Crítica

Con las manos desnudas

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 3 minutos
Budrus
Budrus
Dirección: Julia Bacha.

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Multipremiado en el último festival de Nador, Budrus, el filme documental de la directora palestina Julia Bacha, no muestra a priori nada que no hayamos conocido a través de muchos reportajes, libros y películas: el ejército, siguiendo la política expansiva de Israel, empuja las fronteras cuanto puede, sin detenerse a evaluar daños, y provocando a menudo la ira de los pueblos afectados, y la imagen lamentablemente familiar de los disparos respondiendo a las lluvias de piedras.

En la aldea cisjordana de Budrus, sin embargo, el guión cambia sutilmente: vemos a Ayed Morrar, líder del pueblo, defender la resistencia pacífica cuando los bulldozers empiezan a arrancar de cuajo olivos centenarios. Vemos cómo trata de organizar la defensa de ese patrimonio ancestral, y cómo la comunidad entera cobra conciencia de la necesidad de oponerse el abuso y la humillación.

Alternando tomas sobre el terreno y entrevistas posteriores, la directora tiene el acierto de enfocar y dar la palabra, también, a los soldados israelíes. Más allá del cumplimiento del deber, trata de penetrar en su psicología, y de mostrar las tensiones a las que están expuestos. “A fin de cuentas, una protesta no violenta no va a acabar con la barrera”, dice un mando. “Eso no va a suceder, porque los hombres, las mujeres y los niños de Israel necesitan dormir por la noche”.

En ese punto empiezan a cobrar protagonismo las mujeres: una soldado, caso único en un destacamento de varones, y las hembras del pueblo, quienes pasan a encabezar las protestas y a enfrentarse a los fusiles con un coraje que  acaso no tenga ningún varón. Más allá de los discursos nacionalistas, más allá de la ensangrentada vecindad entre israelíes y palestinos, las imágenes conmueven profundamente: estamos viendo a las madres, a las abuelas, a las esposas, a las hermanas, a las hijas: por muy confuso que pueda ser el conflicto, todo el mundo comprende el significado de esas palabras. Y también el sentido de aquello por lo que luchan con las manos desnudas: su pedazo de tierra, su casa.

Las cámaras de Bacha registran algunos incontenibles brotes de violencia, la llegada de grupos solidarios de apoyo (con una significativa representación israelí), y finalmente la inesperada victoria de la razón: el compromiso por parte de las autoridades de Tel Aviv de que corregirán el trazado de la valla para respetar las posesiones de los habitantes de Budrus. Un desenlace que, por más que se trate de una cinta técnica y artísticamente mejorable, resulta muy difícil ver sin que aflore alguna lágrima a los ojos. Lágrimas de emoción por el buen fin de la empresa, lágrimas por imaginar cuántos cuentos de Israel y Palestina habrán tenido finales más desdichados.

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© Alejandro Luque  · Mayo 2013  · Especial para MSur