Reportaje

Aulas okupadas, políticas y primeros amores

Darío Menor
Darío Menor
· 8 minutos
Alumnos en el patio de un instituto 'okupado' (Roma, 2014)   ©  Darío Menor
Alumnos en el patio de un instituto ‘okupado’ (Roma, 2014) © Darío Menor

Roma | Diciembre 2014

Una decena de chavales de entre 14 y 18 años bloquea el acceso al instituto Luciano Manara, en el barrio romano de Monteverde, uno de los 90 centros de educación secundaria de Italia ocupados durante el pasado mes de diciembre por sus estudiantes. “Deja un poco de dinero suelto para la colecta”, les dicen a los chicos que van entrando por la puerta, en la que hay colgado un enorme cartel con sus reivindicaciones. Destacan la crítica a dos de las grandes reformas del Gobierno de Matteo Renzi, la laboral y la educativa.

“El dinero lo utilizamos para comprar la comida del almuerzo y la de la cena. Todos los días tenemos el mismo menú, pasta. La cocinamos en las casas de los que viven más cerca”, cuenta Agnese, de 17 años, una de las cuatro representantes de los alumnos del Manara. Además de contra las políticas de Renzi, en este instituto protestan por la negativa de los responsables del centro a dejarles un aula libre para ellos, en la que no puedan entrar los docentes.

Ante la negativa a dejarles un aula solo para estudiantes, los alumnos del instituto Luciano Manara ocuparon el centro

“Ocupamos hace cinco días después de coordinarnos con otros liceos y decidirlo en la asamblea de estudiantes. Les pedimos las llaves a los bedeles y no dejamos a los profesores que pasasen”, dice la líder estudiantil. “En el momento inicial de la ocupación éramos entre 100 y 150, aunque sólo unos 50 nos quedamos a dormir”. Son en total 600 los alumnos de este centro.

La ocupación es una práctica habitual en las aulas de secundaria durante el final del otoño en Italia, pero casi desconocida en el resto de países europeos. Según los chavales y algunos de sus padres, supone el bautismo con el que comienzan a desarrollar la conciencia política. Desde la cubierta del edificio, donde concluye la ruta con la que muestra al visitante cómo se organizan por su cuenta los estudiantes del Manara, Agnese reconoce que “impresiona” ver que “todo esto es tuyo”. “Tienes la sensación de que lo que pase aquí tendrá un impacto, de que si tenemos éxito en nuestra lucha por conseguir una escuela mejor, los chicos que vengan después se beneficiarán”.

Aprender mientras se ocupa

Mientras enseña los pasillos limpios del edificio y el taller de teatro que organizan en sus clases alternativas, esta líder estudiantil cuenta que aprenden mucho estos días. “Sabes que sólo puedes contar con la gente del instituto para gestionarlo todo”. En un ala del centro encontramos varias puertas bloqueadas por una maraña de sillas y mesas. Son una barricada para impedir el paso.

“Hemos puesto todos esos muebles ahí para que nadie entre a la secretaría y pueda acceder a los ordenadores o a los archivos”, explica Agnese. “También nos organizamos por las noches haciendo rondas de vigilancia para que no se nos cuele gente de fuera”. El gran miedo de los chicos es sufrir ataques de grupos fascistas o que algún camello o drogadicto aproveche la confusión para instalarse en el edificio.

El subsecretario de Educación, Davide Faraone, se ha mostrado benevolente hacia las ocupaciones, que considera «formativas»

Las ocupaciones han alcanzado este año una relevancia política nacional después de recibir el apoyo del subsecretario del Ministerio de Educación, Davide Faraone. “Son experiencias de gran participación democrática que recuerdo con placer”, dice Faraone en un artículo publicado en el diario La Stampa. Las considera “más formativas” que algunas de las horas pasadas en clase e incluso llega a pedir su institucionalización. “Quién sabe cuántos han comenzado a hacer política, o vida asociativa, o han descubierto la pasión civil partiendo precisamente de esta experiencia. O cuántos se han convertido en líderes de una empresa. También en estos contextos se selecciona a la clase dirigente”.

Faraone desvela uno de los motivos que llevan a que las ocupaciones se repitan con los años, más allá de las políticas que intenten aprobar los Gobiernos de turno: “Cuántos amores se han consumado en esos sacos de dormir y cuántos chicos y chicas han encontrado a su alma gemela”. Agnese le da la razón. Mostrando la clase donde ha montado una tienda de campaña para pasar la noche, reconoce entre risas vergonzosas que no duerme sola. “Nacen muchas parejas en estos días. La ocupación siempre te deja algo bueno, es el momento más bonito del instituto, del que te acuerdas durante toda la vida”.

