Vincenzo Consolo
«Hoy es difícil imaginar en Europa un país más fascista que Italia»
Alejandro Luque
Aunque con media docena de títulos publicados en España, el siciliano Vincenzo Consolo (Sant Agata di Militello, 1933) sigue siendo un autor de culto, desconocido para el gran público. Mientras que buena parte de su obra, como su celebrada novela La sonrisa del ignoto marinero, lleva años descatalogada, recientemente ha visto la luz Al otro lado del faro, un volumen de ensayos breves en los que pone de relieve su lúcido y firme compromiso con la literatura y la realidad de su tierra.
La pasada semana, Consolo estuvo en Sevilla para participar en las Jornadas sobre su amigo Leonardo Sciascia, —fallecido hace exactamente veinte años— que organizó el Departamento de Filología de la Universidad de Sevilla bajo el lema ‘Per un ritratto dello scrittore’. *)
¿Por qué deberíamos leer a Sciascia hoy?
Porque la corrupción del poder político es un tema imperante. Porque leer a Sciascia equivale a entender nuestro tiempo. Él no escribe tanto de episodios concretos como de una metáfora, la del poder político que oprime a los ciudadanos y que no reconoce sus derechos. Eso no tiene que ver solamente con Sicilia, sino también con nuestro mundo occidental. La mafia, por ejemplo, es un fenómeno ciertamente siciliano, pero hoy existe en toda Italia, sobre todo en Milán, donde ha nacido del poder de un señor que se llama Berlusconi…
Como decía Sciascia, la palma va al nord… Del mismo modo en que la palmera, o sea la desertización, ha ido avanzando de sur a norte, así el crimen organizado, ¿no?
Exacto: la palma va al nord.
Y ante la situación actual de Italia, ¿qué pensaría él?
Estaría ofendido como ciudadano, como hombre, y también indignado, porque creo que en Italia nunca, ni siquiera en los años del poder democristiano, se había llegado a un punto tan bajo como hoy. Además, ha habido una alianza, digamos, entre la mafia siciliana y Berlusconi a través de Marcello Dell’Utri. Éste era un señor asociado a la mafia, y puedo afirmarlo porque se está descubriendo a través de las investigaciones sobre los asesinatos de 1992, los de Falcone y Borsellino. Con Dell’Utri y Berlusconi, que se conocieron en la universidad en Milán y cuya amistad llega hasta hoy, Sciascia hoy vería comprobada de lleno su tesis.
Sciascia aborda en varias obras el tema de la impunidad…
Claro, él rompe el esquema de la novela policíaca clásica que nace en Inglaterra, en un mundo capitalista, donde se produce un asesinato, se descubre al asesino y es condenado y además el mundo es el mejor de todos los mundos posibles. Pero no, en Sciascia no se descubre nunca al asesino. Hay un delito, el homicida, la investigación, pero no se llega nunca a la personificación del asesino, porque son delitos político-mafiosos y el poder no puede condenarlos. No hay nunca personificación del asesino.
Lo decía porque parece que Berlusconi ha hecho también esfuerzos muy serios en materia de impunidad.
Sí, y pesca a muchos de sus ministros en Sicilia. El último es [Angelino] Alfano, un señorito siciliano al que Berlusconi ha hecho ascender, como a tantos otros.Luego los lleva al Parlamento italiano y los hace nombrar ministros. Este Lino Alfano ha sido condenado por el Consejo Superior de la Magistratura, ahora el propio Berlusconi debería ser procesado por muchos casos de corrupción e intenta evitarlo como sea, acogerse a las prescripciones… Por otro lado, él debe rendir cuentas a la Liga Norte con la que está asociado, un movimiento de tipo xenófobo, racista y fascista, con el que ha instituido el delito de inmigración clandestina. Así, estos pobres inmigrantes que a veces mueren en la mar de Sicilia ahogados, estos pobres diablos, estos pobres desgraciados que escapan del hambre, de la guerra, e intentan probar suerte en nuestro país, son considerados al mismo nivel que los mafiosos, los terroristas. Todo ello hace que hoy sea difícil imaginar en Europa un país más fascista que Italia.
Sciascia pertenece a una generación de grandes escritores italianos. ¿Qué le hace tan especial?
Verán, yo trabajé como colaborador durante algunos años en la editorial Einaudi, en Turín, cuando el director era Italo Calvino, y asistí a muchos encuentros de Calvino y Sciascia. Pero Calvino estaba muy atento a los acontecimientos literarios estéticos, y a Sciascia le interesaba más la realidad política, la realidad histórica. Y un día le pregunta Calvino:“¿Qué estás haciendo ahora, Leonardo?” Y él le responde: “Estoy escribiendo un libro que se llama Todo modo”. Y Calvino dice: “Yo estoy escribiendo ocho libros”. Nos quedamos sorprendidos: ocho libros a la vez. Y estos ocho libros era Si una noche de invierno un viajero, que son ocho comienzos de novelas interrumpidas. Calvino había visto que habían salido dos libros importantes, La tía Julia y el escribidor de Vargas Llosa, y El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, donde se dejaba ver la incursión de la cultura de consumo en la novela. Calvino asumió esta línea porque él, como especialista en literatura sudamericana, había entendido que no se podían escribir más novelas, y acomete Si una noche de invierno un viajero. Sin embargo, Sciascia no estaba preocupado por estas nuevas formas; a él le interesaba el contexto histórico, civil.
