Reportaje

Ni siquiera llevaba minifalda

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 14 minutos
Manifestación contra la violencia machista (Estambul, Ago 2014) |  © Ilya U. Topper / M'Sur
Manifestación contra la violencia machista (Estambul, Ago 2014) | © Ilya U. Topper / M’Sur


Estambul | Febrero 2015

No llevaba minifalda. Tampoco había oscurecido. No se fue con un hombre extraño. Özgecan Aslan, estudiante de psicología de 20 años en la ciudad de Mersin, sur de Turquía, no hizo más que lo que hacen decenas de miles de mujeres en Turquía cada día: subirse a un minibús para volver a casa. Los demás pasajeros se fueron bajando. Özgecan se quedó la última. El conductor se desvió de la ruta, paró e intentó violarla. Ella se defendió. La acuchilló y la remató con una barra de hierro. Después intentó deshacerse del cadáver. Sin mucho éxito: tres días más tarde, el 14 de febrero, fue detenido. Confesó.

Özgecan es apenas una más de las 20 mujeres que cada mes pierden la vida en Turquía por un asesinato machista. Pero desde el mismo día que se conoció el caso, su nombre saltó a las portadas de la prensa, a los informativos, a las redes sociales, a las pancartas de decenas de marchas de protesta, hasta los carteles en los campos de fútbol, acabó en boca de los políticos. Desde el sábado, Turquía no habla de otra cosa.

“Cuando hay una agresión, la sociedad siempre busca un pretexto para darle la culpa a la mujer»

“Ha sido la gota que colma el vaso”, opina Ilke Gökdemir, voluntaria de la asociación de mujeres Mor Çati, que mantiene un centro para mujeres amenazadas en Estambul. “Además, esto le podría haber pasado a cualquiera. En otros casos, muchas mujeres pensarían: ‘Ella estaba con aquel hombre, la mató… Pero yo estoy con un hombre distinto, el mío no es así’. Sabemos que todo tipo de violencia le puede pasar a cualquiera, pero la gente suele buscar excusas para pensar que está a salvo. Y aquí no había”.

“No había excusa posible”, cree también la feminista Aysun Eyrek. “Cuando hay una agresión, la sociedad siempre busca un pretexto para darle la culpa a la mujer. A Özgecan la agredieron cuando se iba a casa en un autobús; ni siquiera había anochecido. Ahora sí, si ella hubiera bebido alcohol y hubiera encontrado en un bar al hombre que la intentó violar, la gente no habría reaccionado igual”, lamenta.

“Al ser un acto tan obviamente criminal, y al no encontrarse ningún pretexto en el sistema dominado por hombres, era fácil asignarle al autor del crimen el rol de violador”, abunda la feminista. “Si hubiera sido un caso de violación dentro de la familia, o por parte de un amante, o si ella hubiera llevado minifalda, no habráimos visto esas reacciones”, insiste.

“No montéis tanto escándalo cuando os viole uno de esos pervertidos por la educación laica”

De hecho, al popular y devoto cantante Nihat Dogan no se le ocurrió nada mejor que subrayar esa condición de víctima inocente: Condenó el asesinato de Özgecan en Twitter, pero añadió una petición a “las que visten minifalda y se desnudan en la calle”: “No montéis tanto escándalo cuando os viole uno de esos pervertidos por la educación laica”.

La reacción en las redes sociales fue fulminante y acabó con el cantante expulsado de su club de fútbol y vetado en varios programas de televisión y radio. Pidió disculpas a medias, por si hubiera parecido que defendiera al asesino de Özgecan, y subrayó que ella no llevaba minifalda.

“Este tipo ya ha recibido lo que se merece”, zanja Sezen Özgür, de la asociación de mujeres conservadora Kadem, que también condena el asesinato en su página web, y no considera la opinión del cantante demasiado representativa. Recuerda que “el año pasado, una mujer que llevaba velo fue asesinada en su casa por un técnico que fue a instalarle internet” y que la indignación no fue mayor que en otros casos, por lo que no vincula la condición de la víctima a la reacción social. Subraya, en cambio, la “violencia inhumana” del caso de Özgecan: tras matarla, el asesino le cortó las manos para impedir que se hallasen rastros de ADN suyo, e intentó quemar el cadáver.

