Reportaje

Llega la israelización de Europa?

Carmen Rengel
Carmen Rengel
· 14 minutos
Un soldado israelí con arma en un asentamiento israelí (2001) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Un soldado israelí con arma en un asentamiento israelí (2001) | © Ilya U. Topper / M’Sur


Madrid | Abril 2016

«Si Bélgica sigue comiendo chocolate y disfrutando de la buena vida con su liberalismo y su democracia, y no entiende que algunos musulmanes están planificando actos de terror, nunca será capaz de luchar contra ellos». La frase la dijo el ministro israelí de Transportes, Israel Katz, del partido Likud, en el Gobierno desde 2009. La débil Europa necesita espabilar para luchar contra el yihadismo, viene a decir, con desdén.

Europa busca a la desesperada un escudo mágico que impida nuevos atentados

Que ha habido errores, y de bulto, especialmente en los servicios secretos belgas, es innegable. Hasta el Gobierno de Bruselas ha hablado de «negligencia». Inmerso en el desconcierto se busca a la desesperada un escudo mágico que impida nuevos atentados y se empieza a imponer una corriente dura de pensamiento: la de quien aboga por la israelización de la vieja Europa, defiende que sólo con el blindaje y el extremo celo se pueden prevenir más masacres, que Katz no está falto de razón y que sobra buenismo.

¿Es eficiente el modelo israelí como para copiarlo? ¿Es aplicable a este lado del Mediterráneo? ¿Y garantiza los derechos esenciales de los ciudadanos? No lo tiene tan claro Shlomo Brom, experto del INSS (Instituto Nacional de Estudios de Seguridad de Israel), que ha reconocido que «las amenazas son distintas» allá y acá. «En nuestro caso -dice- no nos enfrentamos a ataques tan planificados y organizados por células que se identifican con el Daesh o con Al Qaeda». Pero el despliegue de vigilancia es enorme.

Control aeroportuario

El modelo de seguridad que desde Israel sugieren exportar es el del aeropuerto internacional Ben Gurión de Tel Aviv. Sus gestores sostienen que están recibiendo numerosas consultas de países y compañías aéreas para adaptar el sistema a Europa, especialmente desde los atentados de París del pasado noviembre. No es un blindaje reciente, sino una evolución desde los secuestros de aviones de los años 70. Pero con 16 millones de pasajeros al año, Ben Gurion es notablemente menor que focos como Heathrow en Londres (75 millones), Madrid Barajas (47 millones) o incluso Barcelona El Prat (40 millones) y se asemeja más al de Málaga (14 millones).

¿Dónde se ha alojado usted? ¿Dónde ha ido? ¿Qué ha comprado? ¿Tiene amigos palestinos?

El dispositivo cuenta con 11 puntos diferentes de seguridad, dispuestos en anillos, y el control de los pasajeros comienza unos tres kilómetros antes de la terminal. En el primer punto de control, nada más tomar el desvío al aeropuerto, hay unas garitas en las que personal armado pregunta quién va y a qué se va; se pide la documentación y dependiendo de la sospecha o del nivel de alerta, agentes y perros inspeccionan coches, taxis y hasta minibuses. Superado este control, se conduce hasta las distintas terminales y aparcamientos. El trayecto está vigilado con cámaras y se registran las matrículas de los vehículos.

Tanto en la terminal de salidas como en la de llegadas hay controles aleatorios varios metros antes de acceder al edificio principal. Hay agentes que examinan a los viajeros y acompañantes y piden que se muestre documentación o equipaje. Una vez dentro, la vigilancia es importante en la zona de llegadas y se dispara en la de salidas. Ahí comienza un proceso que no deja de recibir quejas por su arbitrariedad y severidad.

El personal de los servicios secretos se interna en las colas antes de la facturación, donde van preguntando uno a uno a los viajeros por sus planes, lo que han hecho en Israel. ¿Dónde se ha alojado usted? ¿Dónde ha ido? ¿Qué ha comprado? ¿Ha hecho solo la maleta? ¿Tiene amigos palestinos? ¿Ha contactado con alguno? ¿Con quién ha compartido habitación? ¿A quién ha contratado como guía? Son preguntas habituales.

Aunque se trate de un religioso de los que llevan 40 años en Tierra Santa, las preguntas no se agotan

El interrogatorio es mínimo si el interpelado es israelí – mejor dicho, judío: el caso de los árabes con pasaporte israelí es bien distinto- y extremamente intenso si viaja un palestino. Al haber destruido Israel el aeropuerto de Gaza y no permitir que se construya uno en Cisjordania, la única salida para los escasos palestinos con permiso de viajar el aeropuerto de Ben Gurión, o bien el puente Allenby que comunica con Jordania.

También se les interpela largamente a los extranjeros. No importa si se trata de un religioso de los que llevan 40 años en Tierra Santa. Las preguntas no se agotan. Los interrogados son marcados con pegatinas y códigos con los que se identifica su grado de «peligrosidad»: del 1 que se da a los israelíes judíos hasta el 6 reservado a los sospechosos a los que se les lleva al tristemente famoso cuartito.

