La tensa calma de la transición tunecina

Javier Pérez de la Cruz
Javier Pérez de la Cruz
· 12 minutos
Manifestación en Túnez (Julio 2011)  | © Javier P. de la Cruz
Manifestación en Túnez (Julio 2011) | © Javier P. de la Cruz

 

Túnez ha desaparecido de los medios de comunicación. La precipitada caída del presidente Zine el Abidine Ben Alí, más las revueltas, las guerras y las matanzas en otros países árabes han supuesto un punto y final en la cobertura de la transición tunecina.

Al silencio de los medios se le une la falta de historias que los turistas solían llevarse de vuelta de este ex paraíso. En un país que tiene en el turismo su mayor fuente de ingresos, el marcado descenso de visitantes se refleja en las infinitas tiendas ambulantes sin clientes y en las terrazas de los cafés llenas de jóvenes tunecinos sin empleo.

Sin embargo, en Túnez nada está cerca de acabarse. Grandes mandatarios del antiguo régimen de Ben Alí siguen a la cabeza del actual Estado. El primer ministro, Beji Caïd Essebsi, fue presidente de la Cámara de los Diputados con el depuesto dirigente Ben Ali.

La libertad de expresión sigue censurada en internet. El pasado 29 de mayo, Samir Feriani, miembro del Ministerio del Interior, fue detenido por sus críticas públicas a las medidas de reclutamiento del Ministerio. Y a mediados de julio, en la Kasba, justo enfrente de la sede de Caïd Essebsi, la policía tunecina volvió a mostrar sus armas a los manifestantes que habían acudido a la llamada de internet.

Un miembro del Ministerio del Interior ha sido detenido por sus críticas al reclutamiento

Se trataba de ‘Kasba3’, una sentada para expresar el descontento de la población por el continuismo del actual gobierno con el ya desaparecido RCD (Rassemblement Constitutionnel Démocratique) de Ben Alí y por su falta de interés en depurar responsabilidades por las muertes sucedidas durante la revolución. La primera sentada en la Kasba fue iniciada por los habitantes de las ciudades del centro y sur del país, que no querían que tras la huída de Ben Alí, su viejo aparato político siguiera en pie. Como no lo consiguieron, volvieron a la Kasba el 20 de Febrero, y esta vez sí forzaron la dimisión del primer ministro, Mohamed Ghannouchi, y de gran parte de su gobierno. La tercera protesta en la Kasba, sin embargo, se ha esfumado entre la humareda de los gases lacrimógenos, que se dispararon hasta en la Avenida Bourguiba, la principal arteria de la capital tunecina.

A favor de la calma

No todo el mundo está de acuerdo con la ‘Kasba3’. Bilel Ben Alí comparte por casualidad —y nunca por parentesco— el apellido del derrocado presidente. Trabaja instalando ascensores y cobra 450 dinares (unos 230 euros) al mes. Pero éste último ha tenido que gastar 300 para comprarse unas herramientas que le garanticen su seguridad, algo que no hace su empresa. Él cree que seguir protestando no tiene sentido, que ya en octubre podrán mostrar sus opiniones.

“Yo luché contra Ben Alí, y después contra el gobierno que le siguió. Pero ahora ya no tiene sentido seguir protestando porque tenemos unas elecciones para poder votar qué queremos”, afirma seguro de sí mismo. Seguridad que desaparece al preguntarle por el posible resultado de esas elecciones. “De verdad espero que EnNahda [el partido de Rashid Ghannushi, pensador islamista exiliado hasta enero, no emparentado con el primer ministro] no consiga la mayoría. Sí, dicen ser democráticos y moderados, pero yo no les creo. Van a hacer de Túnez un nuevo Iraq”.

Más políticamente correcto respecto al tema es el profesor Ahmed Bouazzi, miembro del comité ejecutivo del Parti Démocrate Progressiste (PDP), uno de los dos partidos que cuentan con mayor presencia en la sociedad tunecina puesto que ya era legal en la era Ben Ali, junto al Ettajdid. “No está clara la posición de EnNahda porque se basan en un electorado islámico, se aprovechan de sus creencias y prometen medidas religiosas, pero ¿después van a decepcionarles y tomar medidas laicas?”, se pregunta el profesor Bouazzi.