La condena del caso atraviesa todas las clases sociales: también Kadin Kollari, el ala femenina del partido en el Gobierno, el islamista AKP, pide en su web que “no se vuelva a quemar ninguna Özgecan”. “Deseamos que esto sea un punto de inflexión en nuestra sociedad”, subraya.

Un punto de inflexión. Así considera Ilke Gökdemir la campaña en Twitter #sendeanlat (Tú también cuéntalo). “Llevamos décadas diciendo a las mujeres que tienen hablar, que deben denunciar en público lo que les pasa, en vez de seguir calladas. Es fundamental. Y ahora mujeres de todo el país están compartiendo sus experiencias: hay políticas, artistas… ‘Nos está pasando porque somos mujeres’ , reconocen. Cualquier hombre podría ser el agresor”.

“Si hay que separar, que se ponga un autobús separado para los hombres que cometan acoso”

La mayoría de los testimonios no se referían a violaciones sino a la obligación de estar continuamente vigilando que una no “vaya provocando”, que el tamaño de la falda no dé lugar a comentarios, cómo evitar que te sigan por la calle, día tras día, y que la policía te responda que con esa ropa no sorprende. De una protesta por un crimen se convirtió pronto en una rebelión contra la sociedad patriarcal en su conjunto.

No fue unánime. El diario Yeni Safak, islamista a ultranza y cercano al gobierno, desenterró pronto un proyecto que ya en años anteriores había flotado como globo sonda en los medios: la instauración de un “autobús rosa” destinado sólo a mujeres, para protegerlas del acoso masculino.

Gökdemir protesta, airada. “Siempre se quiere apartar a las mujeres, ponerlas en transportes separados, residencias separadas, colegios separados… Este es el ideario conservador islamista”. Añade que “de vez en cuando el Gobierno lanza esta idea, pero nadie se la está tomando en serio, de momento”. Y propone otra solución: “Si realmente hay que separar, pues que se ponga un autobús separado para los hombres que cometan acoso”.

También otros comentaristas advierten que una medida “rosa” sólo refuerza la separación de sexos en público, que es precisamente el fundamento ideológico para los agresores, que se sienten con derecho de imponer sus impulsos a cualquier mujer en su territorio, es decir en la calle. “Con un autobús rosa convertiríamos a las mujeres en un colectivo que siempre incita a los hombres y al que se le puede agredir mientras no esté bajo protección especial”, resume Burhanettin Kaya, catedrático de psiquiatría, en las páginas del diario Hürriyet.

“El ‘botón del pánico’ era un experimento ridículo: la policía ni atiende a las mujeres que llegan a comisaría»

El primer ministro fue tajante – y repetitivo– cuando prometió “romper las manos que se pongan encima a las mujeres”. “Las romperemos, las romperemos”, clamó el domingo en un discurso. Y pasó a defender los progresos realizados desde que su partido, el islamista AKP, llegó al poder en 2002: aquel año, Turquía tuvo 11 centros de acogida para mujeres amenazadas con 283 residentes, ahora hay 131 casas con 3.382 mujeres bajo protección.

No es tal avance, responde Gökdemir. “En estos centros no tienen apenas personal cualificado, no hay psicólogas, sólo administrativos y empleadas de limpieza… Antes sí había una red de centros con trabajadores sociales experimentados, y las organizaciones de mujeres nos coordinamos con ellos. Ahora no hay prácticamente contacto, salvo casos puntuales”.

