolífera del Golfo Pérsico. Cabe recordar que la mayor parte de la zona —hasta las costas de Yemen— formó parte de un único estado, el Imperio Otomano, hasta 1920.

Más lejos se sitúa Irán, que no forma parte del conjunto árabe y entronca con Asia Central. Pero la enorme influencia persa en el desarrollo civilizatorio y cultural de Europa y África del Norte y el importante papel político que Teherán juega hasta hoy en los conflictos de Iraq, Israel y Líbano aconsejan incluir este país en el mapa: sería difícil comprender la historia o la actualidad de Oriente Próximo sin conocer Irán.

Azerbaiyán y Armenia no tienen costa mediterránea, pero su destino está íntimamente ligado a Turquía por razones de alianza en el caso de Azerbaiyán y de conflicto en el de Armenia. Junto con Georgia, ribereña del Mar Negro – y durante siglos parte de los territorios con población y cultura griega –  forman el bloque de los «países caucásicos» y se han convertido en uno de los puntos álgidos en los que chocan varias grandes potencias: Rusia, la OTAN, los movimientos islamistas…

En el otro extremo del mapa hemos decidido incluir Mauritania, pese a que la franja sur de este país ya forma parte de África subsahariana: dominado históricamente por la etnia saharaui, Mauritania es miembro tanto de la Unión del Magreb Árabe como de la Liga Árabe, dos bloques políticos cuyos destinos se dirimen en Rabat, Argel y El Cairo. Por el mismo motivo se incluye Sudán en el mapa, asimismo regido por etnias que se consideran árabes. Y la guerra en el norte de Mali ha demostrado, una vez más, que también Tombuctú forma parte del mismo espacio histórico-político: hasta allí llega el territorio amazigh, que marca la cultura norteafricana.

Más discutible parece la decisión de ampliar el mapa del Mediterráneo hasta Etiopía, Eritrea y Yibuti, tres estados netamente subsaharianos que no forman parte del mundo árabe (aunque Yibuti es miembro de la Liga Árabe). En este caso son consideraciones históricas las que sugieren su inclusión: situados frente a la Península Arábiga, estos territorios han mantenido durantes siglos estrechas relaciones con Yemen, cuna de la civilización árabe, y desde la época grecorromana mantienen un contacto cultural y religioso con Egipto. En las montañas etíopes se usaban monedas del modelo griego o acuñadas en Roma como medio de pago corriente. Desde antes del islam, el cristianismo y el judaismo, siempre en contacto con Jerusalén, eran las religiones dominantes en estas tierras. El imperio etíope siempre ha formado parte del conjunto civilizatorio y cultural del sur del Mediterráneo, al menos en la imaginación colectiva europea, que lo denominaba la tierra del Preste Juan. Gran parte de los descubrimientos europeos del siglo XV y XVI se deben al esfuerzo de Portugal de retomar contacto con este reino… Y esta conexión sigue hoy, cuando Egipto amenaza con desencadenar un conflicto armado con Etiopía a causa de las presas en el Nilo.

Por otra parte, determinados países ribereños se tratan en M’Sur de forma limitada, dando prioridad a los aspectos más estrechamente relacionados con la cuenca mediterránea: así, los reportajes sobre Rusia se centrarán sobre todo en los conflicto del Cáucaso y su relación con sus vecinos sureños, sin que se pretenda una atención exhaustiva al papel de Moscú en Europa.