Aunque por la noche “siempre hay fiesta”, durante la mañana y la tarde se sigue una apretada agenda de conferencias, cursos, debates y talleres. Los temas varían según los institutos, pero suelen ser similares: actualidad política, teatro, fotografía, violencia contra las mujeres, Palestina, derechos de los detenidos… También hacen un resumen de prensa después de limpiar los pasillos y las clases.

En otro centro de secundaria de Roma ocupado, el Tasso, incluso convencieron a Pippo Civati, diputado del izquierdista Partido Democrático, la formación de Renzi, para que fuera a darles una charla. Civati se quedó con las ganas de hablar con los chicos, pues un grupo de profesores concentrados en la calle le impidió que pasara. “Debería darle vergüenza, está legitimando la ilegalidad”, le decían los docentes, recordándole que tomar un edificio público e impedir las clases constituye un delito. “Esto es nuestro puesto de trabajo”.

Pippo Civati, del izquierdista Partido Democrático, fue bloqueado por los profesores al tratar de visitar uno de estos centros

Fuera del Manara, frente a la puerta, encontramos al director del instituto, Fabio Foddai, quien trata de convencer a los otros tres representantes de los estudiantes para que acaben con la ocupación lo antes posible y liberen de una vez el centro. Lo hace con una mezcla de diplomacia y de buen humor. “Hablas mucho de democracia, pero si no estudias griego no vas a saber bien lo que significa”, le dice a uno de los muchachos, recordándole la mala nota que tuvo en esa asignatura.

A Foddai, como a tantos otros directores y profesores, no le han gustado nada las palabras de Faraone. “No estoy de acuerdo con que sea una etapa indispensable para la formación política de los muchachos. Las ocupaciones son un delito, aunque se toleren. Lo que más me duele es que se están haciendo daño a ellos mismos al interrumpir los estudios. Es un derroche de dinero público pues durante estos días los profesores y el personal de administración y de servicios no podemos trabajar”. Además, siempre acaba rompiéndose algún mueble durante estos días.

Una razón cada año

En un descanso de su negociación con los alumnos, Foddai asegura que cada año se encuentra una razón política para justificar la toma del instituto. “Actúan por motivos externos, como las decisiones del Gobierno, e internos, en este caso el aula de los estudiantes. También porque tienen 16 años y quieren vivir la experiencia de gestionar ellos solos la escuela. Lo que resulta menos comprensible es que sus padres se lo permitan”, opina. “Hay niños de sólo 14 años ahí dentro”. Agnese dice que su familia “apoya ideológicamente” su decisión de dormir en la escuela e impedir las clases, aunque “está preocupada” por las consecuencias académicas que pueda suponer. Otros chicos ofrecen explicaciones similares.

En su tira y afloja con los cabecillas de la rebelión, Foddai amenaza varias veces con llamar a la Policía para que desaloje. “Lo utilizo como arma disuasoria”, reconoce luego. “Los propios agentes esperan que lo resolvamos entre nosotros. Sólo echamos mano de ellos si sabemos que se están cometiendo actos vandálicos, pero no es lo habitual. Ninguno de estos estudiantes es un criminal”.

«Ninguno de estos estudiantes es un criminal», reconoce el director de un instituto ocupado

Quienes organizan la protesta suelen llevarse como castigo una mala nota en comportamiento. Otra amenaza habitual es acabar con los viajes de estudios y otras actividades especiales. Las ocupaciones ponen además en riesgo que se alcance la cifra mínima de días lectivos para que resulte válido el año escolar. Para evitar que los chicos perdieran el curso, en algunos institutos los docentes se vieron obligados a recuperar horas dando clase por la mañana y por la tarde durante algunas semanas.

Entre los responsables de los centros de secundaria se ve con admiración lo ocurrido en el liceo Cannizzaro de Palermo, en el que una mayoría de estudiantes acabó con la ocupación organizada por una minoría. Lo hicieron llevando en alto libros como símbolo de sus ganas de estudiar. “Queremos demostrar que tenemos una conciencia y que estamos absolutamente en contra de esta forma de protesta inútil”, decían.

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