Ni le merece respeto el proyecto piloto del “botón del pánico” que el Ministerio de Familia lanzó en otoño de 2012, entregando a las mujeres bajo amenaza un dispositivo camuflable para llamar a la policía a escondidas. “Era un experimento ridículo, cuando sabemos que la policía ni siquiera atiende a las mujeres que llegan a comisaría para denunciar maltrato o amenazas. El Gobierno ha destruido un sistema de trabajadores sociales que había antes y lo ha reemplazado con este programa que ni funciona ni está previsto que funcione”, resume la voluntaria de Mor Çati.

Los demás avances enumerados por Davutoglu tenían más que ver con una mejora social en conjunto que con la lucha contra la violencia: más escolarización, menos analfabetismo, una neta reducción de la mortalidad materna… y finalmente el programa estrella del Gobierno: las ayudas para incitar al aumento de la familia. Dinero por cada hijo y derecho a trabajar durante meses a tiempo parcial tras el permiso materno. Un respaldo de aumenta con cada hijo que nazca.

La feminista Aysun Eyrek lo tiene claro: “La prioridad del primer ministro es reforzar la institución de la familia. A las mujeres apenas se les necesita para dar a luz a niños y criar las nuevas generaciones. Un político que considere así a las mujeres, desde luego no es sincero cuando condena el asesinato de Özgecan”. Es más, recuerda: el entonces ministro de Salud Recep Akdag pidió en 2012 que “las mujeres víctimas de violaciones que se quedasen embarazadas dieran a luz, prometiendo que el Estado se ocuparía de los bebés”. Este tipo de declaraciones, analiza, respalda a los hombres, al poner a las mujeres en un segundo plano y convertirlas en objeto sexual”.

“La prioridad del Gobierno es reforzar la familia: las mujeres sólo están para criar hijos»

Precisamente la oposición al aborto, así sea tras una violación, es un ejemplo de cómo el Gobierno trata a las mujeres, concuerda Ilke Gökdemir. Recuerda que el entonces primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, tuvo que archivar sus planes de ilegalizar el aborto, legal desde 1983, tras las protestas de mujeres, pero que en la práctica, la prohibición parece haberse impuesto. “Hicimos un estudio en Mor Çati: en los hospitales públicos ya no se hacen abortos, pese a que sigue siendo legal”, señala. La artista Sükran Moral aporta otro dato: “Hoy día, si una mujer está embarazada, desde el hospital se lo hacen saber a su marido, a sus parientes, para que impidan que aborte”.

“En parte gracias a estas políticas conservadoras, la violencia contra las mujeres ha aumentado”, cree Ilke Gökdemir. Cuánto, es difícil de saber. Una cifra muy citada en la prensa es la de un aumento del 1.400 % de las agresiones desde 2002, pero Gökdemir no se la cree. “Hace pocos años, no teníamos datos sobre agresiones”, recuerda, de manera que la espectacular subida simplemente refleja el que ahora se va mostrando una realidad largamente oculta.

“Ahora las mujeres sí denuncian, lo cuentan, están más conscientes, llegan antes a su punto de ‘Ya tengo bastante’. Quieren decidir sobre su vida, rompen el ciclo de la violencia”, reflexiona la voluntaria. “Se convierte en una lucha de poder, porque el hombre le dice: No te puedes ir hasta que yo lo diga”. Esta lucha puede que haya aumentado en efecto el número de asesinatos, evalúa.

La media de asesinatos machistas es el doble de la española: 5,5 víctimas por millón de mujeres

Las únicas cifras fiables parecen las que recoge desde 2010 el diario digital Bianet, basándose en los casos que aparecen en la prensa. En 2014 hubo 281 asesinatos machistas, señalan sus estadísticas. El año anterior, 214. La media de los últimos cinco años arroja una cifra relativamente estable de unos 225 casos al año. Es decir, 5,5 víctimas por cada millón de mujeres, una tasa que duplica la de España (2,8) y está algo por encima de la media francesa, italiana o alemana (alrededor del 4 por millón).

“Las cifras de Bianet sólo recogen los casos que se reflejan en la prensa”, subraya Aysun Eyrek. “Y no todos salen en los medios; sobre todo los de las zonas rurales no los llegamos a saber. Además, otros muchos asesinatos se acaban camuflando suicidio”, añade.

