Hilula
por Rafael MarchanteHilula en Tetuan
Marruecos, un país judío. Dicho así sorprende. Sin embargo, la religión judía es parte integrante de la cultura marroquí, no tan visible tal vez como la islámica pero más asentada: llegó mucho antes. Hasta mediados del siglo XX era omnipresente, desde los cafés de Tánger donde se hablaba jaquetía, es decir, castellano, hasta los riscos del Gran Atlas, donde la tora se leía en bereber. La emigración la hizo desaparecer… o la trasladó: la sexta parte de los judíos de Israel son de familia marroquí.
Hoy sólo quedan unos 3.500 judíos en Marruecos (más que en ningún otro país de habla árabe). Pero los emigrados no olvidan su patria: vuelven cada año, desde París, Toronto, Rio de Janeiro o Tel Aviv, para celebrar la romería del santo de su devoción: la hilula, una costumbre netamente magrebí, desconocida en el judaismo de otros países. Pese al reducido número de judíos residentes, cada año se celebran decenas de hilulas en Marruecos, a veces con la presencia de miles de personas, jóvenes y mayores.
La tumba de rabbi Itshak Bengualid (o Benoualid o Ben Walid) en Tetuán (1777-1870) atrae cada febrero (el día 4 del mes de Adar) un centenar de fieles. Entre las ceremonias, el rezo en la sinagoga tetuaní, antiguo domicilio de este rabino modernista que apoyó la enseñanza moderna en francés, una iniciativa que consolidó la posición de los judíos como elite intelectual de Marruecos.
Rafael Marchante, fotógrafo gaditano y durante cuatro años corresponsal gráfico de la agencia Reuters en Marruecos, captó en 2009 esos claroscuros de uno de los últimos testimonios de la vida judía actual en el Magreb.
[Ilya U. Topper]
© Rafael Marchante 2009