Opinión

La memoria inculcada

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

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Durante varias semanas, nuestro ejército y marina han permanecido en estado de alerta, enfrentándose valerosamente a una amenaza mortal para nuestra existencia: diez barquitos que tratan de llegar a Gaza. Estos navíos llevan a bordo a una banda de malvados terroristas, en forma de ancianos veteranos de campañas por la paz.

Binyamin Netanyahu ha manifestado nuestra inamovible determinación para defender nuestro país: No dejaremos que nadie rompa el bloqueo para el contrabando de misiles a los terroristas de Gaza, que después los lanzarán para matar a nuestros niños inocentes.

Si le hubieran permitido a la flotilla llegar a Gaza, las noticias solo habría durado unas horas

Esto es una clase de récord para Netanyahu: ni una sola palabra es verdad. La flotilla no lleva ningún arma: representantes de respetados medios internacionales que han estado en los barcos lo aseguran. También creo que podemos confiar en que el Mosad haya colocado al menos a un agente en cada barco (después de todo, ¿para qué pago mis impuestos?). Hamas no ha lanzado misiles en mucho tiempo: tiene muy buenas razones propias para mantener el acuerdo no oficial del “tahdía” (“silencio”).

Si le hubieran permitido a la flotilla llegar a Gaza, habría habido noticias durante unas cuantas horas, y nada más. La movilización total de Israel, el entrenamiento de los comandos navales para capturar los barcos, las acciones de sabotaje llevadas a cabo en los puertos griegos, la inmensa presión política ejercida por Israel y los Estados Unidos sobre el pobre gobierno griego en bancarrota… todo esto ha mantenido esta iniciativa menor en las noticias durante semanas, llamando la atención sobre el bloqueo de la Franja de Gaza.

¿Para qué es este bloqueo? No hay razón justificada ahora, si es que alguna vez la hubo. ¿Se pretende aterrorizar al pueblo de Gaza para que derroque el gobierno de Hamas, ganador de las elecciones democráticas? Bueno, no funcionó, ¿verdad? ¿Para obligar a Hamas a cambiar sus condiciones para un intercambio de prisioneros que dejaría en libertad a Gilad Shalit? Tampoco funcionó. ¿Para evitar el contrabando de armas en la Franja? Las armas fluyen libremente a través de cien túneles desde Egipto, si creemos lo que nuestro Ejército nos dice. Entonces ¿cuál es el propósito del bloqueo? Parece que nadie lo sabe. Pero es nuestra razón de vivir. Eso está claro.

Como resultado de la presión mundial desencadenada por la flotilla del año pasado, el bloqueo disminuyó considerablemente. Pero los fabricantes de Gaza todavía no pueden sacar sus productos de la Franja de Gaza, condenando así a un amplio sector de la población al desempleo y a la mayor miseria.

Lo mismo ocurre con el asqueroso mercado de restos humanos. Netanyahu prometió entregar los restos de 84 “terroristas” (tanto de Fatah como de Hamas) a Mahmoud Abbas como regalo. En el último momento, no lo cumplió. Su gente pretende que esos restos, ahora ya difícilmente identificables, pueden servir como moneda de cambio en el juego de liberar a Gilad Shalit.

Lo mismo ocurre con las acciones contra los activistas por la paz internacional que ayer llegaron al aeropuerto Ben Gurion. Lo que ellos querían era ir a Belén y Gaza, lugares a los que sólo se puede acceder cruzando territorio israelí. Casi mil agentes de policía fueron movilizados para enfrentarse a esa amenaza.

Todas estas reacciones precipitadas como reflejos: Debemos ser fuertes. En todas partes aguardan peligros mortales. Israel debe defenderse. Si no, habrá un segundo holocausto.

Este es un fenómeno interesante: la gente ve a ancianos activistas por los derechos humanos de aspecto inocente en las pantallas de sus televisores y creen que están viendo provocadores peligrosos, porque el gobierno y la mayoría de los medios les dicen eso. En los barcos se esconden siniestros individuos “árabes y musulmanes”. Han desenmascarado a un americano árabe en un barco que recaudaba dinero para una institución social de Hamas. ¡Un terrorista peligroso! ¡Qué horrible!

El fenómeno de que la gente vea algo y piense que están viendo otra cosa siempre me ha intrigado. ¿Cómo puede la gente no creer lo que ve con sus propios ojos y sin embargo creer lo que ven otros?

El fenómeno de ver algo y pensar que se está viendo otra cosa siempre me ha intrigado

Esta semana me llegó un e-mail de un hombre que recordaba algo de cuando era alumno de mi fallecida esposa Rachel, en primer curso.

Rachel le pidió que levantara la mano derecha. Cuando el chico lo hizo, Rachel dijo: “No, no. ¡Esa es tu mano izquierda!” Ella se dirigió al resto de los alumnos y les preguntó qué mano era. Siguiendo a la maestra, gritaron al unísono: «¡La izquierda! ¡La izquierda!» Viendo esto, el primer niño empezó a titubear. Al final se rindió: “Sí. Es la mano izquierda.”

