Reportaje

La penúltima república

Ángel Villarino
Ángel Villarino
· 8 minutos
Playa en Montenegro |  © Andrés Mourenza
Playa en Montenegro | © Andrés Mourenza

Yugoslavia empezó a desintegrarse hace 15 años. El proceso, teñido a menudo de sangre, podría entrar en su penúltima fase (ya sólo quedaría por decidir el futuro de la provincia autónoma de Kosovo) con la celebración del referéndum de independencia el próximo 21 de mayo.

Este día, los montenegrinos decidirán —por una vez en las urnas, no con las armas— si quieren seguir formando parte de Serbia-Montenegro, el estado federal que resistió a la descomposición de los Balcanes y el único que mantiene la identidad y el maltrecho orgullo nacional de la vieja República de Tito. Montenegro, con menos de 600.000 habitantes y una economía sostenida por el turismo regional, podría ser la última pieza que se desgaja en el rompecabezas de los Balcanes.

Desde el punto de vista estratégico, Montenegro es la salida al mar y el patio de descanso de los serbios, muchos de los cuales tienen allí su casa en la playa. Las etnias están muy mezcladas tras siglos de convivencia, una característica de toda la región que en el pasado no sólo no impidió la guerra, sino que la hizo más cruenta. Más de medio millón de montenegrinos viven en el territorio serbio; mientras que en Montenegro, cerca de un 40% de la población se considera serbia. Pero la diferencia reside más bien en la identificación personal y el apellido familiar, ya que sólo un leve acento distingue el idioma serbio de su variante montenegrina, y en ambos lados de la futura frontera, la Iglesia Ortodoxa Serbia es la referencia espiritual.

Los sondeos indican que entre un 50 y un 55 por ciento de la población está de acuerdo con la independencia. Vlado Zugic, editor del diario Vjesti de la capital Podgorica, resume para La Clave las razones oficiales de quienes defienden esta postura. En un primer bloque, los motivos económicos: «La inflación en Montenegro es del 1,8 por ciento, mientras que en Serbia es del 18 por ciento. El paro es del 30 por ciento, frente al 18 por ciento de Montenegro».

El desarrollo económico divergente se apoya en que la moneda no es la misma: ya en 1996, la pequeña república asimiló el marco alemán como medio de pago oficial y ahora utiliza el euro (sin formar parte oficialmente de la ‘zona euro’), mientras que Serbia continúa usando el dinar. Las distintas leyes fiscales y aduaneras en ambas repúblicas también influyen en estas separación.

Estos datos, sin embargo, son sólo parte de la verdad: en las cifras barajadas para toda Serbia se incluyen también las de Kosovo, donde el paro supera el 50 por ciento y la inflación no conoce límites. En términos generales, la situación económica de Montenegro no es mejor que la del resto de Serbia: el facturado está en torno a la media, así como la renta per cápita. La economía montenegrina, sostenida en parte por un turismo regional que podría verse muy afectado con la independencia, se ve también frenada por unos niveles de corrupción superiores a los de la media existente en el resto de Serbia.

Las autoridades autonómicas son sospechosas de tener lazos con el crimen organizado

Una de las rémoras más importantes es, precisamente, la falta de credibilidad de los principales propulsores de la independencia: las autoridades autonómicas montenegrinas, dirigidas por el primer ministro Milo Djukanovic. Enterradas en expedientes por casos de corrupción y sospechosas de tener relaciones con el crimen organizado, no son el mejor aval de futuro. La filmación de varios comisarios políticos ‘pro independencia’ comprando votos entre la población es tan sólo el último de sus escándalos.

Ni siquiera los independentistas defienden a los políticos a los que respaldarán en el referéndum. «Es un Gobierno problemático, que ha hecho privatizaciones no transparentes y presenta una corrupción altísima» admite Zugic. Eso sí: «Con la independencia, los montenegrinos podrán deshacerse de él con más facilidad», aventura. Y para él, «la comunidad entre dos estados territorialmente tan diferentes no funcionará nunca. Serbia siempre intentará dominar Montenegro».

