Entrevista

Juan Arias

«Todas las Iglesias tienen obsesión con el sexo: el sexo es poder»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 10 minutos
Juan Arias |  © Cristóbal Manuel / El País
Juan Arias | © Cristóbal Manuel / El País

Dicen que conoce Italia mejor que España. Juan Arias (Arboleas, Almería, 1932) estudió teología en Roma, fue sacerdote y miembro de una orden católica, antes de colgar los hábitos. Durante 14 años ejercía de corresponsal del diario El País en el Vaticano, relatando el día a día de la Iglesia Católica y el desarrollo del famoso Concilio Vaticano II. Hoy vive como corresponsal del mismo periódico en Río de Janeiro, pero sigue en la brecha teológica: entre la quincena de libros que ha publicado, destacan varios recientes sobre Jesú («ese desconocido»), María, María Magdalena, la Biblia…

¿Recuerda el momento en que abandonó el sacerdocio? ¿Qué razones le movieron a hacerlo?
Hace unos 40 años. No fue por faldas, como  suele decirse. Tanto es así que me casé sólo unos 20 años despues. En aquel momento, después del Concilio Vaticano II, yo tenía una actividad muy grande dando conferencias a jóvenes por toda Italia sobre la nueva revolución de la Iglesia Conciliar. Fue cuando escribí mi primer libro, El Dios en quien no creo, que la Congregación de la Fe estuvo a punto de condenar. Después de 40 años aún sigue publicándose, también en España, y fue traducido a diez idiomas, incluyendo el coreano y el indonesio. Los jóvenes me enfrentaban con sus preguntas: “Si piensa así, ¿por qué continúa en la Iglesia?”, me decían. Lo medité. Tenían razón.

¿Y cómo fue el proceso?
Pedí a Pablo VI la dispensa del sacerdocio. Yo era entonces Secretario General de mi Congregación, los Misioneros del Sagrado Corazón. Pablo VI me la concedió sin las condiciones que se imponían entonces, como el no poder enseñar religión, vivir en el mismo lugar, etc. Continué mi trabajo de periodista y conferenciante como siempre. Eso es todo. Nunca me arrepentí de haber dado aquel paso. La Iglesia Institución ha empeorado. Ha tratado hasta de cargarse el Vaticano II.

¿Cree que este concilio está definitivamente enterrado, o parte de sus propuestas siguen teniendo vigor en la Iglesia?
No, no ha sido definitivamente enterrado, aunque lo hayan intentado tantos, comenzando por el actual Benedicto XVI que, cuando era cardenal escribió un libro defendiendo que el Concilio había sido un error. Después combatió sus ideas cuando era Prefecto de la Congregación de la Fe, la antigua Inquisición. Para responder a esta pregunta habría que saber cómo sería hoy la Iglesia si no hubiese existido el Vaticano II. Sería aún mucho más horrible.

Sus detractores suelen echarle en cara que se alejara de las sotanas y formara su familia. ¿Por qué le costará tanto a la Iglesia permitir que se casen los curas, cuando es un hecho admitido que el celibato no es un dogma de fe, sino una norma posterior y temporal?
San Pablo solía pedir a los obispos, que estaban casados, como los curas, como los apóstoles, como el mismo Jesús, que dieran ejemplo y fueran maridos de una sola mujer. El celibato nació más tarde, en el Concilio de Elvira en Granada, por motivos económicos: para que la Iglesia no tuviera que dividir sus propiedades con los curas si tenían familia. Es una de las cosas más arcaicas de la Iglesia. Se casan los sacerdotes católicos ortodoxos, los protestantes. No sólo no es dogma de fe el celibato, sino que cualquier papa, queriendo, puede abolirlo de un plumazo.

La demonización católica del sexo, derivada del pecado original, ha llevado a una represión sexual en todo el mundo cristiano… pero, ¿por qué en el mundo islámico, que no conoce pecado original, es peor todavía?
Todas las iglesias tienen obsesión con el sexo. Basta ver lo que se predica hoy en las miles de iglesias evangélicas de Brasil. El sexo es poder. Las iglesias buscan el poder. Ningún modo mejor que apoderarse del poder de las conciencias que castrándolas. Freud podría hablar. En la prohibición del sexo no hay diferencia entre cristianismo e islamismo. La diferencia está en el judaísmo, que no reprime el sexo. Para los judíos no hay separación entre el cuerpo y el alma. Todo pasa por el cuerpo. De ahí la importancia del sexo, de la procreación, de  la familia y de los hijos. Por eso es impensable que Jesús no estuviera casado y que hubiese prescindido de formar uma familia. No hubiese sido un buen judío, y lo era. El cristianismo y el islamismo han hecho la diferencia entre cuerpo y alma. Lo noble es el alma, el cuerpo es un peso, un estorbo para el alma, por eso hay que negarlo, reprimirlo, asexuarlo.

En algunos debates de la ONU, como los referidos a la salud sexual o los derechos de las mujeres, el Vaticano suele votar igual que Arabia Saudí o Irán. ¿No desmiente esto el supuesto choque entre islam y cristianismo? Si hay un choque, ¿en qué ámbito se desarrolla?
A pesar de todo, hoy el Vaticano, con todo lo retrógrado que es, está más avanzado en el campo de la defensa de los derechos humanos, por ejemplo el de la mujer, que el islamismo, que no ha pasado por una Reforma. El Cristianismo vive en el mundo más democrático, y la revolución del Vaticano II no fue en balde.

