Entrevista

Yasmin Levy

«Sólo en español puedo ser yo misma»

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 11 minutos
Yasmin Levy | Ali Taskiran Cortesía de sohoartists
Yasmin Levy | Ali Taskiran
Cortesía de sohoartists

Estambul | Octubre 2010

Tiene la voz suave y apasionada, como si estuviera a punto de romper a cantar en cualquier momento. Yasmin Levy (Jerusalén, 1976), cantante y una de las mayores embajadoras de la cultura sefardí en el mundo, prefiere hablar en inglés, pero cuando intercala alguna frase en castellano, lo hace con fluidez, sin acento, como si fuera su idioma. De hecho, es su idioma: el que eligió para cantar, para escribir las letras de sus propias canciones.

Nadie lo habría imaginado: Yasmin Levy nació en Jerusalén hace 34 años. Su padre, Yitzhak Levy, era un sefardí oriundo de Turquía. Hablaba ladino, el español del siglo XV preservado en las comunidades judías sefardíes en todo el mundo, pero murió cuando la niña tenía poco más de un año. La madre de Yasmin es judía de raíces turcas. Pero toda esta mezcla se quedó atras… en un primer momento.

¿Cuál fue su lengua materna?
Hebreo. En Israel, todos los que llegaron aprendieron a hablar hebreo. El ladino se convirtió en el idioma secreto de los padres: hablaban en ladino cuando querían decir algo y que no lo entendiesen los niños. Por eso no aprendimos ladino. Yo lo entiendo porque hablo español.

¿A qué edad decidió aprenderlo castellano?
Cuando tuve 17 años me fui a España para un mes. Aprendí español en un mes. No lo había planificado, cuando llegué no sabía decir ni hola. Pero las lenguas se me dan bien…«En Turquía pondrán el nombre de mi padre a una calle; es el mayor regalo que me pueden hacer»

Turquía es su antigua patría ¿no es cierto? 
Mis raíces son españolas. En 1492, la familia de mi padre vino de España a Turquía y creo que se quedaron unos 500 años en Manisa, una ciudad cerca de Izmir. Cuando él tenía 3 años, en 1922, Manisa fue quemada por los griegos y huyeron a Israel.

¿Hay aún alguna comunidad judía en Manisa?
Que yo sepa, no. Se fueron hace casi 100 años. Sólo queda la leyenda. Pero hace dos meses, el responsable de Cultura de Manisa vino a un concierto mío y me dijo que el alcalde quería encontrar la calle donde vivía mi padre para ponerle el nombre suyo. Es lo más bonito que me han dicho en mi vida.

¿Se sabe qué calle es?
Nadie la conoce, nadie se acuerda. Lo que han hecho es buscar una calle donde se sabe que vivieron judíos, tenemos que elegir una y haremos la ceremonia del nombramiento. Es el mayor regalo que me pueden hacer…

Las canciones que canta ¿son tradición de su familia o las investiga y busca usted?
Las canciones sefardíes, en ladino ―judeo-español― se han transmitido de generación en generación, siempre oralmente: las madres cantaban las canciones seculares a sus hijas y los hombres, las canciones religiosas a sus hijos. Mi padre fue el primero que se dio cuenta de que alguien tenía que escribir las letras para conservarlas, si no, desaparecerían. Dedicó su vida a recoger  y preservar estas canciones. Solía hacer venir a gente que cantaba para él, luego apuntaba todo. Tardó 30 años. Yo me crié escuchando su voz: él era cantante y grabó todas estas canciones. Mi madre solía cantar para mí mientras cocinaba o limpiaba.

¿Es sefardí también?
No. Ella es judía, pero turca. Sefardíes son sólo los que vienen de España. Cuando llegaron a Turquía, ya había judíos aquí. Ella aprendió estas canciones de él y me contaba todo. Y ésta es la manera tradicional: aprendí estas canciones en la cocina, y luego los llevaba al estudio y al escenario.