En la pequeña antesala de su oficina, acomodada con dos grandes sofás amarillos y una bandera palestina, su móvil no para de sonar y la grabadora se resiste a funcionar. Bouazzi no oculta las aspiraciones del PDP: el 40% de votos en las elecciones y una gran inversión en infraestructuras para reforzar la maltrecha economía tunecina, “sobre todo en las zonas del interior, que son las regiones menos desarrolladas del país”, puntualiza.

También coincide el miembro de la comisión ejecutiva del PDP con el trabajador Bilel en la creencia de que existe un cambio radical entre la era del RCD de Ben Ali y la clase política actual. “El RCD ya no existe y no volverá jamás. Quizá algunos de sus miembros se presenten a través de algún partido, pero no será nada importante”. Este planteamiento chocará de pleno en menos de una hora con las reivindicaciones de los manifestantes de la Kasba. Asimismo, se defiende de todos aquellos que acusan al PDP de colaboracionismo con el antiguo régimen.

El Parti Démocrate Progressiste aceptó un ministerio del primer gobierno salido tras la caída de Ben Ali, en el que destacaban grandes pesos pesados del odiado RCD. “Había un vacío de poder y teníamos la obligación de tomar las riendas del gobierno. El problema es que nos conformamos con un solo ministerio, deberíamos haber pedido cinco o seis”. Su conclusión es tajante: “Pagamos un gran precio por algo bueno que hicimos”.

Algo bueno que todavía no ha germinado en una completa defensa de los derechos humanos en Túnez, como la eliminación de la censura en Internet. “Túnez ha experimentado numerosos cambios en muy poco tiempo, pero una sociedad no puede cambiarse por completo en unos meses. Ésta es una de esas partes”, explica ligeramente irritado Ahmed Bouazzi al tiempo que esquiva hacer alguna mención al caso de Samir Feriani, el miembro del Ministerio del Interior encarcelado desde noviembre por sus críticas al Ministerio.

La tensión del cambio

Tan solo hay que cruzar el barrio antiguo de la medina, desde la sede del PDP a la Kasba, para descubrir que cientos de tunecinos no comparten las opiniones ni de Bilel ni de Ahmed Bouazzi. Allí, poco a poco más y más personas empiezan a responder a la llamada de la ‘Kasba3’. Alrededor de la una de la tarde ya se ha reunido un grupo de varios centenares de ciudadanos que comienza a chillar en árabe a los policías, a cantar el himno nacional y a relatar a los periodistas su tragedia personal.

Muchos son jóvenes, pero también hay hombres y mujeres mayores.Una porta el retrato de su hijo Hemil, muerto durante las manifestaciones en enero, cuyo “asesino sigue sin enfrentarse a la justicia», exclama a viva voz. Con un poco de dificultad, Husein Ismail se hace sitio entre la multitud para enseñar unas heridas abiertas en su pierna izquierda. “La policía me las ha causado esta misma mañana”, se queja Husein de forma acalorada.

Según él, este gobierno ha de cambiarse inmediatamente porque no es más que el viejo poder político de siempre. Sus palabras en inglés se amontonan una encima de otra debido a la ansiedad del momento.

Grim Habid, más calmado, recoge con la cámara de su teléfono móvil cómo los efectivos antidisturbios comienzan a bajar de los autobuses y a tomar posiciones. Está más concentrado en grabar la escena que en hablar a los periodistas, pero sí quiere dejar constancia de la razón por la que está allí. “Antes era Ben Alí y su familia los que robaban el dinero. Ahora son Beji Caïd Essebsi y su familia”, sentencia.

«Antes era Ben Alí y su familia los que robaban el dinero. Ahora son Beji Caïd Essebsi y su familia»

De pronto las sirenas de la policía comienzan a sonar y los gases lacrimógenos comienzan a volar. La gente huye a toda prisa mientras recriminan a los pocos e impasibles soldados del Ejército presentes que permitan que se les coarte de esa manera su derecho a manifestarse pacíficamente. Otros se dan media vuelta y vuelven a enfrentarse cara a cara con la policía, que intenta mantener la calma entre sus filas. Finalmente vuelven a disparar más gas lacrimógeno y la gente termina por dispersarse.