Rajka Raicevic, periodista del diario montenegrino Dan es, por el contrario, una defensora de la unidad. «El régimen de Montenegro está desde hace 17 años compuesto por la misma estructura de funcionarios guiados por Milo Djukanovic». Según Raicevic, la mala gestión del presidente montenegrino y su cambio de tendencia (Djukanovic fue uno de los grandes defensores del «orgullo serbio» antes de hacerse independentista) demuestran que sus intereses reales son «personales y no de Estado». Tampoco cree que quede mucha independencia por ganar: «Montenegro tiene transferidas un 90% de las competencias, mientras que sólo un 10% pertenecen al estado federal». Y el Gobierno autónomo no ha beneficiado, en su opinión, a la población: «Tras estos años, Montenegro ha quedado con muy poca gente muy rica y mucha gente muy pobre, ya no hay clase media», opina Raicevic.

Algunos analistas miran con miedo la posibilidad de que las votaciones finales queden en la llamada ‘zona gris’, es decir, entre el 50 y el 55 por ciento a favor de la independencia. Las reglas de la consulta popular, avaladas por los observadores internacionales y la Unión Europea, establecen que sólo en caso de superar el 55% de los votos, Montenegro obtendría la independencia. Sin embargo, los independentistas han estado cuestionando esta regla, anunciando que pedirán una revisión de la situación en caso de que el resultado quede en la ‘zona gris’.

En este caso, «la Unión Europea tendrá un problema, porque Djukanovic luchará para que los estados vecinos —Croacia, Bosnia…— reconozcan la independencia de Montenegro», predice Zugic. «No podemos permitir la ‘zona gris’ porque esto podría dar lugar a algo que no quiere nadie», teme Raicevic.

Aún en el caso de que no gane la opción independentista, el referéndum de Montenegro sentará un precedente en los Balcanes, algo que podría desbloquear (pero también enfangar) el proceso de paz en Kosovo. Por el momento, en Belgrado no se acepta la comparación entre ambos casos.

«Montenegro es una República y como tal tiene posibilidad de ser independiente y no vamos a oponernos. Kosovo está guiada por Naciones Unidas, no tiene autoridad, ni leyes. Además no hay garantías para las minorías serbias, que serían masacradas. Se han destruido cementerios, atacado iglesias y quemado casas. No se puede dar la independencia en estas condiciones», aseguró en una reciente entrevista con La Clave Srdjan Milivojevic, miembro fundador del movimiento juvenil Otpor! (Resistencia), que contribuyó a la caída de Milosevic en 2000, parlamentario del Partido Democrático Serbio y uno de los políticos más progresistas del país. Apuesta por la unión porque «unidos no sería más fácil entrar en la Unión Europea. Pensándolo racionalmente, a los dos nos interesa seguir juntos. Pero si deciden independizarse pues mejor vivir como buenos vecinos que como hermanos enemistados».

La opinión de los nacionalistas del Partido Radical, la otra gran fuerza política serbia, es todavía más neta: «Nosotros queremos un país unido, pero si los montenegrinos prefieren vivir independientemente, que lo hagan. Nosotros no opondremos resistencia. Los albano-kosovares, en cambio, ya tienen su país, que es Albania, y no podemos dejar que nos invadan» dijo a este semanario el secretario general de esta formación política en Belgrado, Nemanja Sarovic. Según su visión, Montenegro no dejaría de ser serbio por independizarse, mientras que el conflicto kosovar es percibido como una amenaza a la identidad: «En Kosovo hay monumentos y joyas de la cultura serbia. A nuestro pueblo le pertenecen esas tierras desde hace mil años y ahora nos piden que renunciemos a ella porque los albaneses han emigrado en masa y tienen un índice de natalidad más alto. No lo vamos a regalar.»

Sea cual sea el resultado del referéndum montenegrino, no habrá ruido de armas. El Gobierno de Belgrado ha prometido aceptar la decisión de los montenegrinos. Pero deja notar su preferencia por consolidar un proyecto nacional que incluya a Montenegro junto a las dos regiones autónomas Vojvodina y Kosovo, para prevenir la desintegración definitiva del territorio. «Si el pequeño estado de Montenegro se separa de Serbia en el referéndum independentista, ni un solo aspecto de las relaciones entre las dos repúblicas será como antes», amenazó desde Belgrado el ministro de Justicia, Zoran Stojkovic.