¿Todas las que canta son del legado de su padre?
Ahí hay miles. Primero voy a la fuente de mi padre. Él publicó diez libros con canciones litúrgicas y otros cuatro de canciones románticas. En primer lugar voy a ver a mi madre, voy a su cocina y le pido que me cante. La grabo. Luego voy a los libros de él y luego estoy abierta a sugerencias.

¿Aún hay músicos sefardíes que conserven la tradición? 
Hay quien conserva la tradición, pero ellos no tocan conmigo, tienen sus propios grupos. Yo recojo a músicos de todas partes del mundo y aprenden estos ritmos conmigo. Aportan su propia tradición y eso enriquece mis canciones, las hace más coloridas.

¿Podemos hablar del ladino-fusión?
«Vine a cantar a Turquía justo durante la crisis; en Israel me criticaron y respondí que iba a ir otra vez y otra y otra »Siempre mezclo. Me crié en Jerusalén, que es un horno de fundición, la gente viene de todas partes del mundo para vivir allí.Hay musulmanes, cristianos, judíos, ateos… todos están en Jerusalén. Olía todo tipo de fragancias, comía todo tipo de comidas. Soy un resultado de esta mezcla.

¿Cuantos países aparecen con usted en el escenario?
Uf… ahora mismo, en el escenario, creo que hay cinco. Armenia, Israel, Irán, España, Inglaterra, Escocia, Paraguay, Ghana, Grecia, Turquía, desde luego…

Y viniendo de países tan dispares, incluso enfrentados ―Irán e Israel― ¿se llevan bien entre todos?
Son los mejores amigos. Tengo músicos turcos y armenios, y todos conocemos la historia de estos países, tengo griegos junto a turcos. No hay lugar para pelearse: no lo hacemos, hacemos música. Aceptan al otro tal y como es, con su música y sus tradiciones, se respetan mutuamente y crean algo más grande que ellos mismos. Y soy afortunada de tener una vida de música.

Pero la vida real sigue ahí… Habrá países en las que no puede cantar porque tiene pasaporte israelí.
«El Imperio Otomano abrió sus puertas a los judíos; por eso me siento tan agradecida hacia el pueblo turco»Si no me invitan es cosa de ellos. Si me invitasen, yo iría. Me encantaría. Recuerdo que un chaval de Iraq vino a un concierto mío en Londres. Después contó que él se crió aprendiendo que Israel y los judíos son unos monstruos, pero que en mi concierto no vio otra cosa que amor. Eso es lo mejor que me puede pasar.

También en Israel arrecia ahora el extremismo…
Recientemente, la relación entre Israel y Turquía se ha deteriorado. Yo vine a cantar en ese mismo momento y hubo gente en Israel que me dijo que estaba mal, que por qué iba, y yo respondí que iba a ir otra vez y otra y otra y otra. Yo soy música, no soy política, e iré donde la gente quiera escucharme.

Y precisamente Turquía…
Para mí, Turquía es un caso especial. Porque es el país que aceptó mis raíces, mi familia. Eso no lo olvidaré nunca. Es como una segunda patria para mí.

Yasmin Levy es, sin duda, algo así como una hija recién aparecida para las parejas de ancianos sefardíes de Estambul que la escuchan desde el patio de butacas y rompen a reír cuando ella cuenta en castellano ―antes de repetirla en inglés― una divertida anécdota que sirve de prólogo a sus casi siempre tristes canciones. El español es su idioma de escenario. En Estambul hay aún unas 20.000 personas que hablan ladino y entienden a Yasmin a la primera.

Los sefardíes en Israel ¿son todavía una comunidad cohesionada?
Lo que queda de su cultura es la lengua. Hay unos 150.000 personas en todo el mundo que hablan ladino. La gran mayoría tienen entre 50 y 90 años. Se hacen muy ancianos. Ya no se casan hombres sefardíes con mujeres sefardíes; ahora se mezclan. Por eso, en mi generación ya nadie habla ladino. Mis hijos, desafortunadamente, no lo hablarán y en dos generaciones habrá desaparecido. Se podrá leer, escuchar, pero no estará vivo. Lo que vivirá son las canciones.

