Opinión

¡No nos envíen a ese!

Uri Avnery
Uri Avnery
· 8 minutos

opinion

 

Donald Trump me ha escupido en la cara.

No sólo en mi cara, sino en la cara de al menos la mitad de la población israelí.

Ha nombrado a un abogado de empresas en bancarrota, llamado David Friedman, en el cargo del embajador estadounidense en Israel.

Eso suena como si fuera un mal chiste. Pero es una brutal realidad. Sienta un precedente desconocido en los anales de la diplomacia internacional.

En primer lugar es una mala práctica nombrar embajador a alguien para un país con el que tiene una profunda relación personal. No se le envía a un cubano-estadounidense que odia a Castro como embajador de EE UU en La Habana. No se le envía a un chino del Kuomintang de Taiwan para ser embajador estadounidense en Pekín.

Habría sido más razonable nombrar a David Friedman como embajador israelí en EE UU

Cierto, no es la primera vez que se le nombra a un estadounidense judío como embajador en Israel. Ha habido dos o tres que podrían haber desempeñado igual de bien el cargo de embajador de Israel en Washington. Pero tenían posturas mucho menos pronunciadas que este espécimen.

Un embajador debe funcionar como los ojos y los oídos de su nación de origen en un país extranjero. Entre sus labores está la de proporcionar a sus superiores en el Ministerio de Exteriores una información fiable, no sesgada, en la que se pueda basar la política exterior. El embajador ideal es un observador frío, sin sentimientos profundos hacia el país en el que está destinado, ni positivos ni negativos.

Esta descripción de un diplomático es exactamente opuesto a la que se haría de este individuo en particular.

Habría sido mucho más razonable nombrar a David Friedman como embajador israelí en Estados Unidos. Desafortunadamente, este cargo ya lo ocupa alguien: otro judío norteamericano. Se rumorea que lo nombró Netanyahu por exigencia de Sheldon Adelson, un magnate de casinos judío cuyo apoyo no es sólo de boquilla: también manda dinero a la ultraderecha más extrema de Israel.

Pero incluso ese señor es un izquierdista, comparado con David Friedman.

El nombre, por supuesto, ya es un chiste por sí solo. Friede significa paz en alemán, pero este David es lo opuesto a un hombre de la paz. El David bíblico, por cierto, era un hombre de guerra hasta la médula, y por ese motivo, Dios decretó que solo su hijo, Salomón, construiría el Primer Templo.

¿Y quién es este hombre de paz? Desde que se ha difundida la noticia de su nombramiento, internet se ha visto inundado con citas de sus declaraciones. Todas ellas increíbles, cada una más que la anterior.

Friedman se identifica con un 5 por ciento de la población israelí: colonos y extrema derecha

Una cosa destaca incluso en el primer vistazo: cuando este futuro embajador de Estados Unidos dice “nosotros”, se refiere a “nosotros, los israelíes”, “Nosotros, los verdaderos israelíes”, “nosotros, los patriotas israelíes”. El territorio del Gran Israel, desde el Mar Mediterráneo hasta el río Jordán (por lo menos) es “nuestro país”.

Friedman no se identifica con todos los israelíes. Parece pensar que la mayoría de nosotros somos ciegos, imbéciles, derrotistas o, peor, traidores. Eso establecería una plusmarca mundial: la mayoría de los israelíes, parece, son traidores.

¿Con quién se identifica, pues, Friedman? Un muestreo representativo de sus declaraciones lo deja meridianamente claro: el considera que pertenece a ese 5 por ciento de la población israelí que son los colonos y la extrema derecha.

Aquí tenemos algunas de sus opiniones destacadas:

