Opinión

El gran juego

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Hace dos semanas me encontré con Salam Fayad, el primer ministro palestino, y de nuevo me impresionaron la calma y la modestia que irradia.

Normalmente me lo encuentro en manifestaciones, como la de la alambrada de Bil’in. Esta vez tampoco hubo oportunidad para más de un saludo rutinario y unas pocas palabras corteses.

Aparecimos juntos en el evento del Día de la Tierra en una pequeña aldea cerca de Qalqilía, cuyo nombre pocos conocen: Izbat Tabib. La aldea se estableció en 1920 y las autoridades ocupantes no reconocen su existencia. Quieren demolerla y transferir sus extensas tierras al cercano asentamiento de Alfei Menashe.

Estábamos rodeados de un gran grupo de personalidades respectables ―los dirigentes de las aldeas vecinas y cargos de los partidos que pertenecen a la OLP― así como de los habitantes de la aldea. Sólo pude hablarle a Fayad desde la tribuna. Le pedí que reforzara la colaboración entre los dirigentes palestinos y el sector pacifista israelí. Esta colaboración que se ha debilitado desde los asesinatos de Yasser Arafat y Faisal Husseini.

Es imposible que a uno no le caiga bien Fayad. Irradia decencia, seriedad y un sentido de responsabilidad. Hace que uno se fíe de él. El fango de la corrupción no se le ha pegado. No es un funcionario de partido. Sólo después de pensárselo mucho se unió a un pequeño partido (La Tercera Vía). En la confrontación entre Fatah y Hamás no pertenece a ninguno de los dos bloques rivales. Tiene pinta de un ejecutivo de la banca… y eso es lo que, de hecho fue: un alto cargo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

Salam Fayad, primer ministro palestino, tiene pinta de ejecutivo de banca… y de hecho es lo que fue

Fayad, de 58 años, es todo lo contrario de Yasser Arafat, quien lo nombró primer ministro. El raís irradiaba autoridad, el primer ministro, inseguridad. Arafat era extrovertido, Fayad introvertido. Arafat era un hombre de gestos grandilocuentes, Fayad no sabe lo que es un gesto.

Pero la mayor diferencia entre los dos reside en sus métodos. Arafat nunca puso todos sus huevos en un solo cesto; utilizaba muchos cestos. Estaba dispuesto a utilizar ―simultáneamente o alternativamente― la diplomacia y la lucha armada, la acción popular y los contactos secretos, los grupos moderados y los radicales. Creía que el pueblo palestino era demasiado débil como para limitarse a utilizar un sólo instrumento.

Fayad, en cambio, coloca todos sus huevos ―y los de los palestinos― en un solo cesto. Elige una sola estrategia y la mantiene. Es un juego personal y nacional… y es un juego atrevido y peligroso.

Fayad cree, al parecer, que la única posibilidad de los palestinos para alcanzar sus objetivos nacionales reside en el método no violento, en estrecha colaboración con Estados Unidos.

Su plan es construir las instituciones nacionales palestinas, crear una base económica robusta y declarar, a finales de 2011, el Estado de Palestina.

Eso recuerda la clásica estrategia sionista bajo David Ben-Gurion. En el habla sionista a eso se le llamaba “crear hechos sobre el terreno”.

Fayad coloca todos los huevos de los palestinos en un solo cesto. Es un juego atrevido y peligroso

El plan de Fayad se basa en la suposición de que Estados Unidos reconocerá ese estado palestino e impondrá a Israel las condiciones bien conocidas de la paz: dos estados, el regreso a las fronteras de 1967 con pequeños intercambios de territorio de mutuo acuerdo, Jerusalén Este como capital de Palestina, evacuación de todos los asentamientos que no se incluyan en los intercambios de territorio, el regreso de un número simbólico de refugiados al territorio israelí y el asentamiento de los demás en Palestina y otros sitios.

Eso parece una estrategia razonable pero hace surgir muchas preguntas.

Primera pregunta: ¿se pueden fiar los palestinos de que Estados Unidos cumplirá su papel?

En las últimas semanas, la probabilidad de que eso ocurra ha aumentado. Tras sus impresionantes triunfos en la plaza nacional y en las extranjeras, el presidente Obama demuestra una nueva autoconfianza en los asuntos israelo-palestinos. Ahora puede estar dispuesto a imponer a ambas partes un plan de paz norteamericano que incluya los elementos mencionados.

Estados Unidos ha dejado claro que eso no es un asunto secundario sino una estrategia basada en un análisis serio de los intereses nacionales norteamericanos, apoyada por los dirigentes militares.

Veremos una lucha de titanes entre los dos lobbies más poderosos de Washington: el militar y el proisraelí

Pero la batalla decisiva todavía no ha tenido lugar. Podemos esperar una lucha de titanes entre los dos grupos de presión más poderosos de Washington: el lobby militar y el lobby proisraelí. La Casa Blanca contra el Congreso. El juego de Fayad se basa en la esperanza de que Barack Obama, con la ayuda del general David Petraeus, ganará esta batalla.

Es un juego razonable, pero es arriesgado.

Segunda cuestión: ¿puede construirse un “futuro estado” palestino bajo la ocupación israelí?

De momento, Fayad tiene éxito. Hay de hecho algo de prosperidad en Cisjordania, aunque en general sólo beneficia una determinada clase. El gobierno de Netanyahu apoya este esfuerzo, con la ilusión de que la “paz económica” pueda sustituir una paz verdadera.

