Opinión

La cuadratura del trono

Ali Amar
Ali Amar
· 8 minutos

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La fiebre democrática que sacude al mundo árabe llegó a Marruecos. Después de un llamamiento lanzado en la red social Facebook y en Youtube, miles de personas se manifestaron de forma pacífica el 20 de febrero en las principales ciudades del país para pedir reformas políticas y una limitación de los poderes del rey, gritando “¡Abajo la dictadura!” y “El pueblo exige un cambio de régimen!”

Sin embargo, hubo incidentes provocados por vándalos después de las manifestaciones en varias ciudades del reino, especialmente en Marrakech, en el sur, y en Tánger, Larache, Tetuán y Alhucemas, en el norte, causando la muerte de una quincena de personas e importantes daños materiales. Un hecho notorio y paradójico es que varios de los autores de estos disturbios gritaban eslóganes favorables al rey, probablemente como forma de desacreditar la protesta. Esos jóvenes habían cometido dichos delitos en presencia de unas fuerzas del orden sorprendentemente pasivas.

A diferencia de Egipto o Túnez, no hay una revolución sino una petición de evolución

A diferencia de los movimientos de contestación en Túnez y en Egipto, no se trata de una revolución sino de una petición de evolución. Sin embargo, es de envergadura: por primera vez en Marruecos, la calle pide abiertamente una nueva Constitución que consagre la separación de poderes, una limitación drástica de las prerrogativas reales, similar a la monarquía parlamentaria española, y un hecho que, viniendo del pueblo, es totalmente nuevo: que el monarca se desvincule de los negocios.

A través de los holdings que controla, el rey tiene el monopolio casi total de algunos productos de primera necesidad como el aceite, el azúcar o la leche, productos en su mayor parte subvencionados por el contribuyente. La espectacular subida de los precios en este periodo de crisis tuvo repercusiones directas en la vida cotidiana de los marroquíes.

De «rey de los pobres” a “Marruecos S.A.”

Nos seguimos acordando de los rumores que circulaban al inicio del reino de Mohamed VI sobre la posibilidad de que la familia se retirara del mundo de los negocios. En aquel entonces, la opinión pública daba la imagen de un joven “rey de los pobres”, sin interés por el enriquecimiento personal y que tenía la firme intención de retirarse de los negocios heredados de su padre, Hassan II. En aquella época, el mercado especulaba sobre los posibles compradores, tales como el adinerado príncipe saudí Walid Ibn Talal, cuyo nombre evocaban los medios de comunicación.

La preponderancia de la monarquía en el mundo de los negocios es más fuerte que nunca

Pero en doce años de reinado ha llovido mucho y hace tiempo que no se habla de los rumores de retirada. Muy al contrario, hoy en día el rey está presente más que nunca en el panorama económico del país. Nunca antes ha sido tan fuerte la preponderancia de la monarquía en el mundo de los negocios. Según la revista americana Forbes, su fortuna está valorada en 2,5 miles de millones de dólares (1,8 mil millones de euros) y el rey es a la vez el primer empresario, el primer banquero y el primer dueño de explotaciones agrícolas del país. La punta de lanza de la fortuna real es sin duda el grupo ONA-SIN y su lista de filiales, una especie de “Marruecos S.A”, como lo llaman en el mundo económico.

Rodeado de misterios, este conglomerado controla una gran parte de la economía a través de un juego complejo de participaciones. Y con razón: sus empresas intervienen en prácticamente todos los sectores vitales de la economía nacional (agroalimentario, finanzas, minas, distribución, telecomunicación, energía, etc.).

“Monarca ejecutivo”, como insiste en recordarlo en algunos de sus discursos, los poderes constitucionales le confieren al rey el estatuto hegemónico de juez en su propia causa. Una situación que suscita cada vez más comentarios por parte de inversores extranjeros, pero también por parte de los grandes empresarios nacionales, como Miloud Chaâbi, conocido por hablar sin rodeos, que no dudó en bajar a la calle y unirse a los manifestantes en Rabat. Hasta les distribuyó un cargamento de botellas del agua mineral que produce.