  • A los ciudadanos árabes de Israel, algo como el 21 por ciento de la población, se les debería despojar de su ciudadanía. Más o menos como despojar de su ciudadanía estadounidense a todos los afroamericanos.
  • No hay una “solución de Dos Estados”. Incluso mencionar tal posibilidad raya en la traición. (Dado que a mí se me acusa de haber sido el primero de propugnar esta solución en 1949, es más saliva que tengo que quitarme de la cara).
  • No se debe permitir que ningún colono sea desahuciado de su “hogar”, ni siquiera si este “hogar” está situado en un terreno propiedad privada de un campesino árabe.
  • En la Gran Israel, del mar hasta el río, los judíos constituyen una mayoría del 65 por ciento. Esto es directamente mentira: en este territorio, incluyendo la Franja de Gaza, los árabes ya constituyen la mayoría.
  • Se debe animar al futuro presidente Trump a que despida a todos los empleados del Ministerio de Exteriores que estén a favor de la solución de los Dos Estados.
  • Los palestinos son corruptos.
  • El presidente Barack Obama es un “descarado antisemita”.
  • Bashar Asad y Binyamin Netanyahu deberían ser amigos. Probablemente esto incluye a Vladímir Putin. Un trío entrañable la verdad.
  • Necesitamos una Guerra Mundial contra el antisemitismo islámico.
  • Los judíos estadounidenses e israelíes que apoyan el bando israelí a favor de la paz son peores que los ‘kapo’ (los ‘kapo’, abreviatura de Kamp-Polizei, policía del campo, eran personas internadas en los campos de exterminio a las que los nazis les encargaban mantener el orden en el espacio, hasta que a ellos también les tocaba morir). Esto hace referencia especialmente a J Street, una organización moderada e inofensiva.

También se refiere, por supuesto, a mí.

Si te dan ganas de estallar en risas al leer algunas de estas definiciones, no lo hagas. Esto no es algo para reírse.

Desde 1967, el bando israelí a favor de la paz ha rezado que EE UU salve a Israel de sí mismo

David Friedman es una persona seria. Es un famoso abogado dedicado a casos de bancarrota. Pero no se le envía a Israel para ocuparse de la bancarrota del régimen de Netanyahu. Todo lo contrario: se le envía para que facilite el establecimiento de un Gobierno israelí en el que Netanyahu constituiría la extrema izquierda. Y eso no es ni siquiera una exageración.

Desde 1967, el bando israelí a favor de la paz ha rezado que Estados Unidos salve a Israel de sí mismo. Ha dado la bienvenida con grandes esperanzas a todo nuevo presidente. Aquí tenemos al hombre que forzará al Gobierno israelí de abandonar los territorios palestinos y a hacer la paz con los palestinos y todo el mundo árabe.

El presidente Obama era solo el último en esta fila. Inteligente, guapo, orador emocionante, lleno de buenas intenciones. Pero los resultados, en lo que nos toca a nosotros, han sido cero. Aun así, ahora deseamos que pudiera tener una tercera legislatura.

Yo siempre he sido escéptico respecto a esta actitud. ¿Por qué iba un presidente de Estados Unidos dar la cara para salvar a Israel de sí mismo, sino los israelíes son demasiado vagos o demasiado cobardes para hacerlo por su cuenta?

Ya conté hace poco que una vez, en una conferencia internacional, acusé al hombre de Estado español y europeo Miguel Moratinos de que nos estaba fallando. Respondió enfadado que no era su deber salvarnos, sino que era nuestro deber salvarnos nosotros mismos. En mi fuera interno solo podía estar de acuerdo con él.

Trump está listo para empujar Israel adelante con toda su fuerza… hacia un desastre final

Hace mucho que he abandonado toda esperanza de que el Gobierno estadounidense nos ayudará a alcanzar una paz histórica con el pueblo palestino y a intercambiar los territorios ocupados por paz. Tendremos que hacerlo por nuestra cuenta. No hay otra solución. La alternativa, la así llamada “solución del Estado Único”, promete una guerra civil durante varias generaciones futuras.

Cualquiera que no esté cegado por el ultranacionalismo o por un fervor mesiánico no puede evitar verlo. Es tan sencillo.

La conquista de lo que quedaba de los territorios palestinos en 1967 hundió Israel en un delirio que nos impide hasta hoy escuchar a la razón. Estados Unidos, por sus propios motivos, ha animado a Israel a que continúe en esta dirección.

El presidente electo Trump está preparado para empujar Israel adelante con toda su fuerza… adelante hacia un desastre final.

Hace unos 2.000 años, un rebelde judío llamado Bar Kojba (“Hijo de las Estrellas”) se alzó contra la Roma todopoderosa. Intoxicado por unas cuantas victorias iniciales, gritó a Dios: “No nos ayudes, pero al menos no ayudes a nuestros enemigos”. Dios no le escuchó, y la rebelión fue aplastada por los romanos. La población judía de Palestina no se recuperó nunca, más exactamente hasta fechas muy recientes.

Yo le gritaría a Donald Trump: “Si no nos quieres ayudar a conseguir la paz, al menos no nos envíes a este destructor confeso de la paz”.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 24 Dic 2016 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper

¿Te ha interesado esta columna?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos