Opinión

¿Ficción o programa?

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 6 minutos

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Es la noticia del verano, o mejor dicho la comidilla de columnistas y páginas de sociedad: han sido lanzados los dos primeros magazines para hombres en Marruecos. Ya era hora, dicen algunos: hasta ahora solo ellas tenían sus revistas. Y si Masculin y Version Homme traen poco más que diseño, informática, moda y motor ―y desde luego la sección ‘lo que siempre quiso saber de las mujeres y nunca se atrevió a preguntar’― las revistas femeninas y feministas cargan fuertes las tintas de la reivindicación.

La más leída, sin duda, es Femmes du Maroc, fundada en 1995. Editada por el grupo empresarial Caractères, que edita otras tres publicaciones, cuenta desde 2002 con una versión árabe, Nisa’ min al Magrib. Aunque la línea editorial es la misma, el contenido está adaptado a un público de un nivel adquisitivo y educativo menor.

Otras dos revistas femeninas se suman al panorama: Citadine, que ostenta el título de ‘primer magazine femenino de Marruecos’ ―fue fundado un mes antes que Femmes du Maroc, su competidora más directa― y Ousra (Familia), que ha visto la luz en abril de 2001. El precio – 17 dirham (1,7 euros) en el caso de las dos publicaciones veteranas, 14 para Ousra y 10 para Nisa’ – no es una barrera para el gran pública: se asemeja al de una entrada de cine.

Si bien el equipo de Ousra insiste en que el acento está en la familia y no se pretenden hacer campañas, la imagen de mujer que transmite está a años luz de lo que uno se imagina como modelo femenino de un pais arabe.

Comercial y feminista

Femmes du Maroc, por su parte, no se queda en la imagen. La redactora jefe, Aïcha Zaïmi Sakhri, no pierde ninguna oportunidad de arremeter contra la legislación restrictiva, la mentalidad machista de tantos políticos, las pretensiones medievales ―en sus palabras― de las corrientes islamistas.

Pero la revista no es la hoja informativa de un club feminista sino un producto comercial de una gran empresa de comunicación que incluye todo lo que garantiza el éxito de la fórmula en cualquier parte del mundo: moda, maquillaje, dieta, salud, cómo seducir, cómo cuidar a los niños, dónde ir en vacaciones… Una tirada mensual de 25.000 ejemplares atestigua que la imagen de la mujer luchadora vende, por muy lejos que esté de la realidad marroquí en el sentido estadístico.

No muestran cómo se viste una mujer marroquí actual, pero sí cómo le gustaría hacerlo

Porque ¿alguien lleva de verdad estos bikinis minimalistas a la que la revista dedica una decena de páginas? ¿Alguna mujer marroquí se puede permitir llevar estas blusas escotadas hasta el ombligo o estas faldas transparentes? Un paseo por Tánger parece mostrar abismos entre la imagen y la realidad. El pañuelo islamico parece ganarle la mano a la melena, la chilaba a los vaqueros, el bañador de una pieza al bikini.

En Rabat y Casablanca, y no digamos ya en el sur, en Agadir y Essaouira, el panorama cambia. El pañuelo, simbolo de una rebelión religiosa moderna contra la evolución de las costumbres, se hace invisible, las peluquerías son un negocio floreciente y los vaqueros son los reyes del armario… cuando una puede pagarlas, claro. La opción tradicional de la chilaba a menudo sólo es una preferencia económica.

Quizás este sea el secreto del éxito de estas publicaciones: no aciertan a mostrar como se viste, se peina y como trabaja una mujer marroquí actual… pero sí muestran cómo le gustaría hacerlo. Las grandes empresas juegan la misma carta para vender teléfonos móviles o accesorios de belleza: chicas en minifaldas inverosímiles, altos tacones, camisetas casi inexistentes. Si la meta de la publicidad es hacer que el cliente se reconozca en la imagen del cartel, no cabe duda de que las mujeres marroquíes de Casablanca se imaginan más elegantes y más atrevidas que las españolas.

A nadie se le puede escapar que este Marruecos medio ficticio ―¿de qué sirve ir al cine a ver la última de Almodóvar si a la salida puede haber un policía con autoridad de detener a las parejitas y hacerles pasar una noche en comisaría bajo el pretexto de vigilar por la moral publica?― sólo se plasma en la realidad de las clases ricas. Las playas a las que se accede en automóvil, las piscinas privadas, las fiestas particulares… son el campo de experimentación de aquel Marruecos diferente, que el turista no ve ni, desde luego, quiere ver, entregado a la imagen colorida y exótica de la medina que cada vez es más folclórica y menos popular.

¿Hasta dónde es minoritaria esta modernidad? De entrada, la mitad de la población marroquí vive en el medio rural, es decir, totalmente alejado del debate modernidad/religión. Son otras reglas las que marcan allí la supervivencia, y ni la minifalda ni el pañuelo islamista tienen cabida en este mundo (si bien la difusión de la religión islámica estandarizada sigue asfixiando poco a poco algunas facetas tradicionales de libertad inauditas en otros países norteafricanos).

Obviamente, el Marruecos dibujado en las revistas solo corresponde a una ínfima minoría de la población. Quizás solo a este millón de personas que, según los últimos datos, posee una tarjeta Visa. Pero todo el mundo sueña con ser tan independiente como estas mujeres parecen serlo.

Ninguna agencia publicitaria quiere reflejar la imagen de la nueva mujer islamista

La realidad es otra, y una recién inaugurada campaña de varias asociaciones femeninas lo recalca con el retrato de una mujer vestida a la manera occidental : “Latifa K. Ingeniera civil, 35 años. Golpeada por su marido”.

Pero la imagen que revistas y publicidad difunden de ‘la mujer marroquí’ es algo más que una ficción mercantil. También es un programa social. Un programa en el que participa la mayor parte de la clase marroquí activa en las letras, las artes o el mercado : llama la atención el que ninguna agencia publicitaria parece querer reflejar la imagen de la nueva mujer islamista, aunque todos los análisis coinciden en otorgar una fuerza no desdeñable a este movimiento. Su alcance real queda por dilucidar en las elecciones de septiembre.

De momento, Aicha Sakhri lanza sus dardos contra ‘los barbudos’ desde su tribuna ―25.000 lectoras son un respaldo― y aprueba la nueva cuota que garantizará un mínimo de 30 mujeres al Parlamento: “La discriminación positiva no es democrática, pero por esta vez, el fin justifica los medios”. No le dirá lo contrario la competencia: también la revista Masculin está dirigida por una mujer, la periodista y escritora Bahaa Trabelsi, cuyo objetivo declarado es ir aún más lejos a la hora de romper tabúes que Femmes du Maroc.