Por otra parte, la propia patronal, a través de su potente confederación, expresó su comprensión de las reivindicaciones llevadas por el “movimiento del 20 de febrero” y le pidió de forma solemne al gobierno que contestara urgentemente al llamamiento de los manifestantes. Una señal reveladora de un malestar que va mucho más allá de los usuarios de la red o de las formaciones políticas y sindicales que piden un cambio.

Desde el 20 de febrero, algunos focos reavivaron los fuegos de la insurrección popular que lleva años cociéndose en ciudades medias como Khemisset, Sefrou o Dakhla (donde se canceló un festival de música). En Souk Sebt, una madre de dos niños se inmoló prendiéndose fuego después de que una vivienda de protección oficial le fuera denegada. Nuevas concentraciones de personas tuvieron lugar, especialmente en Rabat, Casablanca, Agadir, Mohammedia, Marrakech y Fes. Esta vez fueron severamente reprimidas.

Las redes sociales son el ruedo de encarnizados duelos entre detractores y aduladores del monarca

Las redes sociales siguen siendo el ruedo de encarnizados duelos entre detractores del monarca, como aquel marroquí de Denver que lanza invectivas sobre el tren de vida del rey, y aduladores de Su Majestad que prometen castigarles. Ciberataques en Facebook donde se piratean las cuentan y se infectan páginas internet, intimidaciones verbales y agresiones físicas hacia simpatizantes del 20 de febrero se han convertido en moneda corriente.

Y con razón: la casta de los managers del rey, los mismos que orquestaron su poder económico absoluto, como su secretario particular Mohamed Mounir Majidi, y la “organización de clanes de sangre” en el seno de la administración, como el muy criticado de la familia del primer ministro Abbas El Fassi, son el objetivo directo de los internautas.

Se fustiga más que nunca la argumentación según la que el jefe de Estado debe estar al mando de la economía y de los negocios para desempeñar el papel de la locomotora de un reino con una economía muy débil, y frente a una clase de negocios vista como reacia a dar ejemplo.

En realidad, algunas industrias de los holdings reales (sobre todo en la agroindustria) que se habían vuelto vetustas al contacto de la globalización, vieron su rentabilidad derretirse como el hielo y solo sobreviven de forma artificial gracias a la ayuda pública y a un endeudamiento masivo.

Los “estrategas” de Mohamed VI han entendido desde hace mucho tiempo que esta situación era inaguantable e intentan por todos los medios echar el ojo a sectores más prometedores porque el Estado los favorece más en los servicios, las nuevas tecnologías, los recursos naturales y la energía, ganándose de esta forma críticas acerbas. Es más: la forma a menudo poca ortodoxa con la que se han llevado a cabo estos negocios terminaron exasperando al pueblo que denuncia “una depredación económica de las riquezas del país”.

Mohamed VI necesitará valor político y humildad para liberarse de los negocios y reinar sin gobernar

Varios intelectuales, periodistas y políticos habían criticado esta anomalía de gobernanza del trono marroquí, donde poder absoluto y mercantilismo hacen una extraña mezcla. La prensa independiente había calificado esta situación de “alauización de la economía”, del nombre de la familia reinante. Pero el Palacio siempre se ha hecho el sordo.

En vísperas de las manifestaciones del 20 de febrero, Noureddine Ayouch, un publicista conocido por sus entradas en el Palacio, había recordado de forma oportuna durante una conferencia-debate en Rabat que el rey iba a desprenderse de algunas de sus actividades comerciales, siendo el banco Lazard el encargado discreto de esta operación.

¿Aspavientos de un vendedor de humo mandado al frente mediático para sosegar la ira que ruge, o consecuencia lógica de un “saneamiento” ya en marcha que debería reflotar un comercio cada vez menos floreciente? Probablemente ambas cosas.

Y Mohamed VI necesitará un valor político y una humildad fuera de lo común para contestar a eso: reinar sin gobernar y liberarse de los negocios, y lo mínimo que se puede decir es que es una elección corneliana para un monarca que se cree con derecho divino y cuyo poder viene del dinero.

De momento, y a pesar de los rumores transmitidos por la prensa sobre una posible remodelación ministerial, preludio a reformas más profundas, Mohamed VI hizo la elección de mantener una postura firme, rechazando “la demagogia y la improvisación” pero ¿todavía tiene la elección de mantenerla?

Traducción del francés: Oussama Bel Aïba