Opinión

Los ayatolás judíos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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El arzobispo de Nueva York declara que cualquier católico que alquile su apartamento a un judío comete pecado mortal y corre riesgo de excomunión.

Un cura protestante de Berlín decreta que un cristiano que contrate a un judío debe ser desterrado de su parroquia.

¿Imposible? Por supuesto. Excepto en Israel: al revés, claro.

El rabino de Safed, empleado del gobierno, ha decretado que está terminantemente prohibido alquilar apartamentos a árabes, incluyendo los estudiantes árabes en la escuela local de Medicina. Otros veinte rabinos de la ciudad, cuyos sueldos los pagan los contribuyentes, la mayoría laicos, incluyendo ciudadanos árabes, han apoyado públicamente este decreto.

El rabino de Safed decreta que está prohibido alquilar apartamentos a árabes

Un grupo de intelectuales israelíes presentaron una reclamación ante el fiscal general, argumentando que este es un caso de inducción al delito. El fiscal general prometió investigar el asunto a la mayor brevedad. Eso fue hace año y medio. “A la mayor brevedad” aún no ha producido una decisión.

Lo mismo va para otro grupo de rabinos, que prohibieron contratar a los goyim.

(En hebreo antiguo, “goy” sólo significaba “pueblo”, cualquier pueblo. En la Biblia, a los israelíes se les llama “pueblo santo”. Pero en los últimos siglos, el término ha venido a significar no-judío, con una intencionada connotación peyorativa.)

Esta semana, Israel estaba que trinaba. La revuelta fue provocada por la detención del rabino Dov Lior.

El asunto se remonta a un libro publicado hace más de un año por el rabino Yitzhak Shapira. Shapira es, tal vez, el habitante más extremista de Yitzhar, que es tal vez el asentamiento más extremista de Cisjordania. Sus miembros son a menudo acusados de protagonizar actos de violencia en los pueblos palestinos cercanos, generalmente en “represalia” por acciones del Ejército contra colonias construidas sin consentimiento oficial.

El libro, titulado Torat ha-Melekh (“Las enseñanzas del rey”) trata de matar a los goyim. Cuenta que en tiempos de paz, los goyim en principio no deberían ser asesinados: no por el mandamiento “No matarás” que, según el libro, se aplica sólo a los judíos, sino por el mandamiento de Dios tras el diluvio (Génesis 9:6): “El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo El al hombre.” Esto se aplica a todos los goyim que cumplan con los mandamientos básicos.

Sin embargo, la situación es completamente diferente en tiempos de guerra. Y según los rabinos, Israel ha estado en guerra desde su fundación, y probablemente lo seguirá estando siempre.

En guerra, en cualquier lugar donde la presencia de un goy haga peligrar a un judío, está permitido matarle, incluso cuando sea un goy honrado que no sea responsable de la situación. Se permite, de hecho se recomienda, matar no sólo a los luchadores enemigos, sino también a aquéllos que los “apoyen” o “animen”. Está permitido matar civiles enemigos si esto es útil para el desarrollo de la guerra.

(Intencionalmente o no, esto se refleja en las tácticas usadas por nuestro ejército en la operación “Plomo Fundido”: para proteger la vida de un solo soldado israelí, es permisible matar a todos los palestinos que haga falta. El resultado: alrededor de 1300 palestinos muertos, la mitad de ellos no combatientes, en comparación con cinco soldados muertos en acción hostil. Otros seis resultaron muertos por “fuego amigo”.)

Lo que de verdad provocó una fuerte reacción fue un pasaje del libro que dice que está permitido matar a niños, cuando esté claro que una vez que crezcan pueden ser “peligrosos”.

Es habitual que el libro de un rabino interpretando la ley judía se difunda con el respaldo, llamado ‘haskama’ (acuerdo), de otros rabinos importantes. Esta particular obra maestra obtuvo el ‘haskama’ de cuatro rabinos importantes. Uno de ellos es Dov Lior.

El rabino Lior (su nombre puede traducirse como “Yo tengo la luz” o “la luz me ha sido dada”) destaca como uno de los rabinos más radicales en los asentamientos de Cisjordania, algo difícil en un territorio que está plagado de rabinos radicales, a muchos de los cuales llamarían fascistas en cualquier otro país. Es el rabino de Kiryat Arba, el asentamiento en la periferia de Hebrón que cultiva las enseñanzas de Meir Kahane y que engendró el asesino en masa Baruch Goldstein.

El libro dice que está permitido matar a niños, cuando esté claro que pueden ser “peligrosos”

Lior es también el jefe de una yeshiva Hesder, una escuela religiosa afiliada al ejército, cuyos alumnos combinan sus estudios (puramente religiosos) con un privilegiado servicio militar.

Cuando el libro, ahora en su tercera edición, fue publicado, hubo un gran alboroto. Ningún rabino protestaba, aunque unos cuantos rechazaron su razonamiento religioso. Los ortodoxos se distanciaron, aunque fuera únicamente porque violaba la ley religiosa que prohíbe “provocar a los goyim”.

A petición pública, el fiscal general inició una investigación criminal contra el autor y los cuatro signatarios del ‘haskama’. Fueron llamados a declarar, y la mayoría se presentó y adujo que no había tenido tiempo de leer el libro.

Lior, cuya redacción del ‘haskama’ demuestra a las claras que él sí había leído el libro en profundidad, no prestó atención a las repetidas citaciones para aparecer en comisaría.

