Opinión

«¡No fueron bastantes!»

Uri Avnery
Uri Avnery
· 8 minutos

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Hace muchos años, justo después de la caída del comunismo en Europa Oriental, me encargaron un libro sobre el tema. Rachel, mi esposa, se ocupó de las fotos y yo del texto. La obra se publicó solo en hebreo con el título Lenin ya no vive aquí.

Al visitar Varsovia, nos sorprendió la cantidad de placas conmemorativas que decían “Fulano de Tal fue ejecutado en este lugar por los alemanes”. Hasta entonces no teníamos ni idea de que la Resistencia polaca hubiera plantado cara a los nazis con tal fiereza.

Poco después de volver a casa, Rachel entró un día en una tienda de ropa y oyó que la dueña hablaba en polaco con una clienta. Aún impresionada por el descubrimiento, Rachel le dijo: “¿Sabía usted que los nazis mataron también a un millón y medio de polacos no judíos?”
“¡Pues no fueron bastantes!”, fue su respuesta.

Rachel se quedó de piedra. Yo también.

Estábamos al corriente, por supuesto, de que a muchos judíos polacos no les caen bien los polacos, pero no éramos conscientes de que los odiaran tanto.

Este odio ha reaparecido con toda intensidad esta semana.

¿Qué? ¿Que los polacos se atreven a negar la existencia del Holocausto?

El parlamento polaco ha decretado que todo aquel que utilice la expresión “campos de exterminio polacos” puede ser condenado a tres años de prisión. Según los polacos, la expresión correcta es “campos de exterminio nazis en Polonia”.

La rectificación es correcta. Sin embargo, en Israel se ha desatado una tormenta. ¿Qué? ¿Que los polacos se atreven a negar la existencia del Holocausto? ¿Niegan que muchos polacos ayudaron a los nazis a atrapar y eliminar a los judíos?

Eso creen muchos israelíes. Por supuesto, están muy equivocados. A diferencia de otros países europeos, Polonia no firmó la paz con los nazis. El gobierno polaco huyó primero a Francia y después a Inglaterra, desde donde dirigió las actividades de la Resistencia polaca. De hecho, en Polonia hubo dos organizaciones clandestinas de resistencia, una nacionalista y otra comunista. Ambas combatieron a los nazis y pagaron un alto precio.

Si no me equivoco, fue el gobierno polaco en el exilio el que transmitió a los líderes sionistas las primeras noticias fiables acerca de la existencia de los campos de exterminio.

¿Colaboraron los polacos con los nazis? Por supuesto, en Polonia, como en todos los países ocupados, hubo colaboracionistas. Sin entrar en comparaciones, también hay montones de colaboracionistas palestinos en los territorios ocupados.

En Polonia, como en todos los países ocupados, hubo colaboracionistas. Como en Palestina

El personal no alemán de los campos de exterminio estaba compuesto sobre todo por ucranianos, cuyo odio por Rusia los condujo a simpatizar con los nazis. Aparte, por supuesto, de su propio e inveterado antisemitismo, nacido en la época en que Ucrania pertenecía a Polonia y los judíos administraban las fincas en nombre de los terratenientes polacos.

En realidad, los nazis no hicieron grandes esfuerzos por granjearse la colaboración ni de polacos ni de ucranianos. De hecho, el plan secreto de Hitler para crear más Lebensraum (espacio vital) para el pueblo alemán era exterminar o esclavizar a los eslavos después de acabar con los judíos.

Sin embargo, mientras el odio por Polonia continúa inextinguible incluso hoy en día, Israel tardó solo diez años desde el final del Holocausto en firmar acuerdos con Alemania.

¿Por qué?

A nadie se le ocurre hacerse la pregunta más evidente: ¿Por qué había tantos judíos en Polonia?
¿Dónde se establecieron los judíos cuando huyeron de Alemania y otras naciones del norte de Europa hace siglos? ¿Qué países europeos les abrieron las puertas?

Por aquel entonces, Polonia era el país más abierto, e incluso más tolerante de Europa. Los refugiados judíos fueron bien recibidos y encontraron un nuevo hogar. El rey tenía una amante judía. Junto a Cracovia creció toda una ciudad judía que se convirtió en el centro de la cultura polaca.