Pero todo el esfuerzo tiene pies de barro. Las autoridades ocupantes pueden borrar todo de un plumazo. Ya vimos esto en la ‘Operación Muro de Defensa’ en mayo de 2002, cuando el ejército israelí destruyó con un sólo golpe todo lo que los palestinos habían construido después de los Acuerdos de Oslo. Vi con mis propios ojos las oficinas destruidas de la Autoridad Palestina en Ramalá, los ordenadores aplastados, los montones de documentos rotos y dispersos por el suelo de los ministerios de Educación y Salud, los muros derruidos de la Muqata’a.

Si el gobierno israelí lo decide, todas las oficinas tan bien ordenadas de Fayad, todas las nuevas empresas y las iniciativas económicas, se convertirán en humo.

Fayad se fía de la red de seguridad norteamericana. De hecho, es dudoso que Netanyahu pueda hacer en 2010, en la era Obama, lo que Ariel Sharon hizo en 2002 bajo George W. Bush.

Fayad se fía de Estados Unidos: el general Keith Dayton entrena a la policía palestina

Un componente importante es el “ejército de Dayton”. El general estadounidense Keith Dayton está entrenando las fuerzas de seguridad palestinas. Cualquiera que las ha visto sabe que ésto es, a todos los efectos prácticos, un ejército regular (en la manifestación del Día de la Tierra, los soldados palestinos, con sus cascos y sus uniformes caqui, se desplegaron en la colina, mientras que los soldados israelíes, con un atuendo similar, se desplegaron abajo, en el área C que, según los acuerdos de Oslo, está bajo control militar israelí. Ambos ejércitos utilizan los mismos todoterrenos americanos, sólo pintados de diferente manera).

Sin duda, Fayad sabe que sólo hay una margen estrecho entre su estrategia y la colaboración con la ocupación.

Tercera cuestión: ¿qué pasará si los palestinos declaran su estado a finales de 2011?

Muchos palestinos son escépticos. Al fin y al cabo, el Consejo Nacional Palestino ya declaró un estado palestino independiente en 1988. En esa ocasión festiva se leyó la Declaración Palestina de Independencia, escrita por el poeta Mahmoud Darwish. Recordaba extrañamente la Declaración de Independencia israelí. Docenas de países reconocieron el estado y los representantes de la OLP allí gozan del estatus oficial de embajadores. Pero ¿mejoró eso la situación de los palestinos?

La cuestión principal es si Estados Unidos reconocerá el estado palestino el día de su fundaciónn y si el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas seguirá su ejemplo.

En mayo de 1948, Estados Unidos otorgó al recién creado estado de Israel un reconocimiento de facto, pero no de iure. Stalin se les adelantó reconociendo Israel inmediatamente de iure.

Si la esperanza de Fayad se hace realidad y Estados Unidos reconoce el estado de Palestina, la situación de los palestinos cambiará radicalmente. Casi con toda seguridad, Israel no tendrá más remedio que firmar un acuerdo de paz que será impuesto prácticamente por los norteamericanos. Israel tendrá que renunciar a casi toda Cisjordania.

Pese a su imagen diabólica, Hamás quiere un estado palestino, no un emirato islámico

Cuarta cuestión: ¿eso valdrá también para Gaza?

Probablemente sí. A diferencia de lo que sugiere la imagen diabólica creada por la propaganda israelí y americana, Hamás quiere un estado palestino, no un emirato islámico. Al igual que nuestros propios ortodoxos, cuya meta es un estado judío dirigido por una ley religiosa y por los rabinos, ellos saben cómo llegar a acuerdos con la realidad. El objetivo de Hamás no se limita al pequeño enclave que controla ahora. Quiere jugar un papel importante en el futuro estado de Palestina.

La posición oficial de Hamás es que aceptará un acuerdo firmado por la Autoridad Palestina, si éste es ratificado por el pueblo palestino en un referéndum o en un acto en el Parlamento. Habría que recordar que incluso ahora mismo, Hamás trata el experimento de Fayad con cierta indulgencia.

Fayad es un hombre de los acuerdos. Habría alcanzado un modus vivendi con Hamás hace mucho, si Estados Unidos no hubiera impuesto un veto total.

La división palestina fue creada, en gran parte, en Estados Unidos e Israel. Israel ha contribuido a ella interrumpiendo todo contacto físico entre Cisjordania y la Franja de Gaza ― en una patente violación de los Acuerdos de Oslo, que definen Cisjordania y la Franja de Gaza como un territorio integral. Israel se comprometió a abrir cuatro “pasajes seguros” entre los dos territorios. No abrieron ninguno ni por un sólo día.

Los norteamericanos tienen un modelo del mundo primitivo, heredado de los días del Oeste Salvaje: en todas partes hay Buenos y Malos. En Palestina, los Buenos son la Autoridad Palestina, los Malos son Hamás. Fayad tendrá que trabajar duro para convencer a Washington de adoptar una postura un poco más matizada.

¿Qué pasará si el juego de Fayad resulta ser un error histórico? ¿Si el lobby proisraelí gana contra el estadista y los generales? ¿O si alguna crisis mundial desvía la atención de la Casa Blanca hacia otro asunto?

Si Fayad falla, todo palestino sacará una conclusión que se impone por su propio peso: no hay ninguna posibilidad de alcanzar una solución pacífica. Seguirá una intifada sangrienta, Hamás tomará el control del pueblo palestino… hasta que ellos también serán suplantados por fuerzas aun mucho más radicales.

Salam Fayad puede decir, con razón: después de mi, el diluvio.