Ya que hablamos para una web de cultura mediterránea, ¿cuáles cree que son los países más rígidos y cuáles los más tolerantes del Mare Nostrum en materia religiosa?
Los más rígidos son los que están más cerca de la Cúpula de San Pedro. Los más tolerantes los más lejanos de ella. Italia, por ejemplo, paga el pato de esa vecindad.

¿Hay equivalentes católicos, o cristianos, a los movimientos fanáticos del islam, armados o no?
Los hay en la ideologia. Pienso en los seguidores de Lefebvre, en los Legionarios de Cristo, Opus Dei, movimientos carismáticos etc. Violentos, no. Por el mismo motivo apuntado antes: el catolicismo y el cristianismo en general, vive en ambientes laicos democráticos que les ponen inevitablemente un freno. De lo contrario, lo serían igual. Baste recordar a Torquemada y su Santa Inquisición.

Dijo Doris Lessing: “Si leemos, uno tras otro, todos los libros del Antiguo Testamento, los evangelios apócrifos, el Nuevo Testamento y el Corán, nos daremos cuenta de que todos tratan de la misma gente, de las mismas historias, como si fueran diferentes relatos de la mitología griega. Es decir, se puede ver el judaísmo, el cristianismo y el islam como una única religión en diferentes estadios o pasajes”. ¿Lo suscribiría?
No. Existe una diferencia fundamental en el concepto de Dios, por ejemplo entre ciertos libros de la Biblia y el Nuevo Testamento. Jesús cambió al Dios del Trueno y de la Venganza, por el Dios de la Misericordia, Padre y Madre, por cierto ya vislumbrado por el profeta Isaías.

¿Por qué tenía tan buena prensa en medio mundo Juan Pablo II, especialmente en el mundo árabe?
Porque en el fondo no simpatizaba con los judíos, aunque hizo todo lo posible para esconderlo. Los árabes lo sabían. El Papa polaco fue un maravilloso actor, que es lo que él hubiese deseado ser, de no haber mediado la petición de su madre, que le pidió antes de morir, muy joven por cierto, que se hiciera cura. El padre lo prefería actor. Acabó conciliando las dos cosas: fue un papa actor.

¿Qué cabe  esperar de Benedicto XVI, al que vio usted venir hace mucho?
Muy poco. Un paso atrás en la Iglesia, que ya es decir. Lo conocí cuando tenía él 40 años y era un asesor progresista del Episcopado alemán en el Concilio. Siempre luchó contra todo tipo de apertura. Hizo todo para ser papa. Lo consiguió y quizás hoy esté arrepentido, porque incluso a la Iglesia conservadora le cuesta seguirle.

En sus libros sobre Jesús y María, los llama “los grandes desconocidos”. ¿Quiere decir que son los grandes sobreentendidos, los grandes tergiversados?
Existe um abismo entre lo que eran históricamente esos dos judíos y cómo han sido presentados por la Iglesia, casi dos caricaturas. María concibió a Jesús como todas las madres del mundo. Jesús era el enemigo del poder. Llamaba a Herodes de “zorra”; nunca fue diplomático;  desafió al Templo, el poder religioso de su tiempo. No es verdad que se “sacrificó” por nuestros pecados. No quería morir. No aceptó su condición de víctima y menos de víctima culpable: “¿Por qué me condenas?”, le grita a Pilatos. Son dos desconocidos, dos manipulados, dos víctimas del poder de las Iglesias. Sólo los pobres, los tullidos, los diferentes, los despreciados por la sociedad serían capaces de entender a Jesús y a su madre Myriam.

¿Dónde estará la Iglesia católica dentro de cien años? ¿Hacia dónde cree que evolucionará?
Depende de su evolución. Si sigue viéndose y funcionando como pura institución de poder, seguirá existiendo como todos los poderes del mundo. Si se diese el milagro de convertirse seriamente al Evangelio, se reducirá a algunas comunidades de quijotes de la solidaridad y de la compasión esparcidos por el mundo,porque las Bienaventuranzas, su aplicación práctica, son una locura. Son para pocos.

¿Ha renunciado la Iglesia a Europa —es un decir— y enfoca sus esfuerzos en cosechar fieles en América y África?
A pesar de ser una institución de poder —el Papa es aún Jefe de Estado—, la Iglesia está perdiendo fieles no sólo en Europa, sino también en los llamados países del Tercer Mundo, sean africanos o latinoamericanos. Brasil pierde cada año un millón de fieles a favor de las iglesias evangélicas, más conservadoras que el mismo catolicismo, pero que saben mejor actuar entre los más pobres de la sociedad.

¿Tienen las mujeres la llave del futuro de la Iglesia Católica, como parece que tienen las del futuro de toda la sociedad?
Las mujeres fueron siempre las parias de la Historia, que fue escrita sólo por hombres. Las mujeres han dado y siguen dando miedo. Son un misterio para los hombres. Me lo decía el maravilloso cineasta, poeta, semiólogo, etc. etc., Pier Paolo Pasolini, quizás la persona más inteligente que haya conocido en mi larga vida. Sin duda las mujeres podrían renovar el cristianismo. Ellas fueron las primeras protagonistas del primer movimiento cristiano-judío creado por Jesús. Fueron obispas y sacerdotisas. Pablo las relegó a un puesto secundario, donde siguen estando en la Iglesia, la única institución que aún las discrimina. Lo importante es que las mujeres no quieran dejar de ser mujeres. Que no se pierda esa fuerza germinal que es es el elemento femenino. Si se contagian por el poder como tal, podrían resultar peores que los varones. Ejemplos, desgraciadamente, ya los tenemos en política…