Hasta 2014, superado este interrogatorio había que pasar un control del equipaje en máquinas gigantes. Ahora se manda abrir las maletas sospechosas -o cuyos dueños lo sean-, en una zona a la vista de todo el mundo y donde el interrogatorio se repite. Si se supera, a facturar. Si no, hay un espacio destinado a interrogatorios más largos, donde se mira cada objeto y cada prenda, e incluso se obliga a los viajeros a desnudarse.

La Asociación por los Derechos Civiles de Israel (ACRI), ha denunciado reiteradamente que es habitual que se someta a este examen a los palestinos o árabes israelíes, así como a cooperantes que trabajan en Palestina, hecho que califican de «racista» y «demasiado invasivo». Las autoridades del aeropuerto, no obstante, han asegurado a la prensa que se inspecciona “ a menos del 5% de los viajeros árabes” y que no se les selecciona a los sospechosos por su perfil étnico sino por “criterios de seguridad que no pueden ser divulgados”.

En los últimos años ha empezado a exigirse a determinados pasajeros que muestren sus correos electrónicos y redes sociales (sobre todo Facebook) para ver sus amistades y movimientos. Hay quien se ha negado y no ha pasado nada. Hay quien se ha negado y ha tenido interrogatorio extra.

Israel tiene convenios con los países donde opera El Al para hacer registros fuera de su territorio

Quedan el control del equipaje de mano y el de pasaportes, bajo intensa vigilancia. Los agentes de los servicios secretos siguen repartidos a lo largo de todo el aeropuerto, de paisano, entre las tiendas y las salas de espera, y en el caso de volar con la compañía local, El Al, aún puede haber más preguntas antes de embarcar.

El poder de control de Israel traspasa las fronteras de su aeropuerto. Tiene firmados convenios con los países en los que opera su compañía y eso implica que se hagan revisiones especiales aunque no sea en su territorio. Así, en la terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas de Madrid, existe un sótano en el que agentes de Israel examinan los equipajes de los viajeros que les resultan sospechosos e interrogan de nuevo a quien consideren oportuno. En la puerta, un guardia civil vigila desde fuera. Lo que ocurra dentro es responsabilidad plena de Israel, porque España lo ha concedido así, y se escapa al control de la Benemérita: los israelíes no responden ante ella.

Mujeres solas, cooperantes, periodistas y, por supuesto, árabes, son objetivos primordiales de control

Este control -que se suele estirar hasta la hora final del embarque y lleva a que los afectados suban al avión los últimos y, en ocasiones, con escolta- sucede al previo en los mostradores de El Al, donde antes de embarcar hay un primer y completo interrogatorio sobre los planes de viaje. Pueden preguntar por los días de estancia en Israel, la religión que se profesa o la relación sentimental que pueda haber entre los miembros de una pandilla de amigos, por ejemplo.

Mujeres solas y cooperantes, además de periodistas y, por supuesto, árabes, son los objetivos primordiales de este control. El proceso completo, al ser tan largo, obliga a que los pasajeros estén en el aeropuerto con tres horas de anticipo.

Vida civil bajo control

La seguridad abarca todas las facetas de la vida de los israelíes. Más de 200.000 personas tienen trabajo en este sector, al margen de los cuerpos de seguridad y el Ejército. Durante la Segunda Intifada (2000-2005), en la que se sucedieron los atentados terroristas, se reforzaron los controles en todos los ámbitos, aunque se suavizaron con el tiempo. Hoy hay vigilantes con detectores de metal manuales, arcos de seguridad y máquinas de escaneo de bolsos en centros comerciales, cines, teatros, oficinas de correos, bancos, discotecas, centros deportivos, universidades e incluso algunos colegios.

El muro ¿un blindaje?

Muro israelí en Belén (2013) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Muro israelí en Belén (2013) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Israel defiende que los atentados terroristas se han reducido al mínimo desde que en la Segunda Intifada se comenzó a levantar el muro de más de 70 kilómetros de hormigón y alambrada que aísla toda Cisjordania. Pero es dudoso si es mérito del muro: a día de hoy ya apenas hay células terroristas organizadas como en el pasado, gracias a la infiltración de agentes palestinos a sueldo de Israel.

Además, la obra es ilegal: en 2004, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) determinó que la valla/muro violaba el derecho internacional humanitario. “El 80% del muro está construido dentro del territorio ocupado de Cisjordania, aislando entre sí a comunidades y familias. Separa a los campesinos de sus tierras y a los palestinos de sus lugares de trabajo, centros educativos y de salud y otros servicios esenciales», ha detallado Amnistía Internacional. «El trazado responde al objetivo de rodear los más de 50 asentamientos israelíes donde vive un 80% de colonos, incluyendo extensas áreas de tierra alrededor de ellos», abunda.

No es el único muro en Israel. La frontera con Gaza está completamente controlada por su Ejército, que desde 2007 aplica un cerco implacable. Y se está levantando otro muro en la frontera de Líbano, ante un hipotético ataque de la milicia chií prosiria de Hizbulá.