¿Es ésa la esencia de su literatura?
Así es. De alguna manera, también Pasolini, cuando dejó su pueblo, Casarsa, y dejó de escribir poesía en latín, se trasladó a Roma y empezó a hablar del ambiente romano, de la vida violenta, del bajo proletariado romano… Pero Pasolini estaba mucho más presente en eso que Roland Barthes llamaba escritura de intervención, de función. Se trata de un tipo de escritura con la que el intelectual acaba suscitando el debate en los medios de comunicación. Los escritos de Pasolini y Sciascia en los periódicos provocaban mucha polémica.
*) Vincenzo Consolo falleció el 21 Enero 2012 en Milano.
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¿Qué recuerdo personal conserva de Sciascia?
Le conocí en julio de 1963, cuando acababa de publicar mi primer libro. No quería importunarle sin tener una tarjeta de presentación, así que le mandé este libro mío con una carta donde declaraba mi deuda con él por todo lo que él me había enseñado. Él me respondió haciéndome muchas preguntas sobre el libro, sobre el lenguaje que yo había adoptado, e invitándome a ir a verlo a Caltanissetta. Fui a verle y desde aquel momento nos hicimos amigos. Apenas tenía un poco de tiempo libre volvía a visitarle, y dábamos paseos para observar las condiciones de Sicilia, asistíamos a las fiestas religiosas…Te puedo contar una anécdota muy bonita. Un Jueves Santo, con una traductora suya alemana, que también vivía en Caltanissetta, vivimos el jueves santo desde un balcón, y estos que llevan los pasos con las figuras de la Pasión beben, y durante la procesión gritan y agitan las imágenes. Al final, Sciascia le preguntó a la chica: “¿Qué te ha parecido?” y ella dijo: “Me ha parecido un poco desordenado”. Para ver la diferencia que hay en Sicilia de un pueblo a otro, al día siguiente fuimos a Enna para ver las procesiones de Viernes Santo, en la que hay encapuchados como aquí en España, todos vestidos de blanco, y Sciascia me decía que era una procesión del tipo sevillano, con los mismos símbolos de la Pasión pero en silencio absoluto…
Recuerdo una vieja foto en la que ambos aparecen junto al poeta Lucio Piccolo. Usted sigue igual…
Verá, yo tenía como punto de referencia en aquella época a Piccolo, un poeta que era primo de Lampedusa, vivía cerca de mi pueblo y yo iba muchísimo a verle. Pero hablaba siempre él y yo escuchaba, porque era un hombre de una cultura extraordinaria. Y Piccolo siempre me decía “saludos a mi querido Sciascia”, y cuando veía a Sciascia éste me decía “saludos a Piccolo”.Y yo hice de alguna forma que se encontraran. Piccolo se quedó fascinado con Sciascia. Más tarde, Sciascia declararía en una entrevista que las dos personas que más le habían impresionado habían sido Borges y Lucio Piccolo, este poeta al que descubrió Eugenio Montale y que realmente era extraordinario, y antagonista de su primo Lampedusa. Él me contó que cuando volvía de San Pellegrino, donde le habían dado un premio, y donde había ido con Lampedusa, la mujer de éste, que era psicoanalista, le dijo a su marido: “Tu primo, que es un imbécil, ha conseguido un premio; y tú, que tienes ingenio, todavía no has conseguido nada”. Y entonces Lampedusa se puso a escribir El Gatopardo.
A menudo se dice que usted es el heredero de Sciascia. ¿Aprueba esa opinión, señalaría a algún otro legatario?
No sé quién podría ser el heredero. Yo he adoptado una lengua diferente a la de Sciascia, pero no he caído en el sicilianismo de color, en el folclore, en el dialectalismo de color. Mi búsqueda iba en otro sentido. Cuando me di cuenta que la lengua italiana cambiaba, que Pasolini en 1964 había escrito un ensayo sobre la lengua italiana titulado Nuevas cuestiones lingüísticas, porque el país había cambiado y había acabado el mundo campesino; entonces yo comprendí que no podía seguir escribiendo en aquella lengua central que habían adoptado los escritores que me precedían: Calvino, Moravia y Sciascia, Elsa Morante y muchos otros. Entendí que debía adoptar otro registro y excavando en los yacimientos lingüísticos de mi tierra, porque por Sicilia han pasado todas las civilizaciones, dejando yacimientos lingüísticos, desde los griegos a los romanos, a los árabes, españoles, franceses, etc.Y yo intenté redescubrir estas palabras, estos modos de contar, de decir, y de introducirlos, italianizándolos, en un código central. Cuando Sciascia presentó mi segundo libro, La sonrisa del ignoto marinero en Palermo dijo: “Este libro es un parricidio”. El padre era él y yo había hecho una elección estilística diferente, pero siempre organizando mi prosa de forma poética en el sentido rítmico, recurriendo a las rimas asonantes. Yo había entendido, un poco como había hecho Calvino antes, que no se podían escribir novelas en nuestra época porque se convertían automáticamente en objetos de consumo; en novela policíaca a lo Camilleri, para entendernos. Había que acercarse más a formas poéticas, aquello que Walter Benjamin llama “narración”. Benjamin hace una distinción entre novela y narración, que era la forma oral antigua de la que han nacido los poemas
¿Tiene herederos usted mismo, o se trata de un fin de raza?