Nota personal: los antepasados de mi familia paterna llegaron a Alemania desde el oeste y los de mi madre procedían de Cracovia. Mi padre, que recibió una educación clásica, siempre insistió en que sus ancestros habían llegado a Renania con Julio César (no hay pruebas disponibles a tal efecto), pero mi madre contaba que su abuelo era de Cracovia, que antes de la Primera Guerra Mundial pertenecía al Imperio austrohúngaro.

Sin embargo, aquella luna de miel judeo-polaca llegó a su fin. Lo que quedó fue la realidad de una enorme minoría judía en Polonia.

Una minoría radicalmente distinta de la mayoría es siempre problemática. Los judíos eran diferentes de los polacos tanto religiosa como culturalmente y además hablaban una lengua distinta, el yiddish. Además, eran una minoría numerosísima. Millones de judíos vivían en Polonia.

Miles de judíos polacos emigraban a Alemania. Los judíos alemanes los enviaban a Estados Unidos

Así que es natural que entre ambas comunidades surgiera una mutua antipatía que acabó degenerando en odio. Hubo algún que otro pogromo. No obstante, parece que en la Polonia moderna la comunidad judía vivía con cierta tranquilidad. Estaban organizados políticamente y se alineaban en coaliciones con las minorías no judías.

Miles de judíos polacos emigraban a Alemania. Los judíos alemanes, que los despreciaban, los metían en barcos y los enviaban a Estados Unidos, donde prosperaron.

Heinrich Heine, el poeta romántico judeo-alemán escribió un poema que decía así (la traducción es mía): “Krapulinsky y Washlapsky, / polacos de Polacolandia / lucharon por la libertad / contra la tiranía moscovita. / Lucharon con valor y con fortuna / y al final consiguieron escapar a París / porque vivir por la patria es tan dulce /como dulce es morir por ella”.

Más adelante, borrachos en una taberna de París, el uno consuela al otro: “Polonia no está perdida, / nuestras mujeres engendran hijos / y nuestras vírgenes también. / ¡Ellas alumbrarán a los nuevos héroes!”.

Tras el ascenso de Hitler, los judíos alemanes comenzaron a emigrar a Palestina, donde se encontraron con los judíos polacos que habían llegado antes, como por ejemplo Dovid Grün (David Ben Gurion) de Plonsk. Fueron recibidos con burlas y desprecio.

Los sionistas consideraban a los antisemitas polacos, deseosos de despachar a los judíos a Palestina, sus aliados naturales. Hay un episodio que poca gente conoce: en 1939, a algunos líderes del Irgun en Palestina, la organización a la que yo pertenecía, se les ocurrió la brillante idea de alzarse en armas contra los británicos y proclamar el Estado Judío.

La oferta del Irgun a los oficiales antisemitas polacos: os libraremos de vuestros judíos, si les dais armas

Buscando ayuda y sobre todo armas, se pusieron en contacto con los oficiales antisemitas del ejército polaco. La oferta del Irgun era sencilla: os ayudaremos a libraros de vuestros judíos. Vosotros les proporcionáis armas y entrenamiento y nosotros nos ocupamos de embarcarlos hacia Palestina.

Al alto mando polaco le agradó la idea y el entrenamiento de los miembros del Irgun en Polonia se puso en marcha. El estallido de la Segunda Guerra Mundial puso fin a la aventura.

Lo que se ha puesto de manifiesto en el choque polaco-israelí de los últimos días es precisamente esta enrevesada y antiquísima relación.

A muchos israelíes les han enseñado a creer que el Holocausto fue una empresa germano-polaca y que los operarios de los hornos crematorios de Auschwitz eran polacos. Al fin y al cabo, Auschwitz estaba en Polonia, ¿no?

¿Fue por casualidad que la mayoría de los campos de exterminio estuvieran en Polonia? En realidad, era la ubicación ideal para los nazis, sobre todo después de la invasión de la URSS. Allí era donde estaban los judíos.

Los sentimientos están demasiado enconados, así que no creo que esta explicación histórica sirva para nada. Pero qué demonios, aquí está de todas formas.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 3 Feb 2017 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente.

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