«No, estabas en lo cierto al principio,” le aseguró Rachel. “Que esto sea una lección para todos vosotros: si estáis seguros de que estáis en lo cierto, insistid en ello. Nunca cambiéis vuestra idea porque otros digan lo contrario.”

Casi por casualidad, justo después de leer este testimonio, vi en la televisión los resultados de una investigación científica realizada por investigadores israelíes sobre la “memoria inculcada”. Sus experimentos muestran que las personas que han visto algo con sus propios ojos, pero a las que se les ha dicho que han visto otra cosa, comienzan a suprimir su propia memoria y “recordar» que vieron lo que otros supuestamente habían visto. Estudios neurológicos mostraron que efectivamente se puede observar cómo ocurre en el cerebro: los recuerdos imaginados sustituyen a los reales. La presión social ha hecho su trabajo: la memoria inculcada se ha convertido en memoria real.

Creo que esto es incluso más verdadero para una nación entera que está, por supuesto, compuesta de individuos. He visto esto muchas veces.

Por ejemplo, durante 11 meses antes de la guerra del Líbano, no hubo ni un solo disparo desde Líbano a Israel. Contra todo pronóstico, Yasser Arafat había conseguido hacer cumplir totalmente un alto el fuego incluso entre sus oponentes palestinos. Pero después de que Ariel Sharon empezara la guerra, prácticamente todos los israelíes “recordaban” claramente que los palestinos habían disparado a través de la frontera todos los días, convirtiendo la vida de Israel en un infierno.

Los paranoicos adoptan una suposición disparatada, por ejemplo “todo el mundo me odia”

Yo lo llamo “Parkinson al revés”: Mientras que los pacientes de Parkinson avanzado no recuerdan las cosas que han pasado, estos pacientes sí recuerdan cosas que nunca pasaron.

Existe un trastorno mental llamado “paranoia vera”. Los pacientes adoptan una suposición disparatada, por ejemplo “todo el mundo me odia”; y así construyen una estructura elaborada alrededor de eso. Cada trozo de información que parezca apoyarlo es absorbida con entusiasmo, cada idea que lo contradiga suprimida. Todo es interpretado para reafirmar el supuesto inicial. El patrón es estrictamente lógico: de hecho, cuanto más completa y lógica sea la estructura, más grave es la enfermedad.

Entre los síntomas que aparecen asociados se encuentran el comportamiento beligerante, sospechas recurrentes, desconexión del mundo real, teorías conspiratorias y narcisismo.

Parece que países enteros pueden llegar a ser víctimas de esta enfermedad. El nuestro realmente lo parece.

El mundo entero está en nuestra contra. Todo el mundo está ahí para destruirnos. Cada movimiento es una amenaza a nuestra propia existencia. Todo el que critique la política de Israel es un antisemita o un judío que se odia a sí mismo.

Es más, incluso cuando hacemos una buena acción, se vuelve en contra nuestra.

Testigo: «Dejamos la Franja de Gaza e incluso desmantelamos nuestros asentamientos de allí, y ¿qué obtenemos a cambio? ¡Cohetes Qassam!»

(No importa que Sharon se negara a entregar la Franja a ningún órgano palestino, dejando un espacio vacío. La aisló del mundo y la convirtió en un gran campo de prisioneros.)

Testigo: «Después de Oslo armamos a las fuerzas de seguridad de Arafat, y ¡ellos volvieron las armas contra nosotros!”

(No importa que nunca cumpliéramos nuestros compromisos bajo los acuerdos de Oslo, que la ocupación se volviera más opresiva y que los asentamientos en tierra palestina aumentaran a pasos agigantados. Tampoco que los servicios de seguridad palestinos nunca actuaran de verdad contra Israel.)

La paranoia crea cada vez más enemigos en la vida real

Testigo: “Nos retiramos del Sur de Líbano y ¿qué conseguimos? ¡Hizbulá y la segunda guerra del Líbano!»

(No importa que Hizbulá naciera como reacción a nuestra ocupación de 18 años allí, y que nosotros mismo eligiéramos emprender la segunda guerra del Líbano tras un incidente menor en la frontera.)

Se dice que los paranoicos tienen también enemigos en la vida real. El problema es que la paranoia, por su comportamiento ofensivo y desconfiado, crea cada vez más enemigos en la vida real.

El eslogan “Todo el mundo está en contra nuestra» puede fácilmente funcionar como una profecía autocumplida.

Israel no es el único país que sufre de esta dolencia. En algún momento, los alemanes fueron afectados. También los serbios. También, hasta cierto punto, los Estados Unidos y muchos otros. Desafortunadamente, los costes de la paranoia son muy altos.

Empecemos pues a comportarnos como gente cuerda. Dejemos que los barcos vayan a Gaza. Dejemos que los que lleguen al aeropuerto Ben Gurion vayan a los territorios palestinos a coger aceitunas, si es eso lo que quieren.

Incluso si nos comportamos como un país normal, Israel continuará existiendo. ¡De verdad!