Entrevista

Carlos Goñi (Revólver)

«En Marruecos encuentro el aire que me falta en mi país»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos
Carlos Goñi (Revolver) | Cedida
Carlos Goñi (Revolver) | Cedida

Argán, el título del último disco de Revólver, es también el nombre de un árbol que crece en Marruecos del que se extrae un aceite muy apreciado. A este país, concretamente a Marrakech, viajó el líder del grupo, Carlos Goñi, en busca de atmósferas y sonoridades alejadas de lo convencional. Y lo que encontró superó con creces sus expectativas.

“Hace muchos años que me interesa todo lo que pasa en el Magreb”, explica el cantante. “Y el nombre de Marrakech, desde pequeño, me sonaba como un sitio mítico, como Samarcanda, donde por fuerza tenían que ocurrir cosas extraordinarias. Y en efecto, nada más poner un pie allí el flechazo fue instantáneo, básicamente por la gente que encontré. Lo mío con Marrakech es ya una historia de amor”, agrega Goñi, quien no dudó en desmontar entero su estudio en L’Eliana (Valencia) y volver a montarlo en la ciudad marroquí, donde reunió a sus músicos durante tres semanas.

Aunque a lo largo de su dilatada carrera Goñi ya había coqueteado con músicas de México, Portugal e Irlanda, en Marruecos asegura haber experimentado sensaciones desconocidas.  “Creo que en España a menudo nos venden una película, una distancia que no tiene nada que ver con lo que percibes allí. Nunca voy a olvidar lo que me dijo una mujer al entrar en una tienda de la Medina: ‘Ya que ustedes no quieren que seamos hermanos, intentemos al menos ser primos hermanos’. Eso es lo que he buscado, hermanarme con todo aquello. Ahora encuentro en Marruecos el aire que me falta en mi país”, añade.

Precisamente el primer sencillo del disco es Quiero aire, una pieza que mezcla country con los sonidos callejeros magrebíes, aportados por la voz de Amine Hagdag, el violín de Jalal El Alloouli y la percusión de Nouereddine Ennajraoui, que conforman la representación marroquí junto con Ait Hmitti Tariq (karakebs) y Bouzzig Hamid (gimbri). “Yo ya tenía una idea bastante aproximada del nivel que iba a encontrarme, porque con esas melodías, o tocas un huevo o es imposible”, prosigue Goñi. “No me explico cómo no hay más artistas españoles que crucen el Estrecho en busca de buenos músicos. Pero últimamente siento que en España le damos la espalda a todo, a los vecinos del Sur, a los del Norte, ¡a todo! No sé qué está pasando, es como un rechazo generalizado a todo lo que no sea tu entorno más cercano. Es obtuso y absurdo”, lamenta.

Lo que Carlos Goñi sí parecía tener claro es que no quería el clásico disco de fusión al uso, de los que el mercado ya parece bastante saturado. Aprendió a tocar el mandolute, una guitarra local de cuatro cuerdas dobles, y se dispuso a tantear territorios sonoros como un explorador. “No se trataba de hacer un disco de world music llevándote diez canciones a cualquier sitio del mundo, no era ese el tema. Me he pegado cuatro años tratando de encontrar el cruce donde podían confluir los dos caminos. Y técnicamente lo encontré en esa escala pentatónica que comparten el blues y la música magrebí”.

En este punto, cabe preguntar a Carlos Goñi por qué en el texto de introducción al álbum, que ha visto la luz también con una edición disco-libro (incluyendo un documental en DVD dirigido por Iván Garriga sobre el proceso de grabación) subraya que se trata “de una cultura diferente”. ¿Está tan seguro de esa diferencia?. “No cabe duda de que hay muchos elementos comunes, y lo bueno es que ellos no se pasan el día intentando ocultarlos, como creo que nosotros hemos hecho aquí. Por otro lado, me sorprende cómo pueden seguir sintiendo afecto y cercanía hacia nosotros, que los hemos rechazado. Luego tienes que aguantar a cualquier pringado que descalifica a todo el pueblo por la movida del Sahara. Si hubiera que descalificar a todo un país por los errores de sus gobernantes, no había madera en el mundo para clavar a los españoles”.

Con independencia de la mayor o menor fortuna de la empresa, lo primero que llama la atención es la fuerza que desprende el repertorio desde el primer corte, con unas guitarras densas. “Modestamente, creo que con este disco he abierto una puertecita. Se habían hecho muchos acercamientos entre lo marroquí y el flamenco, el chill out… Pero nada con el rock and roll. Bueno, sí, Led Zeppellin, como siempre. Pero en España, nada, al menos sin que una música vaya en detrimento de la otra”.

Acaso sin darse cuenta, Goñi ha reinventado el sonido de Revólver, acompañado por letras comprometidas que, como defiende el cantante, “son marca de la casa. Vivo en este mundo, y de él hablo. Un mundo en el que a veces nos escupimos, a veces nos amamos y raramente nos respetamos. No me gusta que digan que mis letras son sociales, porque me suena a Ministerio. Hablo de lo que me rodea”, recalca.

Por todo ello, Carlos Goñi sigue con mucha atención la actualidad de la revolución dominó en el Magreb, “pero que quede claro que mi disco no es oportunista: cuando me metí a grabar en noviembre pasado, en Túnez la gente estaba en la playa”, comenta. “Me parece fantástico que el pueblo decida que no quiere sufrir más represión del dictador de turno, es su derecho. Y lo que me dio una envidia enorme fue oír al ejército egipcio asegurando que no dispararían ni media bala contra el pueblo al que sirven. Joder, eso será impensable aquí, en Reino Unido y Alemania”.

“En cuanto a Libia, estoy deseando que alguien me diga qué están haciendo allí”, continúa el músico. ¿Van a meter en la cárcel a Gadafi, van a juzgarlo? Lo único que sabemos es que hay un pasillo aéreo, pero nadie tiene huevos de decir qué van a hacer con él”.

Y respecto al futuro de Marruecos, hace su apuesta: “Creo que allí el rey funciona de otra manera, y están ante el desafío de hacer crecer el país sin perder su idiosincrasia. La gente es también más suave. Es cierto que ocurren muchas cosas, tienen problemas de libertad de prensa, de represión del rollo homosexual… Pero la verdad es que, como español, no tengo demasiados motivos para sacar pecho. Cuando saqué Mestizo en 2005 me censuraron en las radios porque en una canción decía que no reconozco más bandera que la sábana que cubre el cuerpo de mi mujer. Y, cuando me hablan de la corrupción que hay en Marruecos, pregunto si nosotros podemos dar lecciones a alguien al respecto”, concluye.