Sin embargo, los choques entre manifestantes y policías cruzan la medina y alcanzan la avenida Bourguiba, la calle más emblemática de la ciudad. Allí los agentes, incluso los de paisano, tienen especial cuidado en que no se saquen imágenes de lo que sucede, aunque pronto la normalidad se restablece, las tiendas ambulantes vuelven a surgir de la nada y la gente se vuelve a sentar en las terrazas de los cafés. Como si nada hubiese pasado.

Los acontecimientos de ese día de julio son sólo un ejemplo del descontento existente entre gran parte de la sociedad tunecina sobre cómo está se está desarrollando la transición que debe guiarles hacia unas elecciones constituyentes el próximo octubre. No únicamente en Túnez capital. Estos últimos días se han registrado protestas en diferentes puntos del país como Gafsa, Kasserine y Jendouba. Puede que a diferencia de otros lugares no haya muertos en estas manifestaciones, pero sí está en juego el futuro de un país que ha sido y quiere seguir siendo un ejemplo para el resto de naciones árabes.

«No permitiremos volver hacia atrás»

Riadh Guerfaly | Jurista y bloguero

Riadh Guerfaly | opendemocracy (Creative Commons)
Riadh Guerfaly | opendemocracy (Creative Commons)

Doctor en Derecho Público y profesor en Francia de Derecho constitucional y de Tecnologías de la información, Guerfali es un activo bloguero conocido como Astrubal. En 2004 cofundó nawaat.org, una página web que da cobijo y sustento a numerosos blogs. Desde allí, se facilitaban las herramientas necesarias para burlar la férrea censura que Ben Alí imponía a la red. Fue cerrada varias veces, pero ninguno de sus miembros fue detenido. “Yo esperaba que cualquier día entraran en mi casa y me detuvieran. Sobre todo durante el último año, pero ellos nunca sabían en qué punto de Túnez me encontraba exactamente”. Tras la salida de Ben Ali llegaron los reconocimientos internacionales. El último, el premio anual Netizen Prize, de Reporteros Sin Fronteras.

¿Qué cambios hay tras la caída de Ben Alí en los contenidos de los artículos publicados en nawaat.org?
Hay un gran cambio. La situación ha cambiado completamente así que los contenidos reflejan esa nueva realidad. Ahora se escribe mucho sobre el proceso político, el proceso de transformación del poder, etc. Y como muchos de los artículos son opiniones, pues a veces hasta se pueden encontrar en la página dos opiniones completamente diferentes sobre un mismo tema. Incluso, con muchas de esas opiniones no estamos ni de acuerdo los administradores.

¿Cómo es el proceso de selección de los artículos publicados? ¿Existe algún filtro previo?
Existen algunas líneas que no se pueden cruzar. Son tres: los derechos fundamentales, la libertad de expresión y la democracia. Mientras no se atente contra ninguno de estos tres principios, todo se publica.

La censura en internet no acaba de desaparecer. Varias páginas de Facebook cerradas por orden del Tribunal Militar y el debate existente sobre si censurar o no los contenidos pornográficos dan cuenta de ello.
La pornografía en sí no es un problema, todo depende de la ley. Si yo escribo algo en España, tú me demandas y un juez dice que tienes razón, se acabó, se cierra la página. La cuestión en Túnez es que el poder judicial está delegando sus responsabilidades en la Administración, algo que no puede hacer. No me importa sobre qué, ya sea pornografía o cualquier otra cosa, el problema es que se deleguen competencias judiciales en la Administración. Cuando esto ocurre, los ciudadanos no pueden poner en práctica su derecho de apelación porque ya no pueden consultar la página, está bloqueada. Incluso antes, cuando gobernaba Ben Ali y la Administración controlaba totalmente el poder judicial, era algo anticonstitucional e ilegal.

En las próximas elecciones constituyentes de octubre, muchos ciudadanos temen en un posible doble discurso del partido islamista EnNahda. ¿Podría afectar ese posible doble juego a la libertad en internet?
Desde EnNahda no pueden, y nosotros no lo vamos a permitir, volver hacia atrás en cuanto a derechos fundamentales de la sociedad. En el caso de que ganasen , y en el caso de que su moderado discurso no fuera tal, ellos no tienen el poder, nosotros lo tenemos. No va a ser fácil, pero Túnez ya ha comenzado un camino imparable hacia la democracia. El caso de España es un buen ejemplo. Allí, en 1981 o después con el grupo terrorista ETA, ha habido muchos problemas, pero se siguió hacia delante. Aquí en Túnez va a pasar lo mismo.