Cree que el ladino debería preservarse de alguna forma? Angel Wagenstein me dijo que estaba en contra: prefiere que se enseñe el castellano moderno.
Entiendo su punto de vista: saber ladino no les ayudará en el mundo, el castellano sí.Pero creo que es una estupidez estar en contra de enseñar lo que sea. Si la gente quiere aprender ladino, debería poder hacerlo. ¿Por qué elegir sólo uno de los dos? Lo que ocurre es que, independientemente de la opinión que tengamos, lo que va a suceder es que el ladino estará en libros y morirá al final. Imagíneme como embajadora de ladino: no lo hablo. ¿Para qué lo aprendería un crío? Es muy triste.Pero les pasa a más lenguas.

Wagenstein opina que los únicos países en los que nunca ha habido pogromos eran los del antiguo Imperio Otomano.
Porque el Imperio Otomano fue el primero en abrir sus puertas a los judíos. Incluía Yugoslavia, Bulgaria, Turquía, Grecia… Por eso me siento tan agradecida hacia el pueblo turco: nos aceptó. Nos permitió ser judíos. Nos protegieron. En la II Guerra Mundial, en Salónica estaba la mayor colonia sefardí y todos fueron llevados a los campos [de concentración] y murieron. Pero en el Imperio Otomano, los judíos podían vivir en paz.

Usted canta también canciones litúrgicas, normalmente reservadas a los hombres.
Sí. En la tradición judía, las mujeres no deben cantar, excepto para otras mujeres. Dicen que es un pecado. Para los judíos radicales, no soy religiosa porque canto en público. Hubo un tiempo en que ser cantante era una vergüenza, era como ser prostituta.Y lo que dice la religión es que no me permite cantar.

Incluso en la tradición sefardí?
No, ahí son más abiertos. Los judíos sefardíes son muy ‘cool’, son muy amables, y me piden cantar todo el rato. Y soy una mujer moderna.

«La raíz del flamenco son las canciones litúrgicas judías, así como musulmanas y la escala que los gitanos»

Cuando llega a España ¿fue un reencuentro con la música de su infancia? 
Venimos del mismo país, del mismo origen. La raíz del flamenco son las canciones litúrgicas judías. Lo que los judíos cantaban en la sinagoga en España. También las liturgias musulmanas de la mezquita. Y la escala que los gitanos trajeron de la India. La mezcla de estos tres elementos creó el flamenco.

Y ahora sí, Yasmin Levy se arranca a cantar en la entrevista, modula un canto judío religiosos, luego la llamada a la oración musulmana, finalmente un ‘quejío’ flamenco… “¿Ves? Es el mismo sonido”, comenta. En el escenario imprime este carácter a todo lo  que canta, estirando los versos o convirtiéndolos en llanto o en murmullo. Es desmesurada la emoción que derrocha al cantar ‘La hija de Juan Simón’, de Antonio Molina. Aún más le gusta el flamenco. Tanto que su último álbum, Sentir (2009), lo editó el productor español Javier Limón.

¿Hasta qué punto la música sefardí es española?
Gran parte de las canciones que hoy se llaman sefardíes y que yo canto eran originalmente cristianas, pero en España se olvidaron de ellas, sólo los judíos las preservaron. Los judíos amaron España, y la siguen amando. Cuando se les obligó dejar el país, lo único que se pudieron llevar eran sus recuerdos, estas canciones y la lengua.

Guarda un tesoro ¿cierto?
Canto estas canciones con gran respeto, con temor, porque las respeto: no son mías. Pero para mí es importante escribir mis propias canciones, poder expresarme yo misma. Y cuando lo hago, escribo en español. No en judeoespañol, sino en castellano. Sólo en esta lengua puedo estar loca, puedo ser Yasmin.

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© Ilya U. Topper | Especial para MSur

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