Sin embargo, es poco verosímil la cifra de “entre tres y cinco mujeres al día” que lanzan algunas organizaciones, dado que el total de asesinatos en Turquía en los últimos años, según cifras de la policía, oscila entre los 1.100 y los 1.900 anuales. Es decir, el máximo de homicidios registrados arroja cinco víctimas al día, sin diferenciar hombres y mujeres.

“El Ministerio de Familia no recoge estadísticas de las mujeres asesinadas”, critica Erek. “Debería hacerlo”, insiste Gökdemir: “Deben recogerse más datos: por qué, quién, cómo… Para que podamos entender la dinámica y prevenir la violencia”.

También deben castigarse los crímenes, algo aún muy deficiente. “Turquía es uno de los primeros países que ratificó (en 2012) la Convención de Estambul para combatir la violencia contra las mujeres”, subraya Sezen Özgür, de Kadem. “Pero creemos que la ley hay que mejorarla, debe ser más radical; en un reciente estudio proponemos hacerla más similar a la española que tiene normas concretas contra la violencia en la pareja. Porque de momento, la ley no parece suficientemente estricta como para impedir que los hombres cometan actos de violencia”, señala.

«Los tribunales apenas castigan al agresor; los hombres saben que son impunes y se sienten seguros”

Para Gökdemir “las leyes no son malas. Lo que no se hace es aplicarlas”. “Tanto fiscales como jueces suelen ser hombres – hay muy pocas mujeres – y deciden contra las mujeres”, dice la voluntaria de Mor Çati. “Ahora se comparten en los medios numerosos casos de juicios por violación o asesinatos donde los agresores salieron sin apenas castigo. Las mujeres a veces ni denuncian, por vergüenza, pero incluso cuando llevan a juicio una violación, los tribunales no castigan prácticamente al agresor; se sale con uno o dos años de cárcel.. Los hombres saben que son impunes y se sienten seguros”, remacha.

“Los juicios deben hacerse sin compromiso”, sentencia Eyrek. “Hay que poner fin a las rebajas de condena por buena conducta durante el juicio. Exigimos que las declaraciones de las mujeres en casos de agresiones y violaciones se tomen como base del juicio”.

El domingo, una protesta reunirá en Estambul a hombres vestidos de minifalda

Castigar al agresor, en esto hay acuerdo también en organizaciones cercanas al Gobierno, como Kadem. Incluso el propio partido AKP organizó en 2010 una marcha contra la violencia machista. Pero en casi todas las demás manifestaciones, quienes protestan pertenecen al sector liberal de la sociedad turca, que rechaza el pañuelo impuesto como marca de la mujer decente por el partido islamista.

Eyrek matiza: “No veo correcto hacer una distinción si hay más o menos activistas con el pelo descubierto en las protestas. Las políticas del AKP contrarias a las mujeres son contrarias a todas, sean de la oposición o sean simpatizantes suyas. Otra pregunta es si las organizaciones de mujeres basadas en políticas conservadoras apoyan las manifestaciones”.

Hay de todo, recuerda: “Un grupo de mujeres protestó ante la mezquita de Fatih en Estambul, con pancartas que decían: ‘La masculinidad opresora mató a Özgecan’. Según las normas islámicas, se piensa que sólo los hombres pueden entrar a la oración del viernes, de manera que esta protesta era bastante radical”.

De hecho, en el propio entierro de Özgecan se produjo una protesta espontánea: al llegar el ataúd de la chica a la mezquita para el funeral, el imam pidió a las mujeres que se retirasen. No lo hicieron: ellas mismas llevaron la caja hasta el interior y rezaron en primera fila.

Para el domingo a las 15:00 horas, varios grupos feministas han convocado otra protesta, rompedora también, en la céntrica calle Istiklal de Estambul: invitan a los hombres a manifestarse vestidos de minifalda. Para que quede claro por una vez que no, las minifaldas no tienen la culpa.