El escritor que se ha declarado mi heredero es Roberto Saviano. Cuando todavía era universitario, me escribió diciéndome que había estado en Milán buscándome, pero no había conseguido encontrarme. Y yo le respondí: “¿Y dónde esperabas encontrarme, en Piazza Duomo?” Así comenzó a venir a casa, se hospedó durante dos semanas con nosotros, y me di cuenta de que era muy inteligente, muy preparado. Se estaba graduando en Filosofía y haciendo una tesis sobre Giordano Bruno, procesado en Roma por la Santa Inquisición. Después él me contaba lo que pasaba en Caserta, frecuentaba Nápoles, me hablaba de la camorra, y yo le presenté al director de una revista que se llama Il Diario, Enrico Deaglio, y empezó a colaborar. El director editorial de Mondadori, Antonio Franchini, que es napolitano, leyó sus artículos y le dijo “¿Por qué no escribes un libro?” Y Saviano escribió Gomorra. Un libro escrito de forma literaria pero que es, digamos, una investigación también, entre el ensayo y la narrativa. Roberto es de la escuela de los escritores meridionales napolitanos, como Doménico Rea… De estos escritores meridionales donde, si queréis, también nos encontramos Sciascia y yo.
Pero la denunca en Sciascia es más sutil, y Saviano en cambio ataca de manera explícita.
Menos metáfora literaria, ya digo… Hay más elemento de ensayo, de investigación, que metáforas literarias.
¿Amenazaron a Sciascia alguna vez, como a Saviano?
No, a los mafiosos las novelas de Sciascia no les interesaban, mientras que la investigación que ha hecho Saviano ha llegado directamente a la camorra. Pero me decía Roberto que los que advertían a los de la camorra eran sus abogados: eran ellos los que leían y avisaban del peligro del libro.
Algunas obras de Sciascia y suyas se desarrollan en un contexto histórico, pero no se parecen a las exitosas novelas históricas de hoy. ¿Tal vez porque nos hablan más del mundo actual que del pasado?
Sí, la metáfora es la lección que nos llegó del primer gran escritor italiano, Alessandro Manzoni, que habló del 1600 para hablar de nuestro tiempo, de lo que era el paradigma religioso, las revueltas populares, el hambre. Principalmente con aquel libro, Historia de la columna infame sobre la injusticia, el fanatismo… Él es el pionero de la novela histórico-metafórica, y después muchos le han seguido. Se ha producido una alternancia de parricidios, porque cada escritor intenta contrastar al que le ha precedido.A Giovanni Verga, pionero de la literatura siciliana, le asesinó Federico De Roberto con una gran novela como Los virreyes. Verga había imaginado un mundo de fatalismo donde todos al final somos los vencidos, pobres y ricos. De Roberto, aunque era gran amigo de Verga, lo contradice porque saca a la luz la responsabilidad de los que estaban en el poder, sobre todo la transformación de los nobles sicilianos, que después de la unidad entran en la política, se convierten en diputados para mantener su poder, a través de una familia de origen español, los Uceda.
Sciascia era un gran amante de la cultura español, ¿verdad?
Cuando fui a verle a Caltanissetta, él acababa de volver de un viaje por España, y me hizo ver objetos que había comprado allí. Son tantos autores que me descubrió, y que yo después he leído: Américo Castro, Ortega… Le gustaba mucho la poesía española; Góngora, San Juan de la Cruz, hasta García Lorca. Una vez pasamos en Milán un día estupendo, con un Rafael Alberti simpatiquísimo y con su mujer, María Teresa León. Estaba también el traductor italiano del Quijote, Vittorio Bodini, quien decía que para él era imposible traducir a Góngora. Y es que pocos meses antes había salido en Italia la traducción de Góngora hecha por un escritor de gran éxito que no sabía español, y era pésima…
¿Se lee a Sciascia hoy en Italia?
Desgraciadamente, creo que se estudia sólo en las escuelas. Hoy en Italia se leen sólo las novelas que vienen de la televisión, del espectáculo. La tarde antes de venir a España fui al Teatro alla Scala, y pasé por la galería Vittorio Emmanuele, donde hay muchas librerías. Salí corriendo porque eran todos libros de personajes televisivos, políticos, futbolistas, cantantes, bailarinas… Esos son nuestros autores más leídos.