Opinión

El alcoholímetro halal

Ali Amar
Ali Amar
· 7 minutos

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Marruecos procede por primera vez a la introducción del alcoholímetro para luchar contra la conducción en estado de embriaguez. Los agentes de seguridad nacional y los de la Gendarmería Real utilizarán nada más terminar el ramadán alcoholímetros para medir la tasa de alcohol en el aire expulsado por automovilistas sospechosos de embriaguez.

Las carreteras marroquíes son especialmente mortíferas. Matan cada año a casi 4.000 automovilistas sobre una población estimada a algo menos de 40 millones de habitantes. Cerca del 15% de los accidentes de la circulación están vinculados al consumo de alcohol. Además de la pérdida de vidas humanas, esta hecatombe cuesta la bagatela de 1.100 millones de euros al presupuesto del Estado, o sea un 2,5% del PIB.

El umbral se fija en 0.2 gramos por litro de sangre, una tasa aplicada también en Suecia

El nuevo código de la circulación marroquí define una concentración límite a partir de la que un automovilista ya no puede usar su vehículo. Gracias a los alcoholímetros se podrían llevar a cabo no menos de 200.000 controles al año.

Estos controles se efectuarán en dos pasos: se invita al conductor a soplar en el alcoholímetro. Si la prueba es positiva, el agente mide gracias al aparato la tasa de alcohol en la sangre, cuyo umbral de tolerancia está fijado en 0.10 mg por litro de aire espirado, lo que equivale a 0.2 gramos por litro de sangre. Una tasa aplicada en Suecia, por ejemplo. Para comparar, en Francia, la tasa legal es de 0.5 g de alcohol por litro de sangre, lo que corresponde aproximadamente a dos copas estándar de vino. En Canadá y en el Reino Unido, esta tasa es de 0.8 gramos.

Incompatible con el islam

Cuando se evocó el proyecto por primera vez en 2005, la polémica sobre la compatibilidad del uso del alcoholímetro con la religión musulmana causó estragos en la opinión pública. No sorprende que los que se opusieron de la forma más feroz fueran los diputados del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), partido islamista y primera fuerza de oposición en el Parlamento marroquí.

Los parlamentarios islamistas creen que el uso del alcoholímetro por los poderes públicos significa avalar de forma indirecta el consumo de alcohol, que ellos consideran prohibido por el islam. En eso siguen al pie de la letra un hadiz (dicho del profeta) muy severo que dice:

Los islamistas creen que el uso del alcoholímetro avala de forma indirecta el consumo de alcohol

“Dios maldice a diez personas en relación con el alcohol. El que lo distila, aquel para el que se destile, el que lo bebe, el que lo transporta, el que lo deja entrar en su casa, el que lo sirve, el que lo vende, el que se beneficia del dinero obtenido por su venta, el que lo compra para sí mismo y el que lo compra para otra persona”.

De ahí que para ellos, la ley debería castigar a los bebedores, sea cual sea la cantidad de alcohol consumida.
“El proyecto de la circular que instaura el alcoholímetro en Marruecos tiene que servir para el control de la presencia o ausencia de alcohol en la sangre, y no para la tasa únicamente. Esto sería más conforme con nuestra identidad islámica”, se enfurecía el editorialista de Attajdid, un periódico cercano al PJD, cuando se anunció el proyecto. Sin embargo, curiosamente, y justamente para evitar cualquier polémica, el Ministerio de Transportes habia consultado incluso el Consejo de Ulemas, el clero reconocido por las autoridades, para obtener el visto bueno sobre su uso.

Si el consumo de alcohol se prohíbe por ley religiosa, a pesar de algunas controversias doctrinales, no está prohibida formalmente en el derecho positivo marroquí. Así, la ley marroquí sobre el alcohol estipula que su venta es lícita bajo autorización. Un comerciante musulmán puede gestionar un despacho de bebidas alcohólicas, según el decreto ministerial del 17 de julio de 1967, que emana del director del Gabinete Real y que está todavía en vigor, pero se le prohíbe servírselas a sus correligionarios.

“Se le prohíbe a cualquier patrón de un establecimiento sometido a la licencia vender o ofrecer gratuitamente bebidas alcohólicas a marroquíes musulmanes. Las infracciones a las disposiciones precedentes están castigadas con un periodo de uno a seis meses de encarcelamiento y una multa de 300 a 1.500 dirhams (entre 26 y 132 euros) o una de las dos penas solamente. En caso de reincidencia, las penas de cárcel y multas previstas pueden ser duplicadas.”

Una ley que se inspira en un texto jurídico colonial que prohibía bajo el protectorado francés el acceso a los musulmanes a las cervecerías europeas, y que no se aplica formalmente hoy en día. Los bares, pubs o restaurantes sirven alcohol a todos, excepto durante las fiestas religiosas o ramadán.

El consumo de alcohol no está prohibida formalmente en el derecho positivo marroquí

Salvo los casos de embriaguez manifiesta y publica, no hay infracción, para el legislador, en consumir alcohol en un espacio cerrado. Una persona que se embriaga en su casa no cae bajo la disposición de la ley, pero hacerlo en la vía pública es un delito por el que se podría ir a la cárcel, al igual que comer durante el ramadán.

Rompecabezas jurídico

En la práctica, las prohibiciones religiosas y la aplicación laxista del derecho positivo no son una buena mezcla: un marroquí musulmán se encuentra paradójicamente protegido dentro de un bar, hasta el momento en el que sale para encontrarse expuesto al riesgo de inculpación por embriaguez manifiesta y pública. De hecho, la policía de costumbres incluso se permite a veces detener a personas saliendo de tiendas de alcohol o supermercados por la simple tenencia de bebidas alcohólicas.

«Aunque el alcoholímetro no nos haga menos hipócritas, nos permitirá permanecer vivos»

“De ser una cuestión técnica pasa a ser una política. El estado es musulmán, es la Constitución que lo dice. Excepto si uno es judío (es el caso de solo unas miles de personas), un marroquí no puede beber alcohol… eso tiene valor de dogma. Un dogma violado varias millones de veces al día, claro. Pero esto no molesta a nadie; hasta tal punto la hipocresía en nuestro país se ha convertido en el sistema de gobierno. Y da igual si este sistema ridiculiza la ley. ¿Cómo respetar una ley, efectivamente, si de tanto ser hipócrita, ni se respeta ella misma? Aparte de esto, viva la prevención en las carreteras y suerte para el alcoholímetro! Aunque no nos haga menos hipócritas, nos permitirá permanecer vivos. Y esto ya es algo”, ironiza un cronista de la revista TelQuel.

Sea cual sea la situación, según el código de circulación no se le detiene al conductor que comete esta infracción; su vehículo será inmovilizado (se encarga de él un conductor apto) y se le retira su carné de conducir, excepto, claro, en el caso de un accidente grave o cuando “su estado es de embriaguez pública y eso de forma manifiesta”, lo que ya es competencia del Código penal que prevé una pena de cárcel de seis meses a un año, con una multa. Y esto se somete a la discreción del agente de circulación.

Un ejemplo sabroso contado por el semanal La Vie Eco ilustra las dificultades de la policía al interpretar la ley. Cuando se efectuaron las pruebas de instalación del dispositivo de control, algunos agentes visiblemente sin experiencia hicieron soplar al conductor del vehículo ¡pero también a los pasajeros!

Traducción del francés: Oussama Bel Aïba