Los ignoró abiertamente y con desdén. Esta semana la policía reaccionó al insulto: le tendió una emboscada al rabino en ‘Tunnel Road’ (una carretera con varios túneles entre Jerusalén y Hebrón, reservado para los judíos) y le arrestaron. No le esposaron ni le metieron en un coche de policía, como hacen normalmente, sino que reemplazaron al conductor por un agente de policía, que le llevó directamente a comisaría. Allí Lior fue educadamente interrogado durante una hora y puesto en libertad.

La noticia sobre la detención se extendió como la pólvora por los asentamientos. Cientos de los “jóvenes de las montañas”, grupos de jóvenes colonos que llevan a cabo pogromos y escupen sobre las leyes, se reunieron en la entrada de Jerusalén, se enfrentaron a la policía y cortaron la calle principal de la capital.

(No puedo quejarme de eso, en realidad, porque yo fui el primero en hacerlo. En 1965, fui elegido para la Knesset y Teddy Kollek fue elegido alcalde de Jerusalén. Una de las primeras cosas que hizo fue complacer a los ortodoxos y cerrar barrios enteros durante el shabat. Una de las primeras cosas que hice yo fue llamar a mis seguidores para protestar. Cerramos la entrada a Jerusalén durante varias horas hasta que nos desalojaron por la fuerza.)

Cientos de “jóvenes de las montañas”, grupos de colonos, apoyan al rabino Lior

Pero cortar las calles y desfilar triunfalmente con el liberado Lior sobre sus hombros no era la única cosa que hicieron los jóvenes fanáticos. También intentaron irrumpir en el edificio del Tribunal Supremo. ¿Por qué este edificio en concreto? Esto requiere explicación.

La derecha israelí, y especialmente los asentamientos y sus rabinos, tienen largas listas de cosas que odian. Algunas de ellas han sido publicadas. Tengo el honor de aparecer en muchas. Pero el tribunal supremo ocupa un puesto bastante alto, si no el primero.

¿Por qué? Los tribunales no se han cubierto de gloria precisamente con cómo han abordado la cuestión de los territorios ocupados. Han permitido la destrucción de muchos hogares palestinos en represalia por actos “terroristas”, aprobaron la tortura “moderada”, accedieron a la “valla de separación” (que fue condenada por el tribunal internacional), y generalmente se posicionaron como un arma de ocupación.

Pero en algunos casos, la ley no ha capacitado al tribunal para escabullirse de sus responsabilidades. Han exigido la demolición de ‘puestos de avanzadilla’ situados en propiedad privada palestina. Ha prohibido el ‘asesinato selectivo’ si la persona puede ser detenida sin riesgo, ha decretado que es ilegal evitar que un ciudadano árabe viva en un pueblo en tierra estatal, etc, etc.

Cada decisión provocaba la ira de los derechistas. Pero hay una razón más profunda para hostilidad extrema.

A diferencia del cristianismo moderno, pero muy parecida al islam, la religión judía no es sólo una cuestión entre el hombre y Dios, sino también una cuestión entre el hombre y el hombre. Esto no es algo ajeno a la vida pública. Por lo tanto, para un piadoso judío, o musulmán, la idea europea de la separación entre el Estado y la religión es odiosa.

La halajá judía, como la charía islámica, regula cada aspecto de la vida. Cuando la ley judía choca con la israelí, ¿cuál debe prevalecer? ¿La promulgada por la democráticamente elegida Knesset, que puede cambiarse en cualquier momento si el pueblo quiere, o la que fue heredada de Dios en el monte Sinaí para todos los tiempos, que no puede cambiarse nunca (como mucho puede interpretarse diferente)?

 ¿Qué debe prevalecer? ¿La ley democrática o la heredada de Dios?

Los fanáticos religiosos de Israel insisten en que la ley religiosa permanece por encima de la ley laica (como en muchos países árabes), y que los tribunales del Estado no tienen jurisdicción sobre los clérigos en asuntos concernientes a la religión (como en Irán). Cuando el Tribunal Supremo se pronunció en contra de esto, el rabino ortodoxo más respetado movilizó rápidamente a cien mil manifestantes en Jerusalén. Durante años, los ministros religiosos, profesores de derecho y políticos, junto con militantes políticos, han estado ocupados minando la integridad, independencia y jurisdicción del tribunal supremo.

Este es el quid de la cuestión. El fiscal general considera que un libro que llame a matar a niños inocentes comete un acto de incitamiento criminal. Los rabinos y sus seguidores consideran esto como una interferencia impertinente en el distinguido debate religioso. No puede no haber ningún compromiso real entre estas dos visiones.

Para los israelíes, esto no es sólo una cuestión académica. La comunidad religiosa al completo, con todas sus facciones diversas, ahora pertenece al bando de la derecha, ultranacionalista (excepto por pequeños y lamentables avanzadillas como el judaísmo reformado y el conservador, que agrupan a la mayoría de los judíos americanos).

Transformar Israel en un Estado de la halajá significa castrar el sistema democrático y convertir a Israel en un segundo Irán gobernado por ayatolás judíos.

También hará imposible la paz, ya que según los rabinos toda la tierra sagrada entre el mar Mediterráneo y el río Jordan pertenece exclusivamente a los judíos, y darle a los goyim ni siquiera un ápice de ello es un pecado mortal, penado con la muerte. Por este pecado, Izhak Rabin fue ejecutado por el estudiante de una universidad religiosa, antiguo colono.

No todo el bando religioso contribuye al extremismo implacable del rabino Lior y su clase. Hay muchas otras tendencias. Pero todas estas se mantienen en silencio. Es Lior, el Rabino que Posee la Luz, y sus colegas, quienes marcan el rumbo.