Reportaje

El Magreb que no quiere ser árabe

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 7 minutos
Joven con una bandera amazigh en un festival de música de Agadir (2008) | ©  Ilya U. Topper
Joven con una bandera amazigh en un festival de música de Agadir (2008) | © Ilya U. Topper

«¡No somos árabes!” Los militantes de la causa bereber lo tienen claro. Desde el Rif hasta el borde del Sáhara y la Cabilia argelina, los bereberes empiezan a preparar estos días su fiesta más antigua: la del Año Nuevo, que tendrá lugar el próximo día 14. Corresponde al 1 de enero del calendario juliano, en vigor desde la época romana en grandes sectores de la población marroquí.

No tendrán la fiesta en paz. Muchas asociaciones culturales locales recordarán este día sus reivindicaciones: la enseñanza generalizada del idioma ‘tamazigh’ o bereber en los colegios, la presencia de esta lengua en la televisión pública y la enmienda de la Constitución marroquí para que reconozca la cultura bereber como parte de la nación. Algo que no sienta bien en el aparato del Estado marroquí. Es probable que el 15 de enero, unos cuantos jóvenes se encuentren en comisaría por ondear las banderas que desde hace unos años representan las reivindicación bereberes: tres franjas horizontales, en azul, amarillo y verde, con un símbolo rojo en el centro.

“El Estado nos teme porque compartimos valores como la igualdad de sexos, el laicismo, la separación de poderes…»

“Damos miedo”, opina Rachid Raha, activista bereber y vicepresidente del Congreso Mundial Amazigh, una organización que ampara asociaciones culturales bereberes tanto en el Magreb como en Europa y Norteamérica. “El Estado nos teme porque compartimos valores como la igualdad de sexos, el laicismo, la separación de poderes, la descentralización… El Estado marroquí, en cambio, se rige por una ideología arabe-islamista, que tiene tendencia a homogeneizar todo: una sola religión, un solo idioma”.

Más conflictiva aun es la situación en Argelia, donde dos tercios de los cinco millones de bereberes se concentran en la Cabilia, una región montañosa al este de la capital. Aquí, todos los años se producen enfrentamientos violentos con la policía, disparos, detenciones, torturas y muertes.

¿Minoría?

Muchos bereberes argelinos plantean la independencia de la Cabilia como única salida a su marginación en un Estado que se define desde su fundación como “árabe e islámico”. En Marruecos, en cambio, el movimiento no quiere oír hablar de separatismo y detesta el término ‘minoría étnica’. No hay cifras oficiales pero se estima que entre el 40% y el 60% de la población marroquí habla bereber como lengua materna y el 27% no domina ningún otro idioma. De ahí que los militantes no planteen un espacio propio para su cultura sino un Marruecos que, en primer lugar, se identifique con la civilización ‘amazigh’.

“Utilizamos el término ‘amazigh’ para una civilización, no una etnia. Incluye a los magrebíes arabófonos, los judíos…”

Aunque muchas tribus bereberes son de tez más clara que la del resto de sus compatriotas —oscurecidos por la mezcla con esclavos subsaharianos—, el movimiento “utiliza el término ‘amazigh’ para una civilización, no una etnia”, aclara Rachid Raha. “Incluye a los magrebíes arabófonos, los judíos…”. Una civilización que abarcaría toda África del Norte, hasta el oasis de Siwa en Egipto y, si se incluyen los tuareg diseminados por el Sáhara, hasta Mali, Níger y Burkina Faso.

Pese a que no plantean reivindicaciones separatistas, los activistas bereberes están mal vistos por el resto de las formaciones políticas. No sólo el Estado los somete a estricta vigilancia, también los partidos de la izquierda marroquí, ligados a la ideología panarabista, desconfían de un movimiento que quiere desgajar el Magreb de la ‘Nación Árabe’ y buscar las raíces propias. “Tanto la derecha como la izquierda marroquíes son anti-amazigh”, se queja Amina Ibnu Chaij, directora del periódico mensual marroquí Amal Amazigh.

Nacida en Tafraut, en el Anti–Atlas, sólo hablaba bereber cuando su familia se mudó a Rabat y se sentía extraña en un colegio donde había que saber árabe para ser marroquí. “Te insultan, te rehuyen…”, recuerda Amina, convencida de que la escolarización exclusivamente en árabe no sólo complica la alfabetización de las jóvenes generaciones sino que destruye un patrimonio cultural y “transmite una ideología arabe-islamista: dos tías mías que fueron a aprender a leer y escribir, ahora se ponen hasta el pañuelo islamista”, algo totalmente ajeno en una sociedad en la que las mujeres no consideran indecente llevar el pelo descubierto y gozan de unas libertades inauditas en el mundo árabe.

Por el mismo motivo, las bereberes observan con aprensión el aumento del islamismo político: los integristas argelinos asesinaron con preferencia a figuras de la cultura bereber comprometidas con el laicismo y también el partido islamista marroquí podría dar al traste con muchos siglos de tradiciones liberales, si este otoño gana las elecciones legislativas.

Partido bereber

Es algo que se propone contrarrestar Ahmed Adghirni, abogado y veterano activista bereber, recientemente convertido en dirigente del Partido Democrático Amazigh de Marruecos. Pero es dudoso que la formación —aún no aceptada por la Administración marroquí— consiga arañar un porcentaje significativo en el atomizado panorama marroquí. Además, las rencillas internas entre algunos líderes bereberes, lanzados en carrera hacia la creación del primer partido bereber, han restado credibilidad a todos. Un fenómeno que se repite en la Cabilia, donde todas las papeletas van a parar a dos veteranos políticos: Hocine Ait Ahmed, dirigente del Frente de las Fuerzas Socialistas (FFS ), y Said Saadi, fundador de la Agrupación por la Cultura y la Democracia (RCD ), ambos laicos y comprometidos con la causa bereber, pero incapaces de superar su enfrentamiento personal.

Las cartillas escolares en tamazigh hoy ya se usan en unos 1.900 colegios de primaria en todo el país

También el Congreso Mundial Amazigh ha sido salpicado por peleas en la propia cúpula, “debidas a intereses partidistas”, como recuerda Rachid Raha, presidente del Congreso entre 1999 y 2001. Hoy lo dirige el argelino Lounés Belcacem, que reivindica una especie de ‘Estados Unidos de África del Norte’, basados en el elemento bereber.

Mientras tanto, Marruecos avanza con pasos titubeantes. El Instituto Real de la Cultura Amazigh (IRCAM ) estandariza el idioma —las diferencias entre los tres dialectos que se distingen en Marruecos apenas son fonéticas— y edita las cartillas escolares bereberes que hoy ya se usan en unos 1.900 colegios de primaria en todo el país, una iniciativa que se amplía cada año.

Aunque los libros suelen llegar tarde y mal, tienen un buen planteamiento pedagógico y los caracteres tifinagh —propios de la cultura tuareg pero hoy convertidos en todo un símbolo de reivindicación cultural— hacen las delicias de los críos, a los que les encanta dibujar sus formas geométricas, según apunta Raha. Amina, en cambio, lamenta que el IRCAM no se haya decidido por la transcripción en caracteres latinos, más práctica en la era informática.

Raha señala que, desde diciembre, la televisión pública cumple su compromiso de emitir a diario algunos minutos en tamazigh —la radio lo hace desde mediados de los años noventa— y que el Gobierno promete una cadena totalmente bereber a partir de junio. Algo a lo que se acaba de adelantar el sector privado: el 15 de enero iniciará sus emisiones —por internet— una televisión bereber radicada en Holanda.