Con todas estas obras, reconoce el Gobierno, se ha logrado «reducir pero no detener» las amenazas, como demuestra la actual situación de violencia, en la que no hay ataques organizados pero sí perpetrados por jóvenes independientes.

Llevar arma tampoco es raro en Israel. Para hacerse con un revólver sólo hay que ser mayor de 21 años, pasar una verificación de antecedentes penales, llevar un mínimo de tres años viviendo en el país y superar un examen de salud mental. Las restricciones son más laxas aún para los residentes de los asentamientos judíos en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este (ilegales según la ley internacional), así como en otras áreas que se consideran de alto riesgo. Allí, con 18 años ya se puede llevar un arma automática. Las demandas de licencias se han disparado “en un porcentaje de dos dígitos” a raíz de la última oleada de apuñalamientos, según datos del Ministerio de Seguridad Pública israelí.

También se ha intensificado la vigilancia de los servicios secretos respecto a la vida privada de posibles sospechos. En 2014, un grupo de ex militares denunció que Israel «permite la intromisión en la vida de los palestinos» incluso en cuestiones que nada tienen que ver con la seguridad, como la inclinación sexual.

Criminalización

El sistema israelí, que lleva casi 70 años tratando de detener a los llamados «terroristas palestinos» sin lograrlo, parte de una realidad que no existe en Europa: la criminalización generalizada de los palestinos en los territorios ocupados y de los árabes israelíes, otros 1,2 millones de personas. Esta manera de actuar «afianza la idea del terrorismo palestino» y evita que su lucha se vea como un esfuerzo por lograr un país propio, ahonda el antiguo corresponsal de El Periódico en la zona, Joan Cañete. Más allá de sospechas puntuales, se vigila a todo un pueblo, cuyo territorio es desde 2012 un Estado observador de Naciones Unidas.

«El recorte de derechos es un hecho ya; a veces, por un intento consciente de sobredimensionar la amenaza»

¿Se debe hacer lo mismo en Europa: poner a todos los musulmanes o árabes bajo la lupa? Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), confía en que Europa no se decante por esta israelización, pero lamenta que «el recorte de libertades y derechos es un hecho ya». «A veces, por un intento muy consciente de sobredimensionar la amenaza», denuncia. Que hay riesgo es «innegable», pero no es la primera amenaza del continente, matiza.

Entiende que una sociedad avanzada como la europea «debería ser absolutamente incapaz de asumir» un modelo como el israelí. «Nuestra sociedad no puede soportar una militarización completa, no sólo por idealismo, sino por operatividad: no se puede controlar a cada turista o cada contenedor que llega a un puerto -resume-. Sería imposible mantener el sistema actual y estaría en riesgo de colapso». «Se produjo el atentado de Charlie Hebdo y aumentó la seguridad en París. Atentaron en París y se incrementó la seguridad en Bruselas. Y ahora atacan Bruselas… Hay que asumir que esto no se resuelve con muros y soldados, sino yendo a las causas, a la raíz», defiende.

Está en estudio la creación de un registro europeo de identidades de pasajeros aéreos

Habla de seguridad pero también de integración de inmigrantes y refugiados, de educación o creación de empleo. El problema: pesan más las decisiones vistosas y aceleradas, sobre todo cuando hay que influir en el electorado. Francia, sin ir más lejos, habla de «guerra» justo en año de comicios presidenciales.

La visión de la seguridad que tiene Israel y que «hace que se vea al palestino como terrorista» no ha servido tampoco para alejar toda violencia sino que, a juicio del profesor Núñez, ha ayudado a «consolidar la ocupación» en Palestina con imposiciones inimaginables en Europa.

Los últimos golpes en Europa han acelerado el debate sobre si es necesaria una vuelta de tuerca más. Está en estudio la creación de un registro europeo de identidades de pasajeros, que aún no ha sido enviado al debate parlamentario por divergencias entre las distintas formaciones políticas. La izquierda reclama que vaya en paralelo a la aprobación de una ley de protección de datos, que aclare a quién se vigila, por cuánto tiempo, cómo se guarda la información que se recopile…

Este verano se van a reforzar los controles de internet para acceder a comunicaciones sensibles y «contrarrestar la propaganda» de grupos como Dáesh. Ya se está hablando con las compañías de telecomunicaciones de la Unión para ver cómo ponerlos en marcha. En noviembre se aprobó hacer «controles coordinados y sistemáticos de las fronteras exteriores de la UE para reforzar la seguridad», retocando el Tratado de Schengen. Las autoridades estarán obligadas a escanear todos los documentos para cruzar esa información con las bases de datos de Interpol y el Sistema de Información Schengen de Segunda Generación o SIS II, que es la base de datos europea.

Aún, sin embargo, queda mucho debate, precisamente porque la libertad es uno de los pilares fundacionales de la UE y queda mucho por aclarar antes de redactar normas que la pongan en peligro. Y no está nada claro que la vigilancia traiga seguridad: no se sabe si todo el despliegue del aeropuerto Ben Gurión ha servido para atrapar a